LA PAZ COMO CAMINO DE ESPERANZA: DIÁLOGO, RECONCILIACIÓN Y CONVERSIÓN ECOLÓGICA
Este es el lema del mensaje para la Jornada Mundial de la Paz que el 1 de enero el papa Francisco envío a todo el mundo.
Desde que en 1968 San Pablo VI lanzase su primer mensaje todos los años, los distintos papas han dado a conocer algún aspecto de cómo construir la paz para que los católicos y las personas de buena voluntad lo tuviesen en cuenta durante todo un año.
Cinco son las claves que Francisco destaca este año:
1.- La paz, camino de esperanza ante los obstáculos y las pruebas.
La paz es un bien precioso al que aspira toda la humanidad. En este sentido, la esperanza es la virtud que nos pone en camino y nos hace superar obstáculos que pueden parecernos imposibles para lograr esta ansiada paz.
Nuestra comunidad humana lleva en su memoria y en su carne los signos de guerras entre hermanos, que suponen un fracaso como humanidad y que deja sus huellas destructivas sobre todo en los más pobres y vulnerables. El papa dice que estas guerras, nacen con frecuencia por la intolerancia a la diversidad del otro, por el egoísmo asentado en el corazón del hombre, por el odio, la soberbia… y se nutren de la perversión de las relaciones, de las ambiciones hegemónicas, de los abusos de poder, del miedo al otro y de la diferencia vista como un obstáculo.
A la vez la guerra alimenta todo lo dicho anteriormente. Pero la estabilidad en el mundo no se puede mantener sobre el miedo a la aniquilación. Debemos buscar la verdadera fraternidad basada en nuestro origen común en Dios y ejercida en el diálogo y la confianza recíproca.
2.- La paz, camino de escucha basado en la memoria, en la solidaridad y en la fraternidad.
Cita el papa aquí a los Hibakusha, sobrevivientes de los bombardeos atómicos en Hiroshima y Nagasaki que mantienen la memoria viva de lo que ocurrió allí porque es la única forma de evitar que el deseo de dominación y destrucción vuelva a ocasionar más guerras.
La memoria es el horizonte de la esperanza y es necesario recordar que en los momentos oscuros de las guerras surgen a veces gestos heroicos de solidaridad y compasión que avivan fuerzas y energías para construir un mundo donde domine la convivencia.
Construir la paz no es fácil porque están en juego las relaciones entre las personas, las comunidades y las naciones. Por ello, el mundo no necesita palabras vacías sino testigos convencidos, artesanos de la paz abiertos al diálogo sin exclusión ni manipulación.
Es un compromiso constante en el tiempo que trabaja pacientemente por la verdad y la justicia, que honra la memoria de las víctimas y que se abre a una esperanza común más fuerte que la venganza.
3.- La paz, camino de reconciliación en la comunión fraterna.
Se trata de hacernos eco de la llamada de Dios a través de los profetas para abandonar el deseo de dominio sobre los demás y aprender a vernos como personas, como hijos de Dios, como hermanos. Debemos ver al otro como la promesa que lleva dentro de él y no encasillarlo en lo que dijo o hizo.
El camino de reconciliación nos hace encontrar en lo profundo de nuestro corazón la fuerza del perdón y la capacidad de reconocernos como hermanos y hermanas.
Estas afirmaciones deben ser llevadas también al campo económico y político y como la paz lo impregna todo, ésta no se podrá conseguir sin un sistema económico más justo.
4.- La paz, camino de conversión ecológica.
Este papa, que habla siempre de cómo nos relacionamos con Dios, con las personas, la naturaleza, las cosas, nos dice que las consecuencias de nuestra hostilidad hacia los demás, la falta de respeto por la casa común y el uso abusivo de los bienes de la tierra, hacen necesario una conversión ecológica que nos lleve a un camino de reconciliación con la Creación.
Necesitamos una conversión ecológica que nos lleve a una escucha y contemplación del mundo que Dios nos ha dado para convertirlo en la casa de todos.
Necesitamos un cambio en las convicciones y en la mirada, que nos abra al encuentro con el otro y a la acogida del don de la creación, que refleja la belleza y la sabiduría del Hacedor.
De aquí surgen las motivaciones profundas de una nueva forma de vivir en la casa común y de encontrarnos unos con otros desde la propia diversidad, de celebrar y respetar la vida recibida y compartida, de preocuparse por las condiciones y modelos de sociedad que favorecen el florecimiento y la permanencia de la vida en el futuro, de incrementar el bien común de toda la familia humana.
5.- Se alcanza cuanto se espera.
El camino de la reconciliación requiere paciencia y confianza. La paz no se logra si no se la espera.
El miedo es a menudo una fuente de conflicto. Debemos ir más allá de nuestros temores humanos, reconociéndonos hijos necesitados de Aquel que nos ama y espera. La cultura del encuentro entre hermanos y hermanas rompe con la cultura de la amenaza.