En estos días de inicios del mes de diciembre hay cierto debate sobre la conveniencia de las luces de Navidad en relación con la situación de emergencia climática que vivimos y también en relación con el tiempo de Navidad, dónde deben encenderse las luces, así como las horas que deben estar encendidas cada día. De esta forma, diferentes ciudades ofrecen alternativas distintas. Y surgen las preguntas, ¿qué hacer? O bien, ¿qué alternativa es la más correcta?
Pero antes de entrar en disquisiciones de tipo ecológico, social o económico, quisiéramos poner de manifiesto qué significa la luz de la Navidad para los católicos. Podemos construir la frase en plural y así hablaríamos de las luces de la Navidad. El tiempo de Navidad que hemos iniciado con el primer domingo de Adviento, como ya hemos manifestado en este blog, es un tiempo de reflexión y esperanza. Nace de nuevo el Niño Dios y se renueva el mensaje, una vía transformadora a nivel individual y colectivo. La luz nos quita las sombras, la luz del Señor nos dispersa las sombras del abatimiento, del odio, de la avaricia, y otras muchas que nos asolan generando infelicidad individual y colectiva. Las luces de la Navidad son luces de amor, esperanza, convivencia, sentimientos colectivos, encuentro, familia, amigos, y un sinfín más de elementos para hacer la vida mejor.
Pasemos a otro plano. Decir que no debemos poner luces de Navidad por la emergencia climática que vivimos es un disparate. Mucho más efecto negativo, en el sentido de incrementar la citada emergencia climática, tienen las reuniones políticas que celebramos, con abundancia de vuelos privados con elevada huella de carbono: COP27 de Egipto, reunión de la OTAN, y qué decir del mundial de Qatar. La mayor parte de nuestras ciudades carecen de un Plan Estratégico de Mitigación y Adaptación ante el Cambio Climático, o no tiene calculada su huella de carbono ni su capacidad de secuestro de CO2 en relación con su infraestructura verde. Ante estas evidentes carencias, ¿con qué criterio de análisis planteamos el efecto de las luces de Navidad?
La iluminación navideña tiene un evidente efecto social positivo. Las personas salen de sus casas, pasean por sus barrios, visitan los centros urbanos, con lo que la caminabilidad de la ciudad se incrementa y, con ello, la salud de las personas. Y las personas se encuentran y se incrementa la socialización urbana. Benditas luces navideñas.
España está sufriendo dos crisis económicas, una iniciada en 2008 con base económica y otra iniciada en 2019, debido a la conocida como pandemia del SARS-CoV-2, con consecuencias económicas, sanitarias y sociales muy graves, aún no bien evaluadas. Se dice que la Navidad fomenta el consumo, es cierto, pero también fortalece la economía de proximidad, la economía en general distribuida, alejada de la concentración de economía en bancos y sector energético, las tiendas de los barrios ganan con las luces navideñas.
Que la luz de la Navidad, en sentido espiritual, llegue a todos, y que las luces navideñas contribuyan a una sociedad más cohesionada, más feliz, donde se atenúen las diferencias y brechas sociales y económicas que sufre España.
Disfrutemos de las luces navideñas y agradezcamos la labor de quienes las hacen posible en este tiempo tan especial.
Manuel Enrique Figueroa