Etapas
ITINERARIO INICIACIÓN CRISTIANA
INTRODUCCIÓN
“Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado” (Mt 28, 1920).
Del mandato del Señor nace la misión de la Evangelización que tiene la Iglesia, ella existe para Evangelizar. El Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium nos llama a revisar toda la acción de la Iglesia desde esta tarea que es su razón de ser[1]. La Nueva Evangelización a la que estamos llamados es la transmisión de la fe: un proceso complejo que involucra la fe y la vida de todo cristiano. Del mandato del Señor se deduce también que la Iniciación Cristiana forma parte esencial de la tarea evangelizadora.
Leer
El Papa Francisco subraya algunas características principales que debe tener la catequesis al servicio de la evangelización[2].
– Catequesis kerigmática.
– Catequesis mistagógica.
– Adoptar la via pulchritudinis en la catequesis.
– El acompañamiento personal en los procesos de crecimiento.
La reflexión sobre la Nueva Evangelización y los desafíos sociales y culturales que actualmente se presentan a la Iglesia han dado inicio a una reflexión y revisión teológica y pastoral de la práctica que utilizamos para la transmisión de la fe y del acceso a los sacramentos.
Los principales frutos de esta reflexión que han tomado carta de naturaleza en la Iglesia han sido:
– El reconocimiento de la Iniciación Cristiana como concepto y como instrumento pastoral;
– La conciencia madura del vínculo intrínseco que une a los Sacramentos de la Iniciación –en efecto, Bautismo, Confirmación y Eucaristía no son concebidos ya como tres sacramentos separados, sino como etapas del camino, dentro de un proceso orgánico, de iniciación a la fe y a la vida cristiana-;
– La estructura del catecumenado antiguo es el modelo para la organización de toda la catequesis;
– Por fin, se ha recurrido a la catequesis mistagógica, para crear nuevos caminos de Iniciación Cristiana que no se detengan en el umbral de la celebración sacramental, sino que continúen la acción formadora también después, para recordar que el objetivo es educar para una fe cristiana adulta[3].
Nuestra Archidiócesis de Sevilla ha estado siempre preocupada por la pastoral de los Sacramentos de la Iniciación. De hecho, éste que se publica ahora es el tercer directorio después del Concilio Vaticano II[4]. Los frutos que hemos mencionado nos llevan a la publicación de este nuevo Directorio de Pastoral de la Iniciación Cristiana.
La pastoral de la Iniciación Cristiana la asumimos como uno de los lugares prioritarios de la Nueva Evangelización. Este Directorio pretende consolidar los esfuerzos ya hechos por las comunidades cristianas, al mismo tiempo que dar pautas para una profundización que nos sirva para fortificar la fe: de los catequizandos, de sus familiares (padres y padrinos) y de la comunidad cristiana que los sostiene y acompaña.
Algunas certezas de la Iglesia universal están muy presentes en los planteamientos pastorales de este Directorio[5]:
– La primera es que la forma habitual de Iniciación en la vida cristiana es comenzar con el Bautismo recibido de niños, en el periodo inmediatamente siguiente al nacimiento y que continúa después. Esta forma, en toda la historia de la Evangelización, muestra el alto nivel de inculturación del cristianismo en una determinada sociedad.
– En segundo lugar, las peticiones de la Iniciación Cristiana por parte de adultos, adolescentes y niños en edad escolar –aunque numéricamente menores respecto a las peticiones de Bautismos de infantes– son una ocasión que nos permite hacer patente el contenido profundo del Bautismo. En efecto, el catecumenado realizado por ellos es momento que nutre la fe, tanto de los catecúmenos como de la comunidad cristiana.
– En tercer lugar, la estructura del catecumenado es el instrumento adecuado para la Iniciación Cristiana de adultos, jóvenes y niños en edad escolar no bautizados. Este modelo debe inspirar, también, el camino de Iniciación en la fe de los más pequeños.
– En el Directorio se propone un “catecumenado post-bautismal” para los pequeños. Siempre se busca subrayar la unidad de los Sacramentos (Bautismo, Confirmación y Eucaristía) e implicar de manera cada vez más activa a los padres y padrinos.
– En quinto lugar, somos conscientes de que una buena catequesis es fundamental para la Nueva Evangelización. El Catecismo de la Iglesia Católica y el Compendio, así como los Catecismos de la Conferencia Episcopal Española, son recursos importantes para la trasmisión de la fe y para apoyar a la comunidad cristiana en su misión de evangelización y catequesis. Los catecismos de la Conferencia Episcopal Española son:
– “Los primeros pasos en la fe”, texto apropiado para el despertar religioso;
– “Jesús es el Señor”, catecismo para la iniciación sacramental;
– “Testigos del Señor”, catecismo para el crecimiento y maduración en la fe.
Una catequesis adecuada, progresiva, orgánica, completa y sistemática durante la Iniciación Cristiana es de una importancia primordial. Para ello se requiere también que los catequistas, que son al mismo tiempo evangelizadores, tengan una sólida formación eclesial, con la conciencia que el testimonio personal de fe es una poderosa forma de catequesis.
– En sexto lugar, ponemos el acento en la Eucaristía que es la fuente y la cumbre de la Nueva Evangelización, particularmente la Eucaristía dominical. Un objetivo esencial, para que la Eucaristía sea el centro de la vida cristiana, es la recuperación del Domingo para la Nueva Evangelización.
– En séptimo lugar, la comunidad cristiana considera como predilectos del Señor a aquellos que presentan necesidades de apoyo específico (discapacidad). Por ello la catequesis ha de ser abierta, flexible y accesible.
En el Directorio seguimos las orientaciones que la Conferencia Episcopal Española ha dado sobre la Iniciación Cristiana[6]. Se recogen también las indicaciones de la Instrucción Pastoral sobre la Iniciación Cristiana de los Obispos de las Diócesis del Sur de España[7]. A veces se trae el texto de forma literal.
Este Directorio tiene presente la situación pastoral de esta nueva etapa de la Evangelización, en la cual las vías tradicionales de la trasmisión de la fe (familia, escuela y parroquia) presentan serias dificultades para hacerlo. La Iniciación Cristiana, elemento crucial en la Nueva Evangelización, es el medio por el cual la Iglesia, como madre genera a sus hijos y se regenera a sí misma. Por ello auguramos que las indicaciones del Directorio se conviertan en una verdadera ayuda el nacimiento y desarrollo de la vida cristiana a través de la catequesis y de los sacramentos.
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[1] FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium 15 y todo el capítulo primero.
[2] FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium 164-168.
[3] Cf. SÍNODO DE LOS OBISPOS, XIII Asamblea General Ordinaria. La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Lineamenta 18.
[4] El primer Directorio de Pastoral Sacramental es del año 1986: Bautismo: BOAS (febrero 1986) n. 2013 pp. 54-70; Primera Confesión, Primera Comunión y Confirmación en BOAS (marzo 1986) n. 2014 pp. 126-151.
El segundo Directorio de Pastoral Sacramental es de los años 1997-1999: Bautismo: BOAS (noviembre 1997) n. 2139 pp. 735-765; Confirmación BOAS (diciembre 1998) n. 2151 pp. 624-654; Eucaristía BOAS (noviembre 1999) n. 2161 pp. 634-667.
[5] Estas certezas las tomamos del SÍNODO DE LOS OBISPOS, XIII Asamblea General Ordinaria. La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Instrumentum laboris 131-137 y SÍNODO DE LOS OBISPOS, XIII Asamblea General Ordinaria. La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Proposiciones 13, 28, 34-35, 37-38 y 57.
