Moisés Benahmed Silva
1999 (Lebrija)
Seminarista del 3er curso del Seminario Metropolitano de Sevilla
Durante estos meses la formación del Seminario Metropolitano de Sevilla se extiende a diversas ‘pastorales de verano’ en la que los seminaristas, fuera de la casa de formación ayudan en diversas realidades eclesiales. Este año un grupo de cuatro seminaristas de diversos cursos junto al vicerrector, el sacerdote Manuel Jiménez, se encuentran en Perú apoyando la misión desde la Amazonia, concretamente en el Vicariato de Requena.
Uno de los misioneros es Moisés Benahmed, del tercer curso del Seminario Metropolitano de Sevilla. “Sinceramente es un regalo de Dios encontrarme en Perú viviendo esta corta pero intensa experiencia de misión. Desde que aterrizamos en Lima están siendo días de conocer a muchas personas cada una con una historia del paso de Dios por su vida. Dios se hace una y otra vez el encontradizo justamente allá donde no le imaginamos”, afirma.
Evangelizar a través del testimonio
Los sacerdotes formadores del seminario propusieron esta misión en Perú con el objeto de evangelizar, “que es el centro y el motivo de existencia de la Iglesia. Personalmente es algo totalmente nuevo; encontrarme al otro lado del atlántico con una cultura y religiosidad distinta”.
Estar de misiones le ha permitido a Moisés darse cuenta “de la grandeza de la Iglesia; nos sentimos acogidos por todos como hermanos y no como desconocidos”. Yendo más al fondo, “esta experiencia vuelve a llamarme a la sencillez, cuando hablamos de evangelizar pensamos en grandes epopeyas, pero el Señor demuestra que tan sólo se ha de dar testimonio; porque cuando Él es de verdad el centro de una vida, esa vida es plena, feliz. Por eso pienso que el gran regalo es la misión que el Señor ha hecho y está haciendo en el corazón de los cinco que hemos venido aquí, más allá de todo lo que podamos sembrar”, expresa.
En este sentido, la doble vertiente de dar y recibir, “querida por Dios y a veces temida por los seres humanos nos permite crecer y enriquecernos compartiendo aquellas riquezas que tenemos y que tienen los demás. Por supuesto que nosotros en Perú hemos compartido la grandeza de Dios, pero como digo, volvemos más llenos de Dios de lo que vinimos y más vacíos de tantas cosas que parecen imprescindibles. Las personas con las que nos hemos encontrado en la selva peruana nos muestran que sólo Dios y la confianza en su providencia son necesarias”.
Relata que han estado compartiendo con un sacerdote franciscano que lleva 25 años viviendo en Genaro-Herrera, junto al cauce del río Ucayali. “Su entrega a Dios, siguiendo a san Francisco me ha impresionado y sobre todo me causó impacto su testimonio de fidelidad a Dios ante la soledad cada noche al cerrar la casa y despedir a los niños de la escuela y a los feligreses. Allí es donde ves hecho carne aquello que en el seminario nos advierten, que hemos de entregarnos de veras a Dios, y a poner solo en Él nuestra confianza, sino todo será en vano”.
En cuanto a la distribución de las tareas explica que “tras coger fuerzas con el desayuno, cada uno es enviado por el vicariato de Requena a alguna misión en particular. Hay días que toca hablar en la radio, arreglar algunas capillas con lija y pintura, también somos enviados a los colegios, instituciones, al trabajo en la casa, o a poblados cercanos donde hace tiempo que no se celebra la Eucaristía… Como aquellos 72 discípulos o nuestras hermanas de la Cruz, a todo vamos de dos en dos, intentando aprovechar al máximo los horarios para llegar a cuantos más mejor”.
Finalmente expresa que “las comunidades que viven dispersas por la amazonia que hemos podido conocer, también son comunidades animadas y que, pese a las dificultades, como la falta de sacerdotes, siguen en el camino del Señor”.