La congregación de las Misioneras de la Doctrina Cristiana nace en 1878, fundada por un sacerdote Filipense, el Padre Francisco García Tejero, y por la Madre Mercedes Trullás y Soler, en Sevilla, donde ellos vivían. Actualmente realizan su misión en España (25 Comunidades); Argentina (3 Comunidades); Brasil ( 1 Comunidad); Nicaragua (2 Comunidades); Uruguay (2 Comunidades) y Togo (2 Comunidades). Loli Mendoza es trabajadora social y Misionera de la Doctrina Cristiana. Nos cuenta en primera persona cómo es su vida. Un testimonio vivo y real de entrega y servicio.
Soy Loli Mendoza. Misionera. Nací en Cumbres Mayores (Huelva), el 1 de Enero 1969, en una casa que se encuentra situada detrás del castillo. Mis padres decían que la cigüeña me dejó en una piedra del castillo donde estaba la casa y allí me recogieron. Era una casa alquilada, pues mis orígenes son humildes y quizás eso es lo que me impulsó a vivir una vida de entrega y servicio a los más necesitados.
Mi madre muere cuando yo tenía tan solo 4 años. Soy la más pequeña de tres hermanos. Viví mi infancia muy feliz. Una infancia normal. Fui a la escuela del pueblo y aun recuerdo mi primera maestra (Dª Encarna Carretero), el burrito pintado en la pared y las canciones que cantaba. Hice hasta octavo y no pude continuar los estudios porque mi padre no podía pagarlos. Recuerdo a mis maestros y compañeros de clase, no los nombro porque me podría olvidar alguno, pero los recuerdo con mucho cariño.
Un cambio radical a mi vida
En 1980, llegaron las Misioneras de la Doctrina Cristiana a mi pueblo y eso dio un cambio radical a mi vida. Aparte de lo que me inculcaron en mi familia de compartir y ayudar a los demás, sobre todo mi hermano Mere fue un apoyo fundamental en mi vocación y lo sigue siendo toda la familia. Me impresionó lo que hacían las hermanas y pensé que yo podía hacer lo mismo, entregarme a las personas que mas me necesitaran. Fue una decisión pensada, discernida con muchas personas del pueblo que me ayudaron en esos momentos. Las hermanas, sobre todo Rosa Mari Padilla, Remedios Castaño (mi catequista) y D. Demetrio López (párroco en ese momento en nuestro pueblo).
Las Misioneras de la Doctrina Cristiana me ofrecieron la posibilidad de hacer una experiencia comunitaria con ellas en Sevilla en las tres mil viviendas, donde se hacía una humanitaria labor desde la fe en el barrio. Esa experiencia también marco mi vida y también me ofrecieron la posibilidad de continuar el Bachiller, en Sevilla hice el noviciado y acabé mis estudios.
Votos definitivos
Hice mis primeros votos el 11 de mayo 1991, estuvieron presentes algunas personas del pueblo al igual que mi familia en la parroquia de Juan XXIII en Sevilla. COU lo hice en Fuente de Cantos donde viví en comunidad un año y en Madrid continúe los estudios, de Trabajo Social, todo encauzado hacia la solidaridad. Finalicé en 1994 y me enviaron a Galicia, a un pueblo que se llama La Estrada. Allí compartí mi vida con las hermanas de la Doctrina Cristiana, con un grupo de menores en dificultad y en caritas en la parroquia como coordinadora de programas sociales. En este lugar hice mis votos definitivos.
De Galicia pase a Aragón. Allí también viví una experiencia de solidaridad compartiendo con mi comunidad y con la gente de un barrio periférico de la ciudad. Trabajé en caritas diocesanas como coordinadora del programa de infancia y familia en situaciones de riesgo.Y de Huesca di el salto a África en el año 2000, en este continente es donde he vivido las experiencias más fuertes de mi vida.
Más humana y más cristiana
Escribir sobre mis experiencias vividas en estos años sería interminable, pues vivir en este lugar me ha hecho más humana y más cristiana.
El primer país donde estuve de este continente fue en Togo, frontera con Burkina Faso, Ghana, Benín. Primero viví en un pobladito al norte del país muy pobre (Defale), pero muy lleno de vida, color y danza. Eso cambió mi manera de ver el mundo, más universal, más original,… Compartí mi vida con las hermanas de la comunidad y en un hogar de niños y niñas huérfanos, que me impulsaban cada día en la misión.