[6] COMISIÓN EPISCOPAL DE LITURGIA, La Iniciación cristiana de los niños no bautizados en edad escolar (16 de septiembre de 1992); LXX ASAMBLEA PLENARIA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA La Iniciación cristiana. Reflexiones y Orientaciones (27 de noviembre de 1998); LXXVIII ASAMBLEA PLENARIA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA Orientaciones pastorales para el catecumenado (25 de febrero / 1 de marzo de 2002); LXXXIII ASAMBLEA PLENARIA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA Orientaciones pastorales para la Iniciación cristiana de niños no bautizados en su infancia (26 de noviembre de 2004).
[7] OBISPOS DE LAS DIÓCESIS DEL SUR DE ESPAÑA, Renacidos del Agua y del Espíritu. Instrucción Pastoral sobre la Iniciación Cristiana (8 de septiembre de 2013).
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¿QUÉ ES LA INICIACIÓN CRISTIANA?
La inserción en el misterio de Cristo y de la Iglesia por la fe, la catequesis y los sacramentos.
La Iniciación Cristiana es la inserción de un candidato en el misterio de Cristo, muerto y resucitado, y en la Iglesia, por medio de la fe y de los sacramentos[8].
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: la Iniciación Cristiana, como «participación en la naturaleza divina»[9], «se realiza mediante el conjunto de los tres sacramentos: el Bautismo, que es el comienzo de la vida nueva; la Confirmación, que es su afianzamiento; y la Eucaristía, que alimenta al discípulo con el Cuerpo y la Sangre de Cristo para ser transformado en él»[10].
La Iniciación Cristiana tiene su origen en la iniciativa divina y supone la decisión libre de la persona que se convierte al Dios vivo y verdadero, por la gracia del Espíritu, y pide ser introducida en la Iglesia.
La Iniciación Cristiana no es sólo un proceso de enseñanza y de formación doctrinal, sino que ha de ser considerada una realidad que implica a toda la persona, la cual ha de asumir existencialmente su condición de hijo de Dios en el Hijo Jesucristo, abandonando su anterior modo de vivir, mientras realiza el aprendizaje de la vida cristiana y entra gozosamente en la comunión de la Iglesia, para ser en ella adorador del Padre y testigo del Dios vivo[11].
Leer
Como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: “desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un camino y una Iniciación que consta de varias etapas. Este camino puede ser recorrido rápida o lentamente. Y comprende siempre algunos elementos esenciales: el anuncio de la Palabra, la acogida del Evangelio que lleva a la conversión, la profesión de la fe, el Bautismo, la efusión del Espíritu Santo, el acceso a la comunión eucarística”[12].
La Iniciación Cristiana es obra de Dios y respuesta del hombre por mediación de la Madre Iglesia.
Don de Dios y respuesta del hombre.
La Iniciación Cristiana es un don de Dios que recibe la persona humana por la mediación de la Madre Iglesia[13]. La originalidad esencial de la Iniciación Cristiana consiste en que Dios tiene la iniciativa y la primacía en la transformación interior de la persona y en su integración en la Iglesia, haciéndole partícipe de la muerte y resurrección de Cristo.
Los que acogen el mensaje divino de la salvación, atendiendo a la invitación de la Iglesia, son acompañados por ella desde el nacimiento a la vida de hijos de Dios hasta la madurez cristiana básica[14]. La respuesta al don de Dios es una fe viva, explícita y operante en el seno de la comunidad eclesial[15].
La mediación maternal de la Iglesia.
Después de su resurrección, Jesús, confiando a los apóstoles la misión que había recibido del Padre, los envió a predicar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16,15) y a realizar, mediante los sacramentos, la salvación que anunciaban (cf. SC 6). Para esta misión les aseguró su presencia permanente hasta el fin de los siglos (cf. Mt 28, 20) y les infundió el Espíritu Santo (cf. Jn 20, 21-22; Hch 2, 8-36). En consecuencia, el anuncio del Evangelio y la acción litúrgica responden a la iniciativa del Padre que ha querido asociar a la Iglesia la obra salvadora de su Hijo y Señor nuestro Jesucristo, en el Espíritu Santo[16].
Desde entonces la Iglesia no ha dejado nunca de cumplir la misión que Cristo le ha encomendado, anunciando a los hombres la salvación, incorporándolos a la participación de la vida trinitaria (cf. LG 8) en la comunidad que nace de ella, y enseñándoles a vivir según el Evangelio[17]. En este sentido la Iniciación Cristiana es la expresión más significativa de la misión de la Iglesia y constituye la realización de su función maternal, al engendrar a la vida a los hijos de Dios[18].
La Iglesia particular, sujeto de la Iniciación Cristiana.
Esta misión maternal de la Iglesia[19], aunque pertenece a todo el cuerpo eclesial, se lleva a cabo en las Iglesias particulares, en las que «está verdaderamente presente y actúa la Iglesia de Cristo una, santa, católica y apostólica»[20].
La comunidad eclesial debe asumir la responsabilidad de la Iniciación Cristiana de sus miembros y lo hará viviendo ella misma la vida cristiana como camino de crecimiento: engendrar, cuidar, alimentar y ayudar a crecer a los nuevos cristianos[21].
La Iniciación es un noviciado de toda la vida cristiana.
Por eso, la Iniciación Cristiana es un camino o noviciado a la vez catequético, litúrgico, espiritual y vital, un itinerario de conversión y crecimiento en la fe, que introduce en el misterio de Cristo y en el misterio de la Iglesia[22].
Esta inserción en el misterio de Cristo y de la Iglesia consta principalmente de dos elementos: la catequesis y las celebraciones litúrgico-sacramentales.
Completada la Iniciación Cristiana, es necesaria también la educación permanente de la fe en el seno de la comunidad eclesial[23]. «La educación permanente de la fe se dirige no sólo a cada cristiano, para acompañarle en su camino hacia la santidad, sino también a la comunidad cristiana en cuanto tal, para que vaya madurando tanto en su vida interna de amor a Dios y de amor fraterno, cuanto en su apertura al mundo como comunidad misionera»[24]. Esta educación permanente se ofrece ya en nuestra diócesis siguiendo el Itinerario de Formación Cristiana para Adultos de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar de la Conferencia Episcopal Española.
Dos formas de Iniciación Cristiana en la Archidiócesis de Sevilla.
Se establecen dos formas típicas de recorrer el camino de la Iniciación Cristiana atendiendo a la edad: la Iniciación de adultos y la de niños.
Iniciación de adultos.
Para la evangelización existe en la Iglesia un itinerario o modelo típico de Iniciación Cristiana que está descrito en el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos. Esta Iniciación Cristiana se realiza mediante un itinerario que es a la vez catequético, litúrgico y espiritual y que se ha denominado históricamente Catecumenado[25]. Culmina con la recepción de los Sacramentos de la Iniciación Cristiana. El Catecumenado ya ha sido instaurado y para este servicio se constituyó en 2006 el Departamento Diocesano para el Catecumenado Bautismal en la Archidiócesis de Sevilla[26].
En efecto, el catecumenado bautismal es la institución que, en el seno de la pastoral de Iniciación Cristiana de la diócesis, está al servicio del proceso de formación en la fe y en la vida cristiana de aquellos catecúmenos que desean recibir el Bautismo e incorporarse en la Iglesia[20].
El mismo camino seguirán, para la plena incorporación a la Iglesia, aquellos adultos bautizados de párvulos, que deben completar su Iniciación Cristiana.
Esta es la forma que se aplicará a todos los mayores de 18 años.
Para su Iniciación sacramental se utilizará el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos- Capítulos I al IV. En ningún caso podrá utilizarse el Ritual del Bautismo de Niños.
Iniciación de niños.
Se establece un catecumenado postbautismal para los niños que son incorporados a Cristo y a la Iglesia por el Sacramento del Bautismo siendo párvulos y se recorre, con la catequesis y con la recepción de los Sacramentos de la Eucaristía y de la Confirmación, a lo largo de la infancia y de la adolescencia.
Consiste en un itinerario completo y continuado que ha de llevarse adelante sin interrupción como un verdadero catecumenado por etapas. Ha de salvaguardarse la unidad del proceso de Iniciación Cristiana, aunque los tres Sacramentos se reciban en momentos diversos[28].
