Corría el año 43 del siglo pasado cuando una pertinaz y grave sequía asolaba las tierras granadinas. Ugíjar, en aquel momento uno de los centros destacados de la Alpujarra, fue una de las localidades afectadas. Allí desempeñaba su trabajo el joven Fernando Rielo, que con el tiempo sería fundador de las misioneras y los misioneros identes; era el jefe del Servicio de Correos y tenía numerosas pedanías a su cargo. Los vecinos, que lo trataron con cariño y respeto, estaban acostumbrados a verle recorrer los metros que separaban la ermita de san Antón del centro del pueblo, un espacio que acogía sus meditaciones, sus añoranzas, el coloquio que mantenía con su Padre celeste, la pasión de su vida.
Igualmente el párroco, con el que tenía gran confianza, conocía el espíritu religioso de Rielo. Por eso acogió de buen grado su sugerencia para atraer la tan ansiada lluvia. Fernando le propuso sacar en procesión la imagen del Sagrado Corazón de Jesús con ese fin. Y así se hizo uno de esos días del otoño que más parecían del verano con un espléndido sol del que convenía resguardarse y ante el que era difícil creer lo que iba a suceder de inmediato. Ante tales circunstancias las gentes emprendieron la procesión, digamos que con una fe incompleta, si así se puede decir. En una palabra, querían, esperaban que sucediese el “milagro” de la lluvia, y seguro que sus oraciones iban encaminadas a obtenerlo, pero no se arriesgaban a creer de antemano.
Fernando Rielo sí lo creyó. Por eso salió con su paraguas; fue el único que lo hizo. Era bien conocido en el pueblo, y la gente se extrañó de este gesto. Le preguntaron, y respondió sencillamente explicando por qué llevaba el paraguas: Si vamos a pedir al Sagrado Corazón de Jesús que llueva pues lloverá. Tal cual. No llevaría ni diez minutos la imagen en la calle cuando el cielo se abrió de par en par y un torrente de agua cayó sobre el vecindario de tal modo que quienes portaban al Sagrado Corazón se vieron obligados a protegerlo en el primer lugar que tuvieron a mano.
El episodio, que no pasó desapercibido, se fue narrando en la localidad durante un tiempo. El relato terminaba recordando que el único que ese día no se mojó fue “el señor del paraguas” y con este cariñoso apodo mencionaban algunos al Fundador de los misioneros identes.
Tanto impacto tuvo el hecho que a don Francisco Puertas, que fue párroco de la iglesia de san Agustín de Granada capital, se lo contó su director espiritual para ponerle un ejemplo de lo que es la fe, ejemplo que no había olvidado. Tan asentado lo tenía dentro que un día se lo transmitió al canónigo de la catedral de Granada don Rafael Pérez Bujaldón. A este le sucedió lo mismo, ya que en 2007 siendo ya muy mayor dejó escrito y firmado este testimonio que autentifica la veracidad de lo expuesto y el alcance que tuvo el signo externo de fe de Fernando Rielo, cuyo centenario de nacimiento estamos celebrando en el presente 2023.
Isabel Orellana Vilches, misionera idente