La riqueza del compartir
Siguiendo con los homenajes, a la espera de la reapertura de los cines, rescatamos una película de año 2000 quizá no muy conocida para el gran público. Su director, el norteamericano Gus Van Sant, cultiva el llamado ‘cine de autor’, pero también cuenta en su filmografía con producciones de tinte más comercial. Por poner dos ejemplos, Van Sant estuvo nominado al Premio Oscar como mejor director por un título tan popular como “El indomable Will Hunting” (1997), y ganó la Palma de Oro en Cannes por la minoritaria “Elephant” (2003).
“Descubriendo a Forrester” es un filme que podría encontrarse a medio camino entre esas dos tendencias del director. Un culto guion de Mike Rich y la impecable interpretación de Sean Connery son las bazas principales de esta cinta, pero no las únicas. La historia que se nos cuenta tiene dos protagonistas separados por un buen puñado de años y, aparentemente, de intereses. Jamal (Ron Brown) es un tranquilo muchacho afroamericano del Bronx, magnífico jugador de baloncesto y anónimo escritor en la intimidad. William Forrester (Connery) es un novelista escocés, autor en 1954 de su único y aclamado libro, ganador del Premio Pulitzer; por motivos que nadie conoce, lleva 30 años retirado de la vida social y literaria, y viviendo en un piso del conflictivo barrio neoyorquino. El encuentro entre ambos está servido.
Es cierto que la trama no brilla por su originalidad ni alcanza el nivel de, por ejemplo, “El Club de los Poetas Muertos”. Es verdad que algunas secuencias pueden estar inspiradas en otros títulos que también abordan la relación maestro-discípulo. Pero no cabe duda de que estamos ante una película de calidad, con diálogos profundos, una puesta en escena vistosa y elegante, una variada banda sonora y secundarios tan eficaces como F. Murray Abraham o Anna Paquin.
Gradualmente, al ritmo de la amistad que va surgiendo entre Forrestrer y Jamal, el relato gana en emoción. Y así vamos conociendo las preocupaciones de los protagonistas, las inseguridades que les atenazan, sus egoísmos y cobardías… Pero también las ilusiones que guardan en sus corazones, las buenas cualidades que poseen y el papel de ambos en un mundo a veces hostil. Una amistad terapéutica que el espectador presencia como principal testigo, y que tiene en su apuesta por la lealtad, la necesidad del esfuerzo y la igual dignidad de todas las personas unas cuantas buenas razones para ver el filme.
Juan Jesús de Cózar