Ésta es la forma que se aplicará a los que comienzan su Iniciación en la infancia (entre los 0 y los 7 años). Para el Bautismo de estos infantes se utilizará el Ritual del Bautismo de Niños. También se utilizará para los niños mayores de 7 años que no tengan uso de razón y, por lo tanto, se asimilan a los infantes[29]. Es el caso, por ejemplo, de personas que presenten necesidades muy significativas de expresión oral, sin contar con un sistema de comunicación y/o de apoyo para su libre respuesta como creyente.
Los niños entre los 7 y los 14 años que soliciten el Bautismo se incorporarán al itinerario que van siguiendo los demás niños bautizados de su edad. En su momento se señalarán las peculiaridades propias, ya que los niños mayores de 7 años son equiparados por el Código de Derecho Canónico a los adultos a efectos de la pastoral de la Iniciación Cristiana[30].
Estos niños han de contar con el permiso de sus padres o tutores[31] y han de ser iniciados sacramentalmente con el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos-Capítulo V.
Dada la importancia de los padres y padrinos en el proceso de crecimiento y desarrollo de la gracia bautismal de los niños, se proponen también algunas sugerencias para la preparación tanto remota, como próxima e inmediata, de ellos a la Iniciación Cristiana de sus hijos.
–
[8] Cf. RICA 8.
[9] CCE 1212.
[10] CCE 1275; cf. RICA Observaciones generales 1-2; PABLO VI, Motu proprio Divinae Consortium Naturae (15 agosto 1971) pp. 9-10 en el Ritual de la Confirmación.
[11] IC 18.
[12] CCE 1229.
[13] Cf. LG 14 y Cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Christifideles Laici (30 diciembre 1988) 32-44.
[14] Cf. IC 9-12; ICNNB 13; OPC 10.
[15] Cf. CD 14; DGC 56.
[16] Cf. CCE 1069; 1091; 1099; 1108; 1139; 1153.
[17] «Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda» (EN 14); cf. EN 13-15.
[18] IC 13; ICNNB 15; OPC 11.
[19] Cf. IC 14.
[20] CD 11; Cf. LG 26.
[21] Cf. DGC 91; 256.
[22] IC 20-21.
[23] Cf. DGC 69 ss.
[24] DGC 70.
[25] OPC 7-8; 12.
[26] Cf. Decreto de Instauración del Catecumenado Bautismal (12 de julio de 2006) en BOAS (agosto 2006) n. 2235 pp. 451-453. El vigente Estatuto de la Curia Diocesana le confiere actualmente el carácter de Delegación Diocesana (ECDS, Disp. Transitoria 1ª, en BOAS (marzo 2014) n. 2319 p. 116).
[27] Cf. CIC 788, 2; 851, 1. El Catecismo de la Iglesia Católica señala que el Catecumenado “tiene por finalidad ayudar a los catecúmenos, en respuesta a la iniciativa divina y en unión con una comunidad eclesial, a que lleven a madurez su conversión y su fe”
[28] RBN 2.
[29] Cf. CIC 852, 2.
[30] Cf. CIC 97 y 852.
[31] Véase nº 79 de este Directorio.
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CATEQUESIS Y CELEBRACIONES LITÚRGICAS
“Funciones” eclesiales básicas en la Iniciación Cristiana: catequesis y celebraciones litúrgicas
La Iniciación Cristiana, como mediación de la Iglesia, se verifica principalmente mediante dos funciones pastorales íntimamente relacionadas entre sí: la catequesis y la liturgia[32]. Ambas constituyen visiblemente dos dimensiones de una misma realidad: introducir a los hombres en el misterio de Cristo y de la Iglesia[33].
Jamás debe perderse de vista la íntima complementariedad y apoyo mutuo de las dos funciones. En efecto, «la catequesis está intrínsecamente unida a toda la acción litúrgica y sacramental, porque es en los sacramentos, y sobre todo en la Eucaristía, donde Jesucristo actúa en plenitud para la transformación de los hombres»[34]. La liturgia, por su parte, «debe ser precedida por la evangelización, la fe y la conversión; sólo así puede dar sus frutos en la vida de los fieles: la vida nueva según el Espíritu, el compromiso en la Iglesia y el servicio de su unidad»[35].
La catequesis, en este sentido, prepara para la celebración de los sacramentos de la fe. La liturgia inspira además una peculiar y muy necesaria forma de catequesis, llamada mistagógica, que «pretende introducir en el Misterio de Cristo —es mistagogía— procediendo de lo visible a lo invisible, del signo a lo significado, de los «sacramentos» a los «misterios»»[36].
Leer
La Catequesis en la Iniciación Cristiana[37]
La catequesis debe procurar «una enseñanza, aprendizaje, convenientemente prolongado, de toda la vida cristiana»[38], con el fin de iniciar a los catequizandos en el misterio de la salvación y en el estilo de vida propio del Evangelio. «La catequesis es elemento fundamental de la Iniciación Cristiana, y está estrechamente vinculada a los sacramentos de la Iniciación, especialmente al Bautismo, «sacramento de la fe». El eslabón que une la catequesis con el Bautismo, sacramento de la fe, es la profesión de fe que es, a un tiempo, elemento interior de este sacramento y meta de la catequesis»[39].
Características y tareas de la catequesis de Iniciación Cristiana.
La catequesis al servicio de la Iniciación Cristiana se presenta como:
a) «Una formación orgánica y sistemática de la fe […] Indagación vital y orgánica en el misterio de Cristo que es lo que, principalmente, distingue a la catequesis de las demás formas de presentar la Palabra de Dios»[40].
b) «Una formación básica, esencial, centrada en lo nuclear de la experiencia cristiana […] La catequesis pone los cimientos del edificio espiritual del cristiano, alimenta las raíces de la vida de fe, capacitándole para recibir el posterior alimento sólido en la vida ordinaria de la comunidad cristiana»[41].
c) «Un aprendizaje a toda la vida cristiana, una «Iniciación Cristiana integral», que propicia un auténtico seguimiento de Jesucristo e introduce en la comunidad eclesial»[42].
d) La catequesis de Iniciación Cristiana de niños, adolescentes y jóvenes, a diferencia de lo que ocurre en el catecumenado de adultos, está definida también en cierto modo por la mistagogía. En efecto, el camino hacia la adultez en la fe, abierto y configurado por el sacramento del Bautismo, se desarrolla por medio de los demás sacramentos de la Iniciación que dan sentido y vertebran todo el proceso iniciático.
e) La catequesis a personas con discapacidad, dependiendo de sus necesidades, “requiere de itinerarios adecuados y personalizados” [43], sin renunciar a su grupo de referencia, y teniendo en cuenta sus propias capacidades.
Algunos criterios pedagógicos.
Entre los principales criterios de orden pedagógico que han de inspirar la catequesis de Iniciación Cristiana, cabe señalar los siguientes[44]:
a) Debe ser considerada como un proceso de maduración y de crecimiento de la fe, desarrollado de manera gradual y por etapas[45].
b) Esencialmente unida al acontecimiento de la Revelación y a su transmisión, la catequesis de la Iniciación ha de inspirarse, como su fuente y modelo, en la pedagogía de Dios manifestada en Cristo y en la vida de la Iglesia, y ha de contar con la acción del Espíritu Santo en la comunidad y en cada cristiano[46], «favoreciendo así una verdadera experiencia de fe y un encuentro filial con Dios»[47].
c) Al estar «al servicio del que ha decidido seguir a Jesucristo, es eminentemente cristocéntrica» y sigue la celebración del misterio de Cristo en el año litúrgico[48].
d) A lo largo de todo el proceso, el catequizando crece en la fe ayudado por la oración y el ejemplo de toda la comunidad, meditando asiduamente el Evangelio, tomando parte activa en la liturgia, practicando la caridad fraterna y soportando con fortaleza las pruebas de la vida[49].
e) La catequesis recorre múltiples caminos para salir a su encuentro y adaptar la transmisión del mensaje cristiano y la pedagogía de la fe a las diversas necesidades para una necesaria atención a las distintas y variadas situaciones de las personas[50].
f) La catequesis al servicio de la Iniciación Cristiana está impregnada por el misterio de la Pascua, del paso del hombre viejo al hombre nuevo en la conversión continua, de la lucha y superación del mal y del pecado con la ayuda de la gracia divina.
