La nueva versión del mítico clásico de Disney de 1994 se estrenó el pasado 19 de julio, y ya se ha convertido en la película de animación más taquillera de la historia. Los 1.500 millones de dólares recaudados hasta la fecha en todo el mundo, son una prueba incontestable del enorme tirón popular de este El rey león (2019), que sin embargo no ha convencido a la mayoría de la crítica especializada.
Jon Favreau, que también dirigió El libro de la selva (2016), nos ofrece un espectáculo visual y sonoro deslumbrante. Rodeado de un equipo técnico de primer nivel, la factura de la cinta brilla por todas partes: una apabullante animación, cercana a la textura documental; la fotografía de Caleb Deschanel, nominado al Oscar por La Pasión de Cristo, de Mel Gibson; y la banda sonora de Hans Zimmer, con las conocidas canciones de la primera versión y dos nuevos temas a cargo de Elton John y de Beyoncé.
El argumento es el mismo en ambas entregas. Mufasa, el león que gobierna sabiamente las Tierras del Reino, y su esposa Sarabi han tenido un hijo y heredero: Simba. Su nacimiento despierta el resentimiento de Scar, hermano de Mufasa, que aspira a convertirse en el nuevo rey. Mientras Simba crece y Mufasa le instruye en la ejecución de sus futuras tareas, Scar trama un siniestro plan para apoderarse del trono. Una historia que tiene más de un punto común con el Hamlet shakesperiano, y a primera vista arriesgada teniendo en cuenta que va dirigida principalmente al público infantil. Porque en el guion están presentes la vida y la muerte, la bondad y la malicia, la generosidad para servir y la ambición de poder para dominar. Un cóctel que la experiencia de Disney sabe suavizar para sugerir sin mostrar, para impactar sin herir.
¿Dónde está entonces el problema de la película para decepcionar a los críticos? Se podría resumir en una frase: mucho envoltorio, menos encanto. En la versión del 94, la paleta de colores, los momentos de humor, las escenas románticas entre Simba y Nala…, alcanzaban ese punto mágico que la convirtieron en una obra maestra de animación. Y lo lograban en buena parte gracias a unos dibujos muy expresivos, capaces de conectar con la emotividad del espectador. En el filme que nos ocupa se sacrifica esa expresividad a favor de un diseño realista y perfecto técnicamente.
No obstante, este nuevo rey león merece respeto. Y no solo porque haya contado con el plebiscito del público, sino por los muchos valores que difunde a través de una colección de valiosas sentencias. Como esta: “El poder se demuestra en la compasión”.
Juan Jesús de Cózar