El 19 de marzo tenemos una celebración doble, el Día del Padre y la festividad de San José. Este es uno de los días en que, en los ocho años que llevo colaborando con el blog, escribo con mayor gusto. Lo hago también, con especial cariño, en Navidades, en el Día de la Madre y en el Día de la Mujer, son celebraciones con las que me siento identificado. Hay muchos motivos a lo largo del año para escribir y recurro a ellos de forma regular, pero días como este me atraen especialmente. Hablaremos en esta contribución de la figura del padre en la familia en el mundo actual y también de la figura de San José en el marco de la Sagrada Familia. Hay motivos más que suficientes para celebrar el Día del Padre, igual que los hay para celebrar el Día de la Madre.
En la revista Iglesia en Sevilla (nº 334, semana del 19 al 25 de marzo) se ha publicado un artículo que lleva por título “Ser padre, un reto de esperanza”. Se manifiesta en dicho artículo que nadie enseña a ser padre, no hay recetas ni métodos infalibles. Es verdad que ser padre es un reto de esperanza y el ejemplo de los padres a los hijos, su enseñanza en la realidad del mundo, su vocación de amor incluso desde la debilidad y la imperfección es importante. Más adelante en esta contribución hablaremos de San José y su esencial papel en la vida de Jesús. El citado artículo dice que los roles predeterminados desaparecen, ya que hay que actuar como padre y como madre en la vida cotidiana. Aspectos como la ternura, se añade, tradicionalmente vinculados en mayor medida con las madres, brotan de forma natural en la figura paterna. En este tiempo que vivimos hay personas que abogan por eliminar el Día del Padre y cambiarlo por el Día de la Persona Especial. Por supuesto que los padres y las madres son figuras especiales, pero no por ello debemos renunciar a que celebremos ambos días, ya que ambas figuras son reales independientemente del modelo de familia en un mundo en cambio, un mundo que conserva lo bueno de lo anterior, como todo proceso evolutivo, pero admite cambios adaptativos. Existe la sugerencia de que, porque hay familias monoparentales, y también cuando son dos madres o dos padres, lo que hay que celebrar es el Día de la Persona Especial. Considero que, en todos los casos, hay que celebrar el Día del padre y el Día de la Madre, ambos conceptos están implícitos hoy en cualquier modelo de familia. También hay madres que educan solas a sus hijos e hijas, al igual que padres que también lo hacen, y custodias compartidas y, con ello, educación y cuidados.
Está claro que hay cambios y también diferentes tipos de familias, distintas a las que una mayoría hemos vivido. Es cierto y por ello es necesario discernir y mirar con amplitud, en el caso de los católicos amplitud con miras evangélicas tomando como ejemplo a Jesús y su comportamiento con la sociedad de su tiempo. No creo que haya que suprimir el Día del Padre ni el Día de la Madre, ambas figuras son esenciales en el mundo de hoy, lo que hay que hacer es acomodarlas a los nuevos tiempos que vivimos, donde hace falta amor, el amor que dan padres y madres, también en el marco de los nuevos modelos de familia, y no desamor. Comprensión y acogida son dos elementos claves de la fe que compartimos. En mi familia, desde la infancia, me han aproximado a la figura de San José, especialmente mi padre, al que debo tanto.
En estos tiempos hay sufrimiento en el mundo por muchas razones, causas económicas, guerras, enfermedades, y los padres del mundo, en el tipo de familia que sea, juegan un papel esencial, por ello no me cabe ninguna duda de que celebrar el Día del Padre, y con este nombre precisamente, es justo y necesario. Las relaciones entre padres y madres y sus hijos e hijas, en todo el planeta, y en la amplitud de la vida, en todas las etapas vitales y conductuales de la descendencia producen efectos profundos y variados que perduran toda la vida y configuran modos de vida. Una madre puede actuar como padre, puede ser también padre, y un padre puede ser madre en su atención a los hijos e hijas.