Por otra parte, el Directorio General para la Catequesis en el número 59 establece dos condiciones para cualquier forma de catequesis:
a) El modelo de toda catequesis es el catecumenado bautismal, que es formación específica que conduce al adulto convertido a la profesión de su fe bautismal en la noche pascual. Esta formación catecumenal ha de inspirar, en sus objetivos y en su dinamismo, a las otras formas de catequesis.
b) La catequesis de adultos, al ir dirigida a personas capaces de una adhesión plenamente responsable, debe ser considerada como la forma principal de catequesis, a la que todas las demás, siempre ciertamente necesarias, de alguna manera se ordenan. Esto implica que la catequesis de las otras edades debe tenerla como punto de referencia, y articularse con ella.
Contenidos
En cuanto proceso de Iniciación Cristiana, la catequesis deberá integrar los elementos fundamentales que configuran la vida cristiana[51]. Éstos son:
a) La Iniciación en el conocimiento de la fe.
La catequesis, en este ir avanzando hacia Jesucristo, deberá ser[52]:
– Una invitación al catequizando a entrar en el dialogo de Salvación que le lleve al encuentro con Cristo y con la Iglesia que vive, alaba, celebra y cree en su Señor.
– Una oportunidad para el reconocimiento e incorporación en la Historia de la Salvación. El año litúrgico ofrecerá el marco adecuado para el anuncio narrativo de la historia salvífica y la celebración e inserción en el Misterio de Cristo.
– Una presentación sistemática y orgánica de los misterios de la salvación que llevará al catecúmeno al conocimiento de la fe, cuya síntesis se contiene en el Símbolo y se profesa en la confesión bautismal.
– La catequesis será básica e integral. El objetivo es conducir al catecúmeno al íntimo conocimiento del misterio de la salvación. Esta catequesis estará dispuesta por grados, presentada íntegramente, acomodada al año litúrgico y basada en celebraciones de la Palabra.
– La catequesis será flexible y adaptada según las necesidades, y capacidades, de los catequizandos. El Evangelio es para todos, y todos están llamados a ser sus testigos.
b) La Iniciación a la vida litúrgica y a la oración.
Propio del itinerario catequético es también la Iniciación a la vida litúrgica y a la oración. Ambas dimensiones van jalonando el conjunto del itinerario, abriendo horizonte y desarrollando la relación personal y comunitaria con el Señor[53].
La catequesis prepara para la celebración de los sacramentos de la Iniciación y ayuda a entender el significado de los gestos y de los símbolos propios de la liturgia, a la vez que trata de impulsar las actitudes internas que les ayuden a vivir intensa y activamente la celebración. Esta catequesis expone la continuidad entre los acontecimientos de la Historia de la Salvación y los signos sacramentales de la Iglesia[54].
c) El aprendizaje y la práctica de la vida cristiana.
El itinerario catequético supone también un aprendizaje y un ejercicio de la vida cristiana en todas sus dimensiones. Ello supone el progreso en la conversión, la adquisición progresiva de las costumbres evangélicas y el ejercicio de los compromisos personales y eclesiales[55].
El catequizando habrá de ejercitarse en las características propias del ser cristiano: relaciones con el prójimo fundamentadas en el mandamiento nuevo, amor a los padres y hermanos, perdón de amigos y enemigos, solidaridad con el necesitado, agradecimiento de los dones recibidos, amor y respeto a la vida y a la creación como obra de Dios, sincero deseo de verdad, justicia y paz. Deberá descubrir las responsabilidades y compromisos en la comunidad, así como profesar públicamente la fe y dar testimonio del Evangelio.
d) La conversión continua y el camino ascético-penitencial.
El itinerario catequético iniciará a los catequizandos en el carácter ascético-penitencial propio de la vida del cristiano. Por ello les formará para convertirse al Señor, seguir a Cristo asumiendo el Evangelio y poniéndolo en práctica, en el servicio generoso y en el sacrificio. A lo largo de este camino los catequizandos irán transformando su mente y su corazón. Así irán fortaleciéndose en Cristo que es Camino, Verdad y Vida y se prepararán para el día de la celebración de los Sacramentos de la Iniciación[56] y para el Sacramento de la Penitencia.
e) La participación en la vida de la comunidad cristiana.
En el itinerario catequético, a los catequizandos se les irá preparando y enseñando a participar en la vida de la comunidad cristiana, la cual los abraza como suyos con amor y cuidado maternal. Es un aprendizaje en el sentido de una inserción progresiva en la realidad de la Iglesia, como Cuerpo de Cristo, que posee la Palabra y el sacramento[57].
La formación catequética llevada a cabo en el grupo catecumenal, los encuentros, la acogida y la oración serán una primera experiencia eclesial. Esto se realizará mediante acciones educativas abiertas, flexibles y adaptadas, y en un clima de gran acogida, a través del cual puedan incorporarse activamente a la vida de dicha comunidad cristiana.
Y juntamente con ello se trata también de ir conociendo actividades y servicios de la comunidad en favor de los más pobres y necesitados, ir asumiendo responsabilidades, y participar en encuentros con otros grupos de Iniciación, movimientos y otras realidades eclesiales, para ir adquiriendo así un conocimiento y comprensión de la Iglesia. En este aprendizaje toda la comunidad debe constituirse en escuela de eclesialidad, involucrándose.
También cooperarán en la misión de la Iglesia, cada uno según sus capacidades. El iniciando deberá adquirir en este período la experiencia de cooperación en alguna de las tareas misioneras o asistenciales que tenga establecidas la comunidad cristiana, adaptadas a su edad (actividad en su movimiento apostólico o comunidad; o participación en alguna actividad de Cáritas, grupos juveniles y otros).
Quienes acompañan al catecúmeno le irán mostrando estas realidades misteriosas presentes en la Iglesia y a la vez enseñando a vivir la novedad y originalidad de la vida que se recibe por el don del Bautismo en la Iglesia[58].
La Liturgia en la Iniciación Cristiana.
La Iniciación Cristiana también comprende esencialmente la celebración de los sacramentos que consagran los comienzos de la vida cristiana en analogía con las etapas de la existencia humana[59]. Como todos los actos litúrgicos, «por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia», los sacramentos son acciones sagradas por excelencia, «cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia»[60]. Los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía son, por eso, «fuente» y «cima» de la Iniciación, junto con las celebraciones de la Palabra de Dios y los escrutinios[61].
En el itinerario de los que fueron bautizados siendo párvulos está presente también la Penitencia, que otorga el perdón de los pecados cometidos después del Bautismo.
Junto a las celebraciones de los Sacramentos existen otras peculiares celebraciones litúrgicas que jalonan el itinerario de la Iniciación Cristiana: las principales son la Entrada en el Catecumenado y el Rito de la Elección para la recepción de los sacramentos.
Para expresar la ayuda divina y la solicitud de la Iglesia para con los iniciados pueden tener lugar también las celebraciones de bendición, de exorcismos, de la penitencia (no sacramentales) y las “entregas” de los grandes documentos de la fe, de la oración y de la moral de la Iglesia.
La unidad de los Sacramentos de la Iniciación.
El Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía guardan entre sí una íntima unidad, constantemente reclamada por el Magisterio desde el Concilio Vaticano II. En efecto, «los sacramentos de la Iniciación Cristiana se ordenan entre sí para llevar a su pleno desarrollo a los fieles, que ejercen la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo»[62]. Se trata de expresar «la unidad del Misterio pascual, el vínculo entre la misión del Hijo y la infusión del Espíritu Santo, y la conexión entre el Bautismo y la Confirmación»[63].
La celebración de estos sacramentos, aun dentro de las peculiaridades de las legítimas tradiciones litúrgicas de Oriente y de Occidente, confiere una unidad que se proyecta sobre todo el proceso de la Iniciación Cristiana[64].
El año litúrgico y el Domingo en la Iniciación Cristiana.
Todo el año litúrgico, iluminado por la luz de la Pascua, es «año de gracia del Señor» (cf. Lc 4, 19), y ámbito en el que se hace realidad la economía de la salvación en el «hoy» de la liturgia[65]. En consecuencia, tanto las catequesis como las celebraciones durante la Iniciación cristiana se organizarán en todo al año litúrgico.
Entre todos los tiempos de la celebración del misterio de Cristo en el año litúrgico, sobresale el «día del Señor» o Domingo, «fundamento y núcleo del año litúrgico»[66]. El Domingo, verdadera Pascua semanal, tiene como centro la celebración eucarística, es también el día de la Iglesia, «encuentro de la comunidad de los fieles con el Señor resucitado que la invita a su banquete»[67]; es «la asamblea litúrgica, en que los fieles «deben reunirse, escuchando la palabra de Dios y participando en la Eucaristía, para recordar la pasión, la resurrección y la gloria del Señor Jesús y dar gracias a Dios, que los hizo renacer a la esperanza viva por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos»»[68].
Entre todos los aspectos del Domingo[69], destaca su condición de día propio y especialmente indicado para celebrar los sacramentos de la Iniciación y otros ritos que jalonan el itinerario catecumenal y para recordar que el Bautismo es el fundamento de toda la existencia cristiana[70].
En este sentido la celebración del Domingo ocupa un papel clave en la formación de la identidad cristiana y en la maduración en la fe de quien avanza en el proceso de la Iniciación y se prepara para recibir los sacramentos de la Confirmación y de la Eucaristía.
Para los cristianos, el «Domingo es un día irrenunciable», como ha recordado el papa Juan Pablo II en su carta apostólica Dies Domini, de 31 de mayo de 1998, en la que exhorta a valorar el Domingo, día distintivo de los cristianos, a causa de su estrecha relación con el núcleo mismo del misterio cristiano. Los que han recibido el Bautismo no pueden vivir sin celebrar la Eucaristía en el Domingo, día del Señor[71].
Dada la importancia del Domingo, habrá que hacer un esfuerzo pastoral importante para devolverle su identidad y que no quede desdibujada o engullida por las formas nuevas que hay de vivir el fin de semana. Se nos impone el reto, también como parte de la Nueva Evangelización, de volver a unir Domingo y celebración de la Eucaristía. También habrá que reorientar, en cuanto sea posible, al Domingo la celebración de los demás sacramentos de la Iniciación: Bautismo y Confirmación.
La importancia de la pastoral litúrgica de los Sacramentos de la Iniciación Cristiana.
Tanto en la preparación catequética y litúrgica como en la celebración de los sacramentos de la Iniciación Cristiana, se debe atender no sólo a las condiciones que afectan a la validez sacramental y a la licitud de las acciones litúrgicas, sino igualmente a todo aquello que está relacionado con la expresividad, la verdad y la belleza de los signos, y a la participación consciente, activa y fructuosa de quienes reciben los sacramentos y asisten a la celebración[72]. Téngase en cuenta que la celebración litúrgica contribuye de manera decisiva a la formación de la fe de los fieles, avivando y nutriendo esa misma fe, creando un clima adecuado de comprensión de los textos y de los signos y, sobre todo, ayudándoles a vivir «hoy el acontecimiento de la salvación»[73]. En este sentido conviene tener muy en cuenta lo que señalan los respectivos rituales respecto a la celebración: lugar y tiempo propios y oportunos, forma de pronunciar o de cantar los textos y de realizar los gestos, ambiente comunitario y religioso, participación de los fieles, de los padres y padrinos, y de los mismos candidatos a los sacramentos[74].
Celebraciones durante la Iniciación de los niños.
Se tendrán peculiares celebraciones de “entregas”. Las celebraciones de la palabra pueden hacerse después de la catequesis. Las sesiones catequéticas pueden concluir con las bendiciones[75].
Estas bendiciones a los catequizandos pueden también ser impartidas por el sacerdote a todo el grupo de catequizandos al finalizar la Eucaristía dominical.
En cuanto a las celebraciones de “entregas”, se utilizarán los siguientes criterios:
– Responderán a los cuatro núcleos del Catecismo: Misterio de la Fe, Celebración de la Fe, Vida de Fe, Oración, para que no sólo reciban un conocimiento por la catequesis, sino que también lo interioricen por la celebración y la memorización de algunas oraciones.
– Se usarán como “entregas” aquellos “documentos” que están en el apéndice del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica y en los catecismos de la Conferencia Episcopal Jesús es el Señor y Testigos del Señor. Se trata de los venerables “documentos” de fórmulas de fe y de oraciones que nos ha aportado la tradición secular de la Iglesia.
– En el caso de personas con discapacidad, en función de sus necesidades y de sus capacidades, se podrá utilizar los mismos “documentos” del punto anterior, u otros que proveerá la Delegación Diocesana de Catequesis.
– Las “entregas” se harán en íntima relación con el año litúrgico y con los tiempos y grados de la Iniciación Cristiana.
– También estarán orientados a la participación activa y consciente, cada uno según sus capacidades, interior y exterior en la celebración de los Sacramentos, particularmente de la Eucaristía.
[32] Cf. DGC 47-48; 60; 65-66.
[33] IC 39-60; ICNNB 14.
[34] CT 23; CCE 1074.
[35] CCE 1072.
[36] CCE 1075; cf DGC 88; 108; 128.
[37] Cf. RAE 13-22.
[38] AG 14.
[39] DGC 66.
[40] DGC 67; cf. CT 22.
[41] DGC 67.
[42] DGC 67.
[43] Cf. DGC 189.
[44] Cf. IC 43.
[45] Cf. DGC 88.
[46] Cf DGC 139-142.
[47] DGC 143.
[48] DGC 89.
[49] Cf. AG 13; RICA 19.
[50] DGC 165
[51] Cf. ICNNB 24-25; OPC 17.
[52] Cf. ICNNB 26-27; OPC 18.
[53] Cf. ICNNB 28; OPC 19.
[54] Cf. IC 40-48.
[55] Cf. ICNNB 29-30; OPC 20.
[56] Cf. RICA 25, 1.
[57] Cf. ICNNB 31; OPC 21.
[58] Cf. DGC 86.
[59] Cf. CCE 1210; 1212.
[60] SC 7.
[61] Cf. SC 10.
[62] RICA Observaciones generales 2; cf. LG 31.
[63] RICA Observaciones previas 34.
[64] Cf. CIC 842, 2; 851, 1; etc.
[65] Cf. CCE 1168 y 1165.
[66] Cf. SC 106; 102.
[67] Cf. CCE 1166.
[68] CCE 1167.
[69] Cf. CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Instrucción pastoral Sentido evangelizador del Domingo y de las fiestas (1992), 13-23, en Boletín Oficial de la Conferencia Episcopal Española 36 (1992) 211-228.
[70] Cf. Ibidem 21. Véase también Juan Pablo II, 1 de abril de 1998: L’Osservatore Romano, ed. española de 3-IV-1998, p. 12.
[71] Cf. DD 46-49.
[72] Cf. SC 11.
[73] Cf. DGC 89.
[74] Véanse las «Orientaciones previas» de cada uno de los Rituales.
[75] Estas bendiciones están descritas en dos libros litúrgicos: el RICA 121-124; 374 y en el Bendicional 171-176.
