¿Dónde verla?: En varias plataformas digitales
Estrenada el pasado año en cines, “El viaje a París de la señora Harris” ya se encuentra disponible en diferentes plataformas online. Está basada en la original novela del americano Paul Gallico, un escritor y crítico de cine que, por accidente, alcanzó también reconocimiento como periodista deportivo. Cosas de la vida.
En esta cinta nada es lo que parece. Para abrir boca, una humilde limpiadora de Londres de postguerra termina convirtiéndose en pieza clave para el taller Dior en París. Y como esta, unas cuantas sorpresas le esperan al espectador y le dejan boquiabierto y patidifuso.
Y es que estamos ante uno de esos filmes de gusto general, tan entretenido y divertido como su protagonista. A la postre es la historia de varias personas que buscan lo que todos buscamos: realizarnos a través del amor. Pero la señora Harris lo hace usando un arma ‘secreta’: la amabilidad. Una amabilidad que no empalaga, sino que más bien ilumina y transforma todo lo que toca.
San Juan de la Cruz aconsejaba: “Donde no hay amor, pon amor y sacarás amor”. Y así es como, con amabilidad, que es la prueba palpable de un amor cotidiano, esta simpática mujer consigue sacar lo mejor de todos. Por asociación, me viene a la memoria un libro que leímos en casa y nos descubrió las insospechadas consecuencias de esta elegante forma de caridad. Su título es “El poder oculto de la amabilidad”, y su autor Lawrence G. Lovasik. Para algunos es un manual de cómo ser santos (y por tanto felices) en esta vida.
Tanto en la novela de Gallico como en la película late con claridad la idea de la frugalidad y la fragilidad de los sueños y las aspiraciones humanas. Que cuando las cosas ‘están de Dios’ salen; y cuando no, no. Que por mucho que uno se empeñe por alcanzar o evitar algo, Dios tiene siempre tiene mejores planes para nosotros. Algo que se evidencia cuando nuestra protagonista pone sus esperanzas en cosas materiales y comprende que no le llenan; que lo que anhelamos, en el fondo, es el amor que damos y recibimos de las personas, y que un buen camino para lograrlo es la práctica de una gozosa amabilidad.
Dirige y escribe este largometraje Anthony Fabian en un ejercicio de ‘yo me lo guiso, yo me lo como’, con un resultado sorprendentemente bueno y un dulce sabor de boca final. En último término, esto es lo que más le agradecemos al cine: que nos deje con un sosiego en el alma y una sonrisa en los labios.
Guillermo De Lara Domínguez