La cosecha cinematográfica de estos primeros 20 años del siglo XXI podría calificarse como buena, con varios títulos que rozan la excelencia. Entre estos últimos, se pueden identificar algunos que además alcanzan la categoría de ‘importantes’. Su relevancia no estriba en la espectacularidad de los efectos especiales, o en la calidad de las interpretaciones…, ni siquiera en la perfección del guion. Son películas ‘importantes’ porque tocan acertadamente cuestiones de gran interés antropológico, porque saben mostrar el alma de los personajes, porque provocan en el espectador ese efecto espejo que le obliga a reflexionar sobre su propia vida, y porque además lo logran ofreciendo un alto nivel técnico. Es el caso de “Crash (Colisión)”, Oscar a la mejor película en la edición de 2005.
El tema que vertebra toda la cinta es el racismo, presentado sin discursos demagógicos a través de varias historias inteligentemente enlazadas. Un filme caleidoscópico, fuerte argumental y visualmente, no adecuada para los más jóvenes, con un impactante comienzo donde comprobamos abrumados cómo los prejuicios raciales hacen saltar la convivencia por los aires. Una policía latina, una mujer asiática, un dependiente antiárabe, un persa, dos jóvenes afroamericanos, la mujer del fiscal del distrito, su criada sudamericana, un cerrajero chicano, dos policías blancos, un policía negro… Estos son algunos de los personajes que irán apareciendo a lo largo de un relato que inquieta y apasiona a partes iguales.
Vaya lío, podría pensar el lector. Efectivamente, son muchos los hilos, pero estamos ante un guion prodigioso, milimétrico, con sus anticipaciones y cumplimientos: un puzle en el que todo acaba encajando, para alegría o sorpresa del espectador. El autor del libreto y a la vez director es Paul Haggis, nominado al Oscar un año antes por el guion adaptado de “Million Dollar Baby” (Clint Eastwood, 2004). El elenco está encabezado por Don Cheadle, al que acompañan en los papeles principales Matt Dillon,
Brendan Fraser, Thandie Newton, Ryan Phillippe y una fantástica Sandra Bullock.
Hay mucha honestidad en “Crash”, que no da al público respuestas cerradas pero que le hace pensar en esas semillas de racismo que imperceptiblemente ha podido alimentar en su interior. Esas zonas grises que todos tenemos donde conviven la capacidad para el bien y para el mal, para el heroísmo y las mezquindades. Rectificar una y otra vez, desterrar los estereotipos, sí, pero ¿basta el esfuerzo humano? Haggis parece sugerir que no, que es necesaria una ayuda sobrenatural, apuntada en el filme a través de una imagen de San Cristóbal, de un nacimiento, o de esa suave nieve que calma el espíritu.
Juan Jesús de Cózar