Dicen que en unos años la miopía será una epidemia. Que por culpa de los móviles y los ordenadores pronto no veremos más allá de nuestras narices. Los miopes no ven de lejos. La realidad que ve un miope está difuminada, con los contornos sin definir; ante sus ojos aparece una niebla permanente que impide ver con claridad. La solución es muy fácil, vas al oftalmólogo para que diagnostique tu defecto refractivo y acudes a una óptica para conseguir unas gafas que te devuelvan la ilusión-visión de que ves bien.
Algunas personas son miopes pero ven perfectamente. Es otro tipo de miopía. No necesitan gafas ni lentillas pero son incapaces de ver la realidad. No ven lo que les rodea. No ven ni al prójimo ni al próximo. Usan unas gafas invisibles con cristales color de rosa. Todo lo ven perfecto. Como dice la canción «La vie en rose» y ante lo que no funciona o no es agradable nada como colocarse esas gafas que convierten en irrealidad agradable lo que es real.
Y nosotros los cristianos, ¿estamos enfermos de miopía? ¿Cómo es nuestra visión de la vida y de las cosas? ¿Somos conscientes de lo que nos rodea? Si te cuesta, si crees que estás teniendo dificultades para ver … acude al mejor oftalmólogo del mundo y que te recete unas gotas de oración y una gafas con cristales color de Cristo ¿Cómo verás con esos cristales? Verás bien, muy bien…
Dice el Papa Francisco que hay que dejarse tocar por la mirada misericordiosa de Dios y que la mirada de Jesús es de misericordia y ternura. Ponte las gafas con cristales color de Cristo. Llena tu vida de amor. Mira al prójimo como Cristo te mira a ti. Cambia el mundo con tu forma de ver. Ve bien a todas las distancias. Convierte tu miopía en cercanía. Al que está lejos, al que es distinto, al que tiene necesidad… no lo veas lejos, míralo pero bien cerca.
Mª José García Romero, 14 de enero de 2018