El 27 de noviembre se celebra el día de la Virgen de la Medalla Milagrosa, conmemoración de esta advocación de la Virgen María, tras su aparición en 1830, a Santa Catalina Labouré, Hija de la Caridad francesa, solicitándole que acuñara una medalla en su honor.
Por los numerosos milagros atribuidos a su intercesión, se la denominó Medalla Milagrosa
En el adverso se encuentra la Virgen María Inmaculada pisando a una serpiente, con las manos extendidas con unos rayos dirigidos al mundo, en actitud de conceder rectas intenciones del corazón.
En el reverso una M entrelazada con una Cruz. El corazón de Jesús y de María, todos envueltos en doce estrellas.
Es la gran devoción de la Familia Vicenciana, fundada por San Vicente de Paul, compuesta por la compañía de las Hijas de la Caridad, la Congregación de la Misión, Padres Paules, y la Asociación de la Medalla Milagrosa, entre otras.
Su imagen está impresa en millones de medallas y estampas, siendo abogada de las causas urgentes y difíciles.
Es una devoción que en Sevilla se inició a finales del siglo XX, de mano de dicha congregación hospitalaria. Aunque moderna, está muy extendida en la ciudad, pudiéndose encontrar su imagen en muchas iglesias y centros hospitalarios.
Presencia en Sevilla
Hay imágenes en numerosas iglesias, destacaremos las de la iglesia de San Lorenzo, una de las primeras, en la iglesia del Sagrado Corazón, se encuentra en un altar de plata. En la iglesia de San Román y en su capilla de San Isidoro.En las parroquias de San Julián, San Román, San Gonzalo, San Gil, San Felipe Neri del barrio Begoña, Virgen de la Medalla Milagrosa y Nª Srª de Lourdes en La Barzola, celebran esta fiesta como en la Macarena o San Roque.
En su parroquia de Estepa, celebran su fiesta durante el mes mayo.
En Marchena procesiona el día de la Inmaculada Concepción, desde su capilla. Se encuentra en todos los centros regidos por las Hijas de la Caridad y los Paules.
Tu Corazón traspasado, representado en la Medalla, se apoyará siempre sobre el nuestro
Oh Virgen Inmaculada, sabemos que siempre y en todas partes estás dispuesta a escuchar las oraciones de tus hijos desterrados en este valle de lágrimas, pero sabemos también, que tienes días y horas en los que te complaces en esparcir más abundantemente los tesoros de tus gracias.
Y bien, oh María, henos aquí postrados delante de Ti, justamente en este día y hora bendita, por Ti elegida para la manifestación de tu Medalla.
Venimos a Ti, llenos de inmensa gratitud y de ilimitada confianza en esta hora por Ti tan querida, para agradecerte el gran don que nos has hecho dándonos tu imagen, a fin que sea para nosotros testimonio de afecto y prenda de protección.
Te prometemos, que según tu deseo, la santa Medalla será el signo de tu presencia junto a nosotros, será nuestro libro en el cual aprenderemos a conocer, según tu consejo, cuánto nos has amado, y lo que debemos hacer para que no sean inútiles tantos sacrificios tuyos y de Tu Divino Hijo.
Sí, Tu Corazón traspasado, representado en la Medalla, se apoyará siempre sobre el nuestro y lo hará palpitar al unísono con el tuyo. Lo encenderá de amor a Jesús y lo fortificará para llevar cada día la cruz detrás de Él.
Ésta es tu hora, oh María, la hora de tu bondad inagotable, de tu misericordia triunfante, la hora en la cual hiciste brotar, por medio de tu Medalla, aquel torrente de gracias y de prodigios que inundó la tierra.
Haz, oh Madre, que esta hora que te recuerda la dulce conmoción de Tu Corazón, que te movió a venirnos a visitar y a traernos el remedio de tantos males, haz que esta hora sea también nuestra hora, la hora de nuestra sincera conversión, y la hora en que sean escuchados plenamente nuestros votos.
Tú, que has prometido justamente en esta hora afortunada, que grandes serían las gracias para quienes las pidiesen con confianza: vuelve benigna tu mirada a nuestras súplicas.
Nosotros te confesamos no merecer tus gracias, pero, a quién recurriremos oh María, sino a Ti, que eres nuestra Madre, en cuyas manos Dios ha puesto todas sus gracias? Ten entonces piedad de nosotros.
Te lo pedimos por tu Inmaculada Concepción, y por el amor que te movió a darnos tu preciosa Medalla. Oh Consoladora de los afligidos, que ya te enterneciste por nuestras miserias, mira los males que nos oprimen.
Haz que tu Medalla derrame sobre nosotros y sobre todos nuestros seres queridos tus benéficos rayos: cure a nuestros enfermos, dé la paz a nuestras familias, nos libre de todo peligro.
Lleve tu Medalla alivio al que sufre, consuelo al que llora, luz y fuerza a todos. Especialmente te pedimos por la conversión de los pecadores, particularmente de aquéllos que nos son más queridos. Recuerda que por ellos has sufrido, has rogado y has llorado.
Sálvanos, oh Refugio de los pecadores, a fin de que después de haberte todos amado, invocado y servido en la tierra, podamos ir a agradecerte y alabarte eternamente en el Cielo. Amén.