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LUGARES DE LA INICIACIÓN
“Lugares” eclesiales de la Iniciación Cristiana[76].
Los «lugares»[77] propios de la Iniciación Cristiana son: la Catedral, la Parroquia como ámbito propio y principal; la familia como institución originaria e “iglesia doméstica” donde se educa a los hijos; y la escuela católica como comunidad educativa, humana y cristiana.
También existen otros espacios que no son propiamente “lugares” de la Iniciación Cristiana pero que contribuyen grandemente a ella: las asociaciones y movimientos laicales, como espacios y medios subsidiarios y complementarios de la Parroquia.
En nuestra realidad diocesana se valora también las aportaciones de las Hermandades y Cofradías a la catequesis de la Iniciación.
Aunque en todos estos lugares se hace presente la Iglesia particular, sujeto de la Iniciación Cristiana, la Parroquia tiene la condición de ser la última localización de la Iglesia en un lugar y representar a la Iglesia visible establecida por todo el mundo[78]. Por ello, se buscará siempre la vinculación con ella.
Leer
Es fundamental que el proyecto de Iniciación Cristiana establecido en este Directorio sea asumido, desde el propio ámbito, por todos los «lugares» mencionados, dado que es la Iglesia particular como tal –no cada institución por su cuenta– la que ejerce la misión maternal.
En cualquier caso hay que asegurar, por una parte, el acompañamiento eclesial de los que están en el proceso de Iniciación a cargo de cada comunidad y su progresiva inserción en la comunidad eclesial, especialmente de aquellos que presentan discapacidad[79]. Por otra parte, se favorecerá la dimensión eclesial de los nuevos creyentes, contribuyendo a acrecentar la conciencia misionera y maternal de toda la Iglesia particular.
“Lugares” propios de la Iniciación Cristiana:
La Catedral.
Por su vinculación con el Obispo, la Santa Iglesia Catedral[80] es el lugar originario y propio de la Iniciación Cristiana. A su vez, la Parroquia de forma individual o bien varias Parroquias unidas por arciprestazgos o zonas pastorales, son el lugar donde se realiza el itinerario de Iniciación, particularmente para adultos.
En vistas de la eclesialidad, el proceso de Iniciación debe estar siempre abierto a la realidad de la Iglesia diocesana; por ello, algunas de las celebraciones (por ejemplo, el rito de la elección, los sacramentos de Iniciación Cristiana, entregas, encuentros de catequistas y catecúmenos de la Archidiócesis) se tendrán en la Iglesia Catedral[81]. Si en ella participan personas con discapacidad, se requerirán los espacios y apoyos adecuados y accesibles para su efectiva participación junto con la comunidad diocesana.
La Parroquia.
El cristiano recibe la fe en la Iglesia y por mediación de la Iglesia. La parroquia nació para acercar las mediaciones de la Iglesia a todos sus miembros. En ella se vive la comunión de fe, de culto y de misión con toda la Iglesia. La Parroquia, constituida de modo estable en la Iglesia particular, «es el lugar privilegiado donde se realiza la comunidad cristiana»[82]. En ella están presentes todas las mediaciones esenciales de la Iglesia de Cristo: la Palabra de Dios, la Eucaristía y los sacramentos, la oración, la comunión en la caridad, el ministerio ordenado y la misión. Es, por tanto, Iglesia de Dios y ha de ser considerada como verdadera célula de la Iglesia particular, en la que se hace presente la Iglesia universal[83]. El signo de la función maternal de la Iglesia es precisamente la pila bautismal, la cual es obligatoria en toda parroquia, y que sólo ésta, al igual que la Catedral posee[84].
Los presbíteros que presiden las comunidades parroquiales hacen las veces del Obispo, de quien reciben misión y autoridad[85]. Juan Pablo II dice que la parroquia es «la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas»[86]. La Parroquia es, por tanto, después de la Catedral, ámbito privilegiado para realizar la Iniciación Cristiana en todas sus facetas catequéticas y litúrgicas del nacimiento y del desarrollo de la fe[87], así como espacio de promoción y desarrollo de la persona en todas sus dimensiones.
La Familia.
«Por el hecho de haber dado la vida a los hijos, los padres tienen el derecho originario, primario e inalienable de educarles; por esta razón ellos deben ser reconocidos como los primeros y principales educadores de sus hijos»[88]. Lo mismo ocurre, en cuanto padres cristianos, respecto de la educación en la fe: «antes que nadie, los padres cristianos están obligados a formar a sus hijos en la fe y en la práctica de la vida cristiana, mediante la palabra y el ejemplo»[89]. Este derecho y deber, que la Iglesia reconoce a los padres como educadores de la fe, brota del sacramento del matrimonio y de la consideración de la familia «como Iglesia doméstica». En efecto, la misión de la familia cristiana es un verdadero ministerio, «por medio del cual se irradia el Evangelio, hasta el punto de que la misma vida de familia se hace itinerario de fe y, en cierto modo, Iniciación Cristiana y escuela de los seguidores de Cristo»[90].
Por eso, a pesar de las dificultades por las que atraviesa hoy, la familia cristiana sigue siendo una estructura básica en la Iniciación Cristiana, y es un gran reto pastoral: la familia cristiana no puede renunciar a su misión de educar en la fe a sus miembros y ser lugar, «en cierto modo insustituible», de catequización[91]. La familia que transmite la fe hace posible el despertar religioso de sus hijos y lleva a cabo la responsabilidad que le corresponde en la Iniciación Cristiana de sus miembros[92], muy en especial de aquellos que presentan necesidades de apoyo (discapacidad). En esto último, cuando se tienen cubiertas sus necesidades de comunicación y de comprensión – expresión, hay que ocuparse de otras no menos importantes en la vida de la discapacidad. Y junto con la familia, Dios está con ellos, en la alegría, en el dolor, en los éxitos y en los fracasos.
La Escuela Católica[93].
«Se entiende por escuela católica aquella que dirige la autoridad eclesiástica competente o una persona jurídica eclesiástica pública, o que la autoridad eclesiástica reconoce como tal mediante documento escrito»[94]. «La escuela católica es un «lugar» muy relevante para la formación humana y cristiana»[95], que «entra de lleno en la misión salvífica de la Iglesia y particularmente en la exigencia de la educación de la fe… El proyecto educativo de la escuela católica se define precisamente por su referencia explícita al Evangelio de Jesucristo, con el intento de arraigarlo en la conciencia y en la vida de los jóvenes, teniendo en cuenta los condicionamientos culturales de hoy»[96].
En cuanto escuela «debe procurar la formación integral de la persona humana, en orden a su fin último y, simultáneamente, al bien común de la sociedad»[97]. Pero su carácter específico de escuela católica, la convierte en una comunidad cristiana, en constante referencia a la Palabra de Dios y al encuentro siempre renovado con Jesucristo. La escuela católica se convierte también en comunidad humana de referencia para cuantos están en contacto con ella. Por todo ello, es también una mediación eclesial para completar la Iniciación Cristiana de sus alumnos en lo que se refiere al proceso catequético postbautismal de niños y preadolescentes, y la Iniciación en los Sacramentos de la Confirmación y de la Eucaristía.
La escuela católica instará a sus alumnos a que realicen o completen el proceso de la Iniciación Cristiana en la Parroquia a la que pertenezcan los candidatos. Con todo, si los alumnos prefirieran hacerlo en el ámbito de la escuela católica, lo podrán realizar siempre que este Directorio sea asumido en todos sus términos respecto al proceso, etapas, objetivos, material, edades, etc., y se trabaje en estrecho contacto con la parroquia en la que se encuentra situada. En relación a la Iniciación cristiana de personas con necesidades de apoyo, ha de establecerse una mutua cooperación con el catequista especial y/o de apoyo de la parroquia de referencia. En este sentido, consideramos que una buena gestión de la atención a la diversidad desde la escuela católica conlleva necesariamente, desde su misma identidad y misión, un proyecto educativo que lo renueve e impulse, animando todas sus opciones y actividades y a todos los educadores y colaboradores de la comunidad educativa con los miembros de la comunidad parroquial.