Cuando llegue no sabía francés (lengua oficial de este país y de Burkina-Faso), por lo cual, después de esta experiencia, tuve que irme unos meses a Francia para aprender un poco. De vuelta en 2002, me enviaron a otro lugar de Togo, a Sokode, segunda ciudad el país. Una ciudad mayoritariamente musulmana. Esta fue otra experiencia fuerte para mí, donde aprendí a parte de convivir con otras culturas a convivir también con otras religiones.
Más tolerante al diferente
Vivíamos en un barrio periférico de la ciudad mayoritariamente musulmán, donde teníamos un Centro de promoción de la mujer y una guardería para acoger a los niños que venían con sus mamas y otros niños del barrio. La mayoría de las mujeres eran jóvenes musulmanas que habían sido casadas muy jóvenes, a veces forzadas y sin haber tenido la posibilidad de haber ido al colegio.
En nuestro centro se le daba la posibilidad de aprender costura, bordado, tintes…y además formación intelectual y humana. Tuve la suerte de vivir 7 años aquí, en contacto directo con muchas personas que me hicieron más solidaria con su manera de vivir, más tolerante al diferente, más ecuménica al trabajar con personas de otra religión. También teníamos contacto directo con la prisión y un trabajo activo de evangelización en la parroquia.
En enero del 2008, la congregación me envió a Guatemala, para formarme en aspectos psicológicos y espirituales para acompañar a jóvenes que se interesaban por ser misioneras en África. Otra visión del mundo y de la vida más universal y más abierta.
“El país de los hombres íntegros”
En 2008 llegué a Burkina Faso, país del África Occidental, marcado por el desierto y la sequía, pero como Togo lleno de vida. Lo llaman “El país de los hombres íntegros”. Lo importante de estar en estos lugares no es hacer muchas cosas, sino simplemente estar presente, acompañando y ofreciendo lo mejor de nosotras mismas a las personas que más lo necesitan. Mi misión aquí consiste en acompañar a un grupo de mujeres que luchan por su dignidad, en este país el 85% de las mujeres son analfabetas.
Trabajamos con una asociación que se llama Delwuende en el desarrollo integrar de las mujeres a través de micro créditos, para hacer un pequeño comercio y vivir más dignamente. Actualmente se está construyendo un Centro de Promoción para las mujeres de nuestro poblado y poblados de alrededor con la ayuda de una ONG española que se llama mujeres Burkina. Actualmente están en nuestra casa aprendiendo a coser y otras actividades formativa.
Momentos difíciles
El poblado donde vivimos es un lugar muy precario, donde aun no ha llegado la luz o el agua y la mayoría de las casas son de adobe. Vivimos a unos 7 km de la Capital pero el camino para acceder al centro de la ciudad es muy precario, son caminos de tierra sin canalizar por lo cual, en temporada de lluvias el acceso a este lugar es complicado.
También en estos últimos años hemos colaborado con un colegio próximo a nuestra casa donde asisten niños huérfanos y enfermos de SIDA, gestionando el comedor y el salario de los profesores.
Ya sabéis un poco de mi recorrido aunque también ha habido momentos difíciles.
En 2005 en Togo la muerte de un presidente que llevaba 40 años en el poder, desestabilizo el país y vivimos momentos duros junto a la gente, casas quemadas junto a nosotras, militares apuntando sus armas constantemente y el aislamiento de las hermanas de la Congregación y de la familia. En Burkina en 2009 unas grandes inundaciones arraso con las casas de barro y las pocas posesiones de la pobre gente de nuestro entorno.
En 2011 una revuelta militar, de la cual no olvido aún los tiros. Cuando estuve en España el año pasado y veía los fuegos artificiales de las fiestas de mi pueblo recordaba esos momentos de pánico. Y este año aún en Burkina la “revolución negra”. Más de 30 muertos que lucharon por la libertad para derrocar a un presidente tirano que lleva años en el poder cometiendo grandes injusticias sociales.
Doy gracias al Dios de la vida
Pero a pesar de esto, han sido grandes las satisfacciones en este lugar. Haber salvado la vida de muchos niños y niñas, ver como las mujeres son capaces de recuperar su dignidad perdida, vivir con pocas cosas y ser felices, ofrecer lo poco que tienen sin ningún interés.
Doy gracias al Dios de la vida, que en este lugar se hace presente de una manera especial, a mi familia por los valores solidarios que me inculcaron y a mi congregación por la oportunidad que me ofrecieron de haber vivido 15 años en este lugar. Merece la pena dar la vida por los demás.