Elisa Barbero, universitaria.
Presidenta de la Asociación Celestino Mutis (UPO).
Elisa es de esas personas que dejan huella. Su manera de hablar de la fe, su madurez, su alegría, su vida entregada a los empobrecidos, todo en ella invita a lo trascendente. Esta universitaria tiene una especial sensibilidad por los inmigrantes, “jóvenes con nuestras mismas ilusiones y sueños”, cuyo testimonio –asegura- la interpela continuamente, “su mensaje de lucha y esperanza”. Por eso decidió estudiar Traducción e Interpretación, para “ser puente y mediadora con otras culturas”.
“Tenemos que poner al servicio de los demás los dones que Dios nos ha dado”
Su compromiso va mucho más allá de su vocación laboral; además, colabora con varias asociaciones. Entre ellas la Casa Mambré de CVX o Espacios Berakah, grupos en cuyo ideario está la profunda creencia que en el encuentro con el otro, con el forastero, se genera un efecto transformador tanto en el huésped como en el anfitrión y por contagio, en toda la sociedad. Aunque su vinculación con la Asociación Manos Jóvenes es ciertamente más especial: “Fui una de las estudiantes del colegio Claret que fundamos esta Asociación en la que hoy participan universitarios con inquietudes de voluntariado, concretamente con inmigrantes o discapacitados”.
Pero Elisa sabe bien que las “periferias existenciales” de las que habla el papa Francisco pueden estar cerca de nosotros. Así, ella vive su misión en la Universidad Pablo de Olavide, donde estudia. Allí se ha creado recientemente la Asociación Celestino Mutis, de la que es presidenta. “Es un ambiente difícil pero ya estamos viendo los frutos. Celebramos encuentros y debates con jóvenes alejados de la fe y esto también nos ayuda a reafirmarnos en nuestra fe”.
Esta sevillana vive su apostolado “en todas las esferas sociales”, sin temor a admitir que ama a Cristo y transmitir su Buena Noticia. “Los cristianos debemos dar a conocer ese mensaje tan rompedor con las estructuras de hoy, un mensaje transformador, reparador, que da plenitud a la vida”. Para ello la formación es esencial, porque “nos ayuda a descubrir la actualidad de las palabras de Jesucristo”. Por eso, Elisa anima a “ser valientes, salir al mundo y movernos con libertad, sin olvidar que esto no es obra nuestra y que necesitamos siempre de la comunidad”, ya que “tenemos que poner al servicio de los demás los dones que Dios nos ha dado”.