Sin embargo, la escuela católica no es ámbito para la administración del Bautismo ni a niños ni a adultos. Esto ha de hacerse en la Parroquia que corresponda a los candidatos.
Otros espacios complementarios para la profundización en la fe.
Las Hermandades y Cofradías.
Las Hermandades y Cofradías constituyen un hecho muy relevante en nuestra Archidiócesis de Sevilla. Contribuyen grandemente al florecimiento de la vida cristiana entre nosotros. Aunque entre sus fines se encuentra la formación cristiana de los miembros, en la que se ha avanzado grandemente, sin embargo, por su propia naturaleza, no es un “lugar” para la Iniciación Cristiana[98].
No obstante, por mandato del Obispo o del párroco, en estrecha unidad con la Parroquia en la que tengan establecida su sede canónica, y siguiendo fielmente las indicaciones de este Directorio, las Hermandades y Cofradías podrán ejercer aquellas funciones de la Iniciación Cristiana que explícitamente se les encomiende respecto de sus propios hermanos, especialmente de aquellos que presenten alguna discapacidad, para lo cual deberá contar con la referencia de un catequista especial y/o de apoyo de la Parroquia.
La Enseñanza Religiosa Escolar en centros no católicos[99].
Los centros educativos no católicos no son ámbitos de la Iniciación Cristiana y, por lo tanto, no pueden ni preparar ni celebrar los Sacramentos de la Iniciación. No obstante, existen colegios que, aunque canónicamente no son católicos, su ideario y su proyecto educativo sí son confesionalmente católicos. Esto últimos, para completar la Iniciación Cristiana de sus alumnos, en lo que se refiere al proceso catequético postbautismal de niños y preadolescentes, y la Iniciación en los Sacramentos de la Confirmación y de la Eucaristía, necesitarán tener un proyecto pastoral aprobado por la Delegación Episcopal de Catequesis, seguir en todo las indicaciones de este Directorio y trabajar estrechamente con las parroquias en las que se encuentren situados.
Estos centros puede contribuir decisivamente a los objetivos propios de la Iniciación Cristiana, al ofrecer algunas dimensiones de carácter ético y moral que nacen de las relaciones entre la fe y la cultura, y entre la fe y la vida[100]. En este sentido tiene también una misión evangelizadora. Por ello es tan importante la estrecha colaboración de los profesores de religión católica con el párroco propio y los catequistas de los alumnos.
Dado que es un complemento importante, las Parroquias, los Movimientos y Asociaciones se esfuerzan por animar a los padres a que pidan la enseñanza religiosa para sus hijos. Lo harán con la intención de que lo religioso se integre en la formación humana de sus hijos[101].
[76] Cf. RAE 23-26.
[77] Cf. IC 32; 39-41.
[78] Cf. SC 42.
[79] DGC 189.
[80] OPC 39-41.
[81] Cf. DGC 218-219.
[82] CC 268.
[83] Cf CD 11; CIC 369.
[84] Cf CIC 858.
[85] Cf SC 42; CIC 515, 1.
[86] ChL 26.
[87] Cf. CT 67; CC 268; DGC 257-258.
[88] Carta de los derechos de la familia de la Santa Sede, 22 de octubre de 1983, art. 5, en Ecclesia 2152 (1983) 1515-1517.
[89] CIC 774, 2.
[90] FC 39; cf. CC 272.
[91] Cf. CT 68; DGC 255.
[92] Cf. IC 34.
[93] Importante a este respecto es el documento XCVII ASAMBLEA PLENARIA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Orientaciones pastorales para la coordinación de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe (25 de febrero de 2013). Particularmente para la escuela católica 31-38.
[94] CIC 803, 1.
[95] DGC 259.
[96] SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, La Escuela Católica 9.
[97] CIC 795.
[98] Cf. Las Hermandades y Cofradías, Carta Pastoral de los Obispos del Sur de España (12 de octubre de 1988) 11-12; 25-26.
[99] Cf. XCVII ASAMBLEA PLENARIA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Orientaciones pastorales para la coordinación de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe (25 de febrero de 2013) 66-78; 91 .
[100] Cf COMISIÓN EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS, Orientaciones pastorales para la enseñanza religiosa escolar 40-41; EC 38-43.
[101] Cf. COMISIÓN EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS, Orientaciones pastorales para la enseñanza religiosa escolar 62-63.
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OFICIOS Y MINISTERIOS DE LA INICIACIÓN
Oficios y ministerios en la Iniciación Cristiana.
A lo largo del itinerario de Iniciación el catequizando estará acompañado por aquellos que en la iglesia particular desempeñan la responsabilidad de la Iniciación Cristiana. Ellos dan testimonio de la fe y de la vida cristiana, y así ayudan a quienes se inician al fortalecimiento de esta vida evangélica y a que avancen en el camino del seguimiento de Jesucristo[102].
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El Obispo.
Al Obispo, como “maestro auténtico de la fe”[103], “principal dispensador de los misterios de Dios, responsable de toda la vida litúrgica”[104] le corresponde instaurar el Catecumenado, regular su ejercicio y disponer la pastoral de Iniciación Cristiana de en nuestra Iglesia particular[105]. Prueba de esta solicitud pastoral es la promulgación del presente Directorio.
Los Presbíteros y Diáconos.
Los Presbíteros, por el sacramento del Orden que les hace cooperadores del Orden Episcopal, reciben la misión de construir y edificar, como ministros de Cristo Cabeza, todo su Cuerpo que es la Iglesia y, por esto, son asimismo educadores de la fe. En concreto, y particularmente aquellos presbíteros que tienen encomendada la cura pastoral, en general en una Parroquia, tienen una responsabilidad directa en la catequesis de la Iniciación atendiendo al cuidado pastoral y personal de los catequizandos[106].
El Magisterio de la Iglesia exhorta continuamente al presbítero: “la Iglesia espera de vosotros que no dejéis nada por hacer con miras a una obra catequética bien estructurada y bien orientada”[107]. Así, el Código de Derecho Canónico, hablando del Párroco dice que éste ha de procurar especialmente, teniendo en cuenta las normas dictadas por el Obispo diocesano:
– Que se imparta una catequesis adecuada para la celebración de los sacramentos;
– Que los niños se preparen bien para recibir por primera vez los sacramentos de la Penitencia, de la Santísima Eucaristía y de la Confirmación, mediante una catequesis impartida durante el tiempo que sea conveniente;
– Que los mismos, después de la primera comunión, sean educados con una formación catequética más amplia y profunda;
– Que, en la medida que lo permita su propia condición, se dé formación catequética también a las personas con discapacidad[108];
– Que, por diversas formas y actividades, la fe de los jóvenes y de los adultos se fortalezca, ilustre y desarrolle[109].
Además, como catequista de catequistas deberá cuidar la formación de aquellos educadores de la fe encargados de la catequesis de la Iniciación, dedicando a esta tarea sus mejores desvelos[110], especialmente de aquellos que se dedican al servicio de la discapacidad.[111].
También los diáconos, ordenados para el ministerio del servicio, participan de la responsabilidad catequética. En comunión con el Obispo y bajo la guía del párroco, ejercen una especial responsabilidad como guías de otros catequistas y también como educadores de la comunidad cristiana[112].
Las Delegaciones Diocesanas para el Catecumenado y de Catequesis.
El Obispo, responsable primero y directo de la pastoral de Iniciación Cristiana, organizará su desarrollo de la forma más oportuna. En este sentido encuentra una eficaz ayuda, tanto en la Delegación Diocesana de Catequesis, como en la Delegación Diocesana para el Catecumenado, organismo encargado de promover y coordinar en la Archidiócesis la pastoral catecumenal de adultos[113].
Los Padrinos.
La Iglesia siempre ha otorgado gran importancia en la Iniciación Cristiana a la figura del padrino o garante del catecúmeno. Según una antiquísima tradición, la Iglesia no admite a un adulto al Bautismo sin un padrino, tomado de entre los miembros de la comunidad cristiana. El padrino le ayudará en todas las fases de preparación a los sacramentos, y, después, contribuirá a su perseverancia en la fe y en la vida cristiana[114].
En el Bautismo de un niño debe haber también un padrino. El padrino representa a la familia como extensión espiritual de la misma y a la Iglesia Madre, y, particularmente en el caso de los niños, ayuda a los padres para que el niño llegue a profesar la fe y a expresarla en su vida[115].
Según costumbre, a cada uno de los confirmandos también le asiste un padrino, que lo lleva a recibir el Sacramento, lo presenta al ministro de la Confirmación para la unción sagrada, procura después que se comporte como verdadero testigo de Cristo y lo ayuda a cumplir fielmente las promesas del Bautismo, según el Espíritu Santo que ha recibido. Es conveniente que el padrino del Bautismo sea también el padrino de la Confirmación. Así, se manifiesta más claramente la unión entre el Bautismo y la Confirmación, y se hace más eficaz el ministerio y la misión del padrino.[116]
Los padrinos tienen una verdadera función eclesial de ayudar al desarrollo de la gracia bautismal junto con los padres[117]. Y su importancia es aún más decisiva cuando los padres difícilmente pueden garantizar la educación de la fe del niño. La situación de las familias en nuestros días hace más necesario que nunca el ministerio de los padrinos, con frecuencia, como suplencia de la propia familia y que tengan la conciencia explícita del parentesco espiritual y las obligaciones correspondientes que el padrino tiene con el ahijado. La elección de los padrinos de los niños, que primariamente corresponde a los padres[118], no puede deberse a razones de compromiso social, sino en tanto que puedan garantizar la perseverancia en la fe y en la vida cristiana de sus ahijados.
En las circunstancias actuales y pensando en la situación de los no bautizados, de los confirmandos y también de las familias, la misión del padrino quizás podría ser asumida, con más significado y coherencia, por un catequista designado por el párroco en diálogo con los padres del bautizando o con el confirmando.
Las normas para la elección de los padrinos son las siguientes:
Téngase un solo padrino o una sola madrina, o uno y una[119].
Criterios eclesiales para la elección de los padrinos[120]:
– Elegido por los padres o por quienes ocupan su lugar o, faltando éstos, por el párroco o ministro;
– Que tenga capacidad para realizar esta misión e intención de desempeñarla;
– Haya cumplido dieciséis años, a no ser que, por justa causa, el párroco o el ministro consideren admisible una excepción;
– Sea católico y haya recibido los tres sacramentos de la Iniciación Cristiana, es decir, esté bautizado y confirmado, haya recibido ya el santísimo sacramento de la Eucaristía y lleve, al mismo tiempo, una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir;
– No esté afectado por una pena canónica, legítimamente impuesta o declarada;
– No sea el padre o la madre de quien se ha de bautizar o confirmar.
Los Catequistas.
En la catequesis de Iniciación Cristiana la figura del catequista es básica[121]. Llamado por la Iglesia a ejercer el servicio de la catequesis, ha de estar «dotado de una fe profunda, de una clara identidad cristiana y eclesial y de una honda sensibilidad social»[122]. Ha de destacar por su madurez humana, cristiana y apostólica[123], así como por su formación y capacitación catequética[124], como corresponde al cometido que ha de desempeñar: ser guía espiritual de los catequizandos, acompañándoles en el aprendizaje y maduración de la fe[125].
Los catequistas ejercen una función eclesial relevante, ya que también ellos son transmisores de la fe de la Iglesia, y no simplemente unos animadores o monitores que coordinan y acompañan el trabajo del grupo. Precisamente por esto, la formación de estos catequistas debe ser cuidada de un modo especial[126], sobre todo de aquellos que tienen la misión de acompañar a las personas con discapacidad que requieran de apoyos a lo largo del proceso.
El catequista que acompaña el proceso de Iniciación tendrá que vivir el encuentro personal con Jesucristo; tener un conocimiento de la fe, porque “cuando enseña ha de procurar que su doctrina esté llena del espíritu evangélico”[127]; participar en las celebraciones litúrgicas de la comunidad eclesial, especialmente en la Eucaristía dominical, y llevar una vida de oración propia de un cristiano.
La Familia.
En la vida de los niños y adolescentes, la familia tiene un papel propio y especialmente importante. Así, pues, la familia ha de estar implicada en el itinerario de Iniciación Cristiana. Sin duda se nos presenta otro reto pastoral por cuya consecución hay que trabajar.
La petición del Bautismo de infantes y de niños deberá contar siempre con el consentimiento de los padres y la disposición para ayudar a los niños a la preparación para el Bautismo en lo que dependa de ellos[27]. A lo largo de todo el itinerario de Iniciación se les deberá ayudar a descubrir las consecuencias de este consentimiento. Será recomendable y deseable que los padres conozcan y participen en el proceso de fe y de preparación a los sacramentos de Iniciación que los hijos están viviendo y se vayan abriendo espacios en la familia a la oración asidua y a la escucha de la Palabra de Dios. Se ayudará a la familia para introduzcan y acompañen a sus hijos en la vivencia del Domingo, particularmente participando en la Eucaristía.
Por encontrarnos a menudo con situaciones familiares diversas, la comunidad cristiana y sus responsables deberán ejercer, en muchos casos, un mayor discernimiento y una amplia acción de acompañamiento.
El Grupo de Iniciación.
El grupo tiene una función importante en los procesos de desarrollo de la persona y de la catequesis. Es un elemento de aprendizaje y está llamado a ser una experiencia de comunidad y una forma de participación en la vida eclesial, encontrando en la más amplia comunidad eucarística su plena manifestación y su meta.
En el grupo de Iniciación se irá dando un avance progresivo de la fe, un auténtico camino de conversión, la experiencia de la vida litúrgica con los ritos oportunos, la vivencia del año litúrgico y un aprendizaje y noviciado integral de la vida cristiana: las relaciones fraternas entre los miembros del grupo, la oración en común, las actividades encaminadas a introducir en la práctica de la caridad cristiana y del testimonio evangelizador, la asistencia con los otros miembros y el propio catequista a la Eucaristía dominical[129]. Todo esto favorecerá el descubrimiento de Cristo, del Evangelio, de la Iglesia y, gradualmente, se acrecentará el conocimiento de la fe, viviendo y celebrando la presencia del Señor.
Además, el grupo se constituye como espacio de referencia para la inclusión de los catequizandos con discapacidad. Dar respuesta a la diversidad significa romper con el esquema tradicional en el que todos hacen lo mismo, en el mismo momento, de la misma forma y con los mismos materiales. En el grupo los catequizandos se relacionan y, además, trabajan a su propio ritmo de aprendizaje. De esta forma se favorecen la comunicación y las relaciones interpersonales, lo que genera un clima de participación que facilita dinámicas de trabajo dentro de la catequesis.
Dicho grupo exige, por una parte la atención especial del catequista, y por otra parte el acompañamiento personal a cada uno de los miembros en su itinerario espiritual por parte de los responsables de la catequesis.
[102] Cf. ICNNB 16-23; OPC 35-38.
[103] LG 25.
[104] CD 15; Ceremonial de los Obispos 404.
[105] DGC 223. La responsabilidad del Obispo sobre la Iniciación Cristiana la exponía el papa Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica Postsinodal Pastores Gregis (16 de octubre de 2003) n. 39. Cf. además CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS, Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos “Apostolorum Successores” (22 de febrero de 2004) 142-157, y en particular 129, 144, 149-150.
[106] Cf. OPC 36; RICA Observaciