Conversión

Déjale a Dios mostrarte por qué vino Jesús a este mundo. No ignores por más tiempo lo que tu Creador nunca va a desistir de querer mostrarte. Suelta todo lo que te impide acoger el Amor de Dios; vende todo para asegurar ese tesoro de valor inigualable; descubre lo que realmente da sentido a tu existencia… Conviértete y cree en el Evangelio. No tengas miedo de confiar en Él, porque nunca te arrepentirás.

La conversión que Dios te ofrece produce en ti dos movimientos que puedes acoger: Salir de aquello que te amarra y te impide salir e ir atrás de aquel que  te seduce y te llama a ir tras Él.

Al mismo tiempo que sientes el impulso que te lleva a querer experimentar por primera vez, o incluso renovar, la experiencia de amor inigualable y de predilección que Él tiene por ti, acepta la luz que te muestra de dónde debes salir. Es decir, el deseo de elevarte a Él y, providencialmente, los hilitos que te lo impiden y que se pueden romper tirando firmemente con los dedos, pero que nadie miope ve para poderlos sujetar, como un globito de gas luchando con sus pocas fuerzas por escaparse del hilito invisible a pocos metros, pero que lo retiene sin dejarle ascender.

Jesús te salva porque te llama y, simultáneamente, la luz de su Espíritu te muestra realidades del mal que tienen el poder de retener tu voluntad, y si tú le dejas y se lo pides, te convence, como madre persistente y amorosa a dejar atrás todo lo que te impide amar como Él nos ama.

«Realidades del mal» son heridas, humillaciones y perjuicios que al sufrirlos sin poderte unir a Jesús te sumergen en dinámicas de sentimientos malignos que no puedes controlar. Realidades que te afectaron que, por muy persistentes, graves o incluso sucias que puedan ser, el Amor de Dios, a través de tu perdón puede impregnar y transformar asumiendo el dolor y el daño que provocaron en ti, como suelo fértil para una nueva vida que empieza a brotar.

Realidades del mal son los pensamientos, obras y omisiones que te llevan por el camino de la autorreferencialidad y el egocentrismo. Cuando pierdes el norte de Dios que se concreta en el hermano caminas siguiendo objetivos que te impiden llegar a donde tu alma anhela y te expones a tardanzas y peligros que te llevan a sufrir e infligir mal.

Realidades del mal son las «obras de Satanás» clásicas o actuales, que se concretan con fuerza en tu entorno social y cultural y te roban la atención y confianza de hijo a padre, la única real y verdadera que puede funcionar con Dios.

A todo eso le puedes llamar pecado, y la primera misión de Jesús, hoy en tu vida (y siempre) es revelar y quitar esas mentira que no te dejan volar para poder llegar al Amor siempre nuevo, que Cristo te quiere Revelar. Y, en ese amor perfecto, en el Hijo, podrás aspirar a «ser perfecto como tu Padre celestial lo es».

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