Pedro Ruíz es el actual secretario general de Cáritas Diocesana, un cargo que desempeña desde 2017.
La suya -dice- es una historia modesta que comienza en un pueblecito de Jaén y que pasa por el Seminario Conciliar de esta provincia, por los movimientos estudiantiles de Granada en pleno franquismo e incluso por la vida política de Andalucía.
Pero todo ello impregnado de una profunda y sincera fe en Jesucristo y con el compromiso firme de ser «colaborador en la edificación de su Reino».
Escucha su testimonio completo aquí:
«En Cáritas he entendido de una forma muy intensa qué es la pobreza»
La mía es la historia modesta de un creyente desde hace muchos años, con muchas dudas muchas veces y con muchas frustraciones, pero con el compromiso y la firmeza de adherirse al Señor Jesús, a su mensaje y su vida.
Nací en un pequeño pueblo de la provincia de Jaén, Sabiote, hace 74 años. Mi origen es humilde y campesino, de una familia muy numerosa –con siete hermanos- y de unas costumbres religiosas muy arraigadas y conservadora.
No fue una casualidad que muy pronto naciese en mí, en un niño de ocho o nueve años, la vocación religiosa, así que ingresé en el Seminario Conciliar de Jaén. No fue una entrada presionada por mis padres ni por mi familia, tampoco había detrás motivos económicos. Al contrario, conté con una beca del Estado con la que podría haber estudiado en cualquier otro colegio y haber realizado una formación “normal”.
En el Seminario, naturalmente, al principio lo que hacíamos era una cosa infantil, una especie de anhelo de llevar una vida de ayuda y de enseñanza de la fe. Pero, poco a poco, fui aterrizando y adquirí una formación intelectual excelente, no tanto en materia de tipo científico, sino, sobre todo, de tipo humanístico, filosófico y teológico. Quiero agradecer especialmente una formación que tuve aneja al Seminario, de tipo pastoral, de manos de un sacerdote que murió justo cuando empezó la pandemia de coronavirus: Francisco Alvarez Martinez, que vivía en la residencia de Sevilla y al que visité muchas veces. Él me ayudó muchísimo a ser cura en un pueblo.
La conclusión de mis estudios coincidió con el Concilio Vaticano II. Entonces, en aquel mundo un poco turbulento de la vida eclesiástica, sentí un profundo miedo; me sentí ante un abismo al que saltar, fundamentalmente por desconocimiento del mundo. Ese miedo fue fortísimo…
Aquel mundo complejo me hizo desistir de la vida religiosa y estudié Filosofía y Letras. Comenzó entonces mi vida profesional. La carrera coincidió con un compromiso serio en la lucha antifranquista, no milité en ningún partido, pero sí participé en los sindicados democráticos de los estudiantes, junto a una organización cristiana: las Congregaciones Marianas, entonces se llamaba FECUM. Allí encontré un mundo de formación -en concreto, en Granada- influido por la HOAC, que me ha servido también en mi fe religiosa y en mi compromiso cristiano durante prácticamente toda mi vida.
Ello me impulsó poco después, en el propio franquismo, a la participación en política. De este modo, fui dirigente del partido socialista de Andalucia durante un tiempo. Pero no era la persona adecuada y diferentes conflictos me hicieron desistir a los cuatro o cinco años.
El resto de mi vida –treinta y nueve años- lo he dedicado con muchísima vocación a la enseñanza. Esto ha significado sobre todo ayudar y formar a los demás. Durante este tiempo participé menos en la vida de la Iglesia porque no encontré una comunidad en la que encajara. No obstante, mis creencias se mantuvieron.
Cuando me jubilé, a través de un amigo, antiguo secretario general de Cáritas, empecé a colaborar como voluntario en el Centro de Empleo de esta entidad católica. Ahí vi lo que era Cáritas y fui asumiendo distintas responsabilidades: primero, ser responsable del Centro de Empleo, y luego la secretaría general.
Quiero decir cuatro cosas que he aprendido en Cáritas: primero, he entendido de una forma muy intensa qué es la pobreza; en segundo lugar, he comprendido lo que es el compromiso, y me he reconocido a mí mismo en mi compromiso; por otro lado, he encontrado de una manera nueva y progresiva a Jesús en este contexto, donde me siento realmente colaborando con Él en la edificación del Reino; finalmente, no lo he hecho solo, sino con una serie de hermanos de Cáritas.
Por todo ello, creo que Cáritas es lo que ahora mismo me mantiene fundamentalmente en la esperanza de alcanzar ese Reino que no sabemos cómo es, pero estoy seguro de que existe.