Mañanita de Corpus y primer día de la octava con adoración eucarística y baile de seises. Dios a cuerpo por las calles y Dios en el Versalles de la Catedral. Juncia y romero como alfombra perfumada. Niños carráncanos del Sagrario. Júbilo en las campanas de la Giralda porque Jesús Sacramentado recorre el centro de la ciudad, campanitas de Santa Justa y Rufina, del templete del Niño Jesús del Sagrario. Honores militares. Plata para los santos hermanos visigodos, armiño y la bola del mundo para el Rey Santo, devoción y cariño para Sor Ángela, la santa del pueblo. Media Sevilla que pasa en la procesión para que la otra media la vea.
El Corpus es una de las grandes fiestas sevillanas que en los siglos XVI y XVII alcanzó un gran esplendor. Se conjugaban las celebraciones religiosas con las lúdicas e incluso las representaciones grotescas, como la Tarasca, una sierpe, que desde 1700 tuvo siete cabezas, los cabezudos, como el Padre Pando, la Madre Papahuevos y sus dos Hijillos y las Mojarrillas, y los Gigantes. En la actualidad es una procesión en la que están representados todos los estamentos de la ciudad y en la que acompañan al Santísimo Sacramento en la grandiosa custodia de Arfe algunos santos sevillanos como Santa Ángela de la Cruz, la última en incorporarse a la nómina, Santas Justa y Rufina, San Isidoro, San Leandro y San Fernando, el Niño Jesús de Montañés, la Inmaculada de Alonso Martínez, y la Santa Espina o Custodia Chica. Y la nómina de santos podría ampliarse con San Manuel González, que de niño fue seise y consagró su vida a luchar contra el abandono del Sagrario.
Conmemora el Corpus la festividad del cuerpo de Cristo, instituida en el siglo XIII. Dios quiso tanto a la humanidad, su gran obra, que se hizo hombre y murió en la Cruz para redimirnos de nuestros pecados. Y resucitó para vencer a la muerte y darnos vida eterna. Nos amó de tal manera que entregó su vida por los hombres y aunque subió a los cielos quiso quedarse cerca de nosotros. Por eso unas horas antes de que comenzara su pasión en el Huerto de los Olivos instituyó la Eucaristía. El pan se convirtió en su cuerpo y el vino en su sangre como alimentos de vida eterna. En cada misa se produce el prodigio y en el Sagrario Jesús vive muy cerca de nosotros.
El Señor, el Maestro, es el amigo que nunca falla, el que siempre nos escucha, ayuda y reconforta. Siempre nos aguarda en el Sagrario. Y precisamente unos días antes del Corpus, en la solemnidad de la Santísima Trinidad, el Evangelio cuenta como Jesús tras mandar a los apóstoles que hagan discípulos de todos los pueblos y los bauticen en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, les dice : “ Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos”. Y sí está en el Sagrario, en la Sagrada Forma. Y el día del Corpus “Dios a cuerpo sale a la calle” como dice la preciosa Copla de Seises del recordado Carlos Cano y Antonio Burgos, en la que el baile de los seises se retrata en esta frase “ya se ha puesto Sevilla la zapatilla blanca de baile, repican los palillos, pluma al sombrero, Dios en Versalles”.
Por eso porque es Dios mismo el que recorre Sevilla, la del Corpus es la procesión más importante de todas. Jesús Sacramentado, el Pan de vida, es el que nos busca para recordarnos que nos espera en el Sagrario y que está en todos los que nos rodean, especialmente en los más necesitados y vulnerables de la sociedad.
Gloria Gamito