Si repasamos los Evangelios Canónicos encontramos que no en todos aparece la figura de San José, el padre legal de Jesús, una persona esencial en la vida de Jesús y María. San Josemaría Escrivá de Balaguer nos invitaba a tenerle una especial veneración. No hay referencias a la figura de San José ni en el Evangelio de Marcos ni en el evangelio de Juan. Sí aparece en el Evangelio de Lucas y en el Evangelio de Mateo, especialmente en los textos de este último. Los Evangelistas Mateo y Lucas, al narrar la infancia de Jesús, muestran el papel especial y esencial de José. Los Evangelios no recogen ninguna palabra de José, no habló nunca de acuerdo con lo registrado en el texto evangélico. Tampoco escribió nada. Fue en este sentido un hombre de silencio. José pasa por el Evangelio, de acuerdo con Federico Suárez, como una sombra, inadvertido, sin agitación ni ruido, un hombre a veces a solas con Dios y con su conciencia que examina con serenidad la situación que vive en cada momento y hace frente con lucidez a las circunstancias y carga con su propia decisión. El Papa Francisco ha escrito un precioso libro, en el año 2022, sobre San José que lleva por título San José, corazón de padre. Nos dice el Papa que “José es un hombre normal y su santidad consiste en haberse convertido en santo a través de las circunstancias buenas y malas que debió vivir y afrontar”. De acuerdo con el Papa, el silencio de José, al que ya hemos aludido, “no es mutismo, es un silencio lleno de escucha, un silencio trabajador, un silencio que hace emerger su gran interioridad”. Cuando leemos el evangelio tanto de Mateo como de Lucas vemos como José fue quien, acompañado de María en su papel de madre, defendió, alimentó, cuidó y enseño a Jesús en su infancia. Fue, como dice el Papa “un hombre de los tiempos difíciles”, tan difíciles como los que viven hoy muchos padres y madres, muchas familias, algunas de las cuales, demasiadas, tienen que emigrar como hicieron José, María y Jesús.
José tuvo la capacidad y el discernimiento de escuchar la voz de Dios en momentos críticos: cuando María queda encinta, cuando tienen que huir de Belén y cuando tienen que volver a Nazaret. José fue un “migrante perseguido y valiente”, de acuerdo con el Papa Francisco, que protegió lo más valioso que tenía, su familia. Nos dice Francisco que “la migración actual es una realidad ante la que no podemos cerrar los ojos. Es un escándalo social de la humanidad”. José fue un padre atento, en oración permanente que le permite escuchar el mensaje, un mensaje divino esencial para que ocurriera todo lo que sobrevino después y que da una oportunidad de cambio global para el mundo desde el amor, la comprensión, la acogida y la esperanza. Jesús aprendió de su padre un oficio, un trabajo, siendo el trabajo, de acuerdo con el Papa francisco una “unción de dignidad”. Para el Papa es hermoso pensar que Jesús mismo trabajó, tuvo un oficio, y que aprendió ese arte de la mano de José, su padre legal, quien lo cuidó en su infancia. Es muy gratificante para los padres poder ver que sus hijos aprenden un oficio, una aproximación a la vida, de ellos. El ejemplo de la figura del padre y de la madre, incluyo los nuevos modelos de familia, es importante y nos dice el Papa Francisco “Estoy convencido de que la relación de paternidad que José tenía con Jesús ha influenciado tanto su vida hasta el punto de que la futura predicación de Jesús está plena de imágenes y referencias tomadas precisamente del imaginario paterno”. Manda el Papa un mensaje a los nuevos padres “Los hijos de hoy que se convertirán en los padres de mañana deberían preguntarse qué padres han tenido y qué padres quieren ser”. En los Evangelios no se nombra nada de la muerte de José, de hecho, su figura desaparece en los últimos párrafos referidos a la infancia de Jesús, en el suceso de la perdida de Jesús y su encuentro el Templo por José y María, y es María quien expresa algo en ese momento. Aparece de nuevo, sin nombrarlo por su nombre, su figura en el Evangelio de Mateo (Mateo, 13,55) cuando alguien se pregunta: ¿No es este el hijo del artesano?
Existen otros libros donde podemos encontrar semblanzas magníficas de la vida y el papel de San José. Recomendamos la lectura de José, esposo de María, de Federico Suárez, y San José. Acoger, proteger y alimentar, de Fabio Rosini. José acogió, protegió y alimentó a Jesús. El libro de Rosini nos muestra un José en tiempos muy difíciles ante decisiones comprometidas. Primero, se encuentra con una esposa que está embarazada y él no es el padre de la criatura; posteriormente, debe huir con su familia, migrar y, tras un tiempo, debe decidir volver a su tierra. Su atenta escucha a la voz del Ángel de Dios le permite discernir el camino correcto. José custodia a su familia.
Deseo en este día, Día del Padre y festividad de San José, tener un recuerdo afectuoso para D. Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo Emérito de Sevilla, verdadero padre Espiritual de la Iglesia Metropolitana de Sevilla y a quien considero mi Padre Espiritual por su ejemplo, mensajes de vida y trascendencia, y cercanía durante los pasados años, y también en la actualidad, ya que con su apostolado y oración nos vivifica.
Quiero felicitar en este día a mi hijo Quique, con quien comparto los temas y la redacción de este blog desde hace años, un apoyo esencial y constante, y lo felicito porque en esta Semana Santa será padre, y también felicito a Elisabeth, su pareja, la madre del hijo que ambos esperan con ilusión, y que los realizará como madre y padre ejemplares, e incrementará una familia a la que bendigo, deseando que la Sagrada Familia sea su inspiración.
Manuel Enrique Figueroa