Los conventos de clausura de nuestra archidiócesis son depositarios de numerosas tradiciones que se van manteniendo año tras año, a veces siglo tras siglo.
Son muchas las que permanecen casi ocultas por tener lugar en el interior, en el espacio dedicado a la clausura, pero otras gozan de una gran devoción y popularidad, siendo una oportunidad importante para estrechar lazos entre los devotos y la comunidad. Una de estas últimas es la devoción del denominado Niño Jesús Milagroso del Convento del Espíritu Santo de Sevilla.
La fundación de este convento data de 1538, como monasterio femenino contemplativo sin actividad de hospital como en su día había concebido para sus casas el fundador de la orden Guido de Montpellier a finales del siglo XII.
Diversos avatares condujeron a que la rama masculina fuera suprimida en el siglo XIX, permaneciendo la rama femenina que, además de esta casa de Sevilla, mantiene otras en Sangüesa, El Puerto de Santa María y Puente de la Reina.
La Orden del Espíritu Santo, que en principio fue fundada como orden hospitalaria e incluso se intentó reconvertir en orden militar, pasó a ser finalmente una orden contemplativa, aunque nunca ha perdido del todo su espíritu de hospitalidad y acogida.
Sorpresa en una caja
Según la tradición, un desconocido se acercó al torno del convento a depositar una caja con la idea de que fuese guardada un tiempo por las monjas. No hay que ver en ello nada extraño; era muy frecuente que en los conventos se dejarán toda clase de objetos, desde donaciones particulares a niños recién nacidos que no podían ser mantenidos por sus padres. Pasaban los meses y el señor que había dejado la caja al cargo de las monjas con la intención de volver a recogerla, no aparecía.
Transcurrido un año, la abadesa decidió abrir la caja y, con gran sorpresa de toda la comunidad, comprobaron que se trataba de una imagen del Niño Jesús que dieron en llamar el Niño Esposo y fue vestido con el hábito de la rama masculina de la orden.
Tradiciones similares se dan en otros monasterios, de la misma forma que ocurre con imágenes marianas que aparecieron en sitios despoblados y fueron llevadas a la iglesia, volviendo una y otra vez al lugar en que fueron encontradas, dando a entender que allí fuese construida una ermita para su culto y devoción.
El Niño Jesús Milagroso
Las revelaciones que el Niño hizo a la Madre Juana de la Cruz Lozano, que por entonces habitaba el monasterio, y los muchos favores concedidos a los devotos hicieron que se comenzara a llamar Niño Jesús Milagroso, nombre con el que es conocido en la actualidad.
La imagen, de estilo montañesino, sujeta una cruz con su mano izquierda y porta en la derecha una campanita y un silbato en forma de pez. Estos últimos simbolizan las llamadas que el Niño hace a la piedad. Hay quien afirma que la campana se oye cuando el Niño concede algún favor.
El aumento de su devoción hizo que se establecieran paralelismos con el Niño Jesús de Praga. La imagen permanece en el coro bajo de la iglesia conventual y se expone al público en la iglesia el día del Dulce Nombre de Jesús, festividad que se celebra el 3 de enero, en Pascua de Pentecostés y el primer domingo de cada mes.