Fiel cristiano laico
* Alájar (Huelva), 9 de diciembre de 1887
† Cazalla de la Sierra (Sevilla), 5 de agosto de 1936
48 años
Nació el 9 de diciembre de 1887 en Alájar (Huelva) y fue bautizado el día posterior en la Parroquia de San Marcos. Se le impuso por nombre Cristóbal. Sus padres fueron Ignacio Pérez Carabantes, propietario, y Matilde Pascual Delgado.
En Granada realizó sus estudios de Bachillerato y la Licenciatura de Derecho que concluyó con sobresaliente en 1916; más tarde estudió Farmacia. En septiembre de 1923 se hizo cargo en Cazalla de la farmacia que hasta entonces tenía su hermano Cástulo. Un año después se casó en la Parroquia de Ntra. Sra. de Consolación con la cazallense Purificación Rodrigo Gómez, cuatro años menor que él, con la que tuvo un hijo que apenas sobrevivió unas horas. A decir de sus amigos, todo aquel que refería en su despacho de botica lamentos y privaciones se llevaba la medicina gratuita y, si por casualidad aludía a su precario estado económico, cosa habitual dada la grave situación social, iba doblemente socorrido con el dinero que además de los medicamentos le entregaban sus caritativas manos. En política careció de participación más allá de ocupar una concejalía a comienzos de la Dictadura de Primo de Rivera.
En las difíciles circunstancias padecidas en Cazalla por los católicos (en particular su Párroco Antonio Jesús Díaz Ramos) durante la Segunda República en aplicación de la legislación secularizadora y laicista, Cristóbal Pérez Pascual formó parte de la Junta de Subsidios de la Parroquia constituida en abril de 1932 que procuraba fondos para su sostenimiento. Con su actitud procuraba paliar una legislación que en Cazalla se había traducido en impedir la salida del Viático a los enfermos; problemas con el toque de campanas; prohibición de uso público del ritual en los entierros e instalación de cruces en las sepulturas; también los centros educativos dirigidos por religiosos; rotulación de las calles; o que el registro de la casa rectoral y la Parroquia en mayo de 1936 bajo acusaciones falsas.
Al inicio de la contienda fratricida, uno de los primeros detenidos por las autoridades fue el Párroco Antonio Jesús Díaz Ramos; durante su cautiverio pudo conocer la destrucción de todo lo que estaba relacionado con la Iglesia en Cazalla y, tras padecer amenazas y burlas, fue objeto de una muerte martirial el 5 de agosto de 1936. Un día después de la sublevación este cristiano comprometido fue detenido y conducido a la cárcel el día 20. La celda en la que estaba pronto recibió el nombre de “La Clínica” porque consiguió aprovisionarse por medio de sus familiares, cuando le llevaba la comida, de los medicamentos más indispensables formando. Así formó un botiquín con el que auxiliaba a sus compañeros de cautiverio. El 22 de julio hizo llegar a su esposa unas “líneas que puede ser que permita Dios Nuestro Señor, que sean las últimas que te dirija, ya que la situación se agrava por momentos e ignoramos el final de todo esto”; encargaba algún donativo, se despedía de los familiares y “si llegara a morir, sólo te encargo me encomiendes mucho al Señor” para concluir “Reza por todos nosotros y quiera el Señor que esta sangre vertida sea para la salvación de la Patria”.
El 5 de agosto, sobre las tres de la tarde, todos los presos de la cárcel fueron acribillados a balazos y con bombas. Además de él, entre el más de medio centenar de víctimas se encontraban además del P. Antonio Jesús Díaz Ramos, el seminarista Enrique Palacios Monrabá asesinado junto a su padre Manuel Palacios Rodríguez, Mariano y Gabriel López-Cepero y Muru; Vicente García Manzano fue herido pero consiguió sobrevivir y dar testimonio de lo ocurrido. Al día siguiente recogieron los cadáveres y les dieron sepultura en el antiguo cementerio parroquial, que estaba junto a la cárcel. Con la entrada de las tropas nacionales el 12 de agosto se comenzó a construir en el mismo lugar un mausoleo que fue inaugurado el 5 de agosto de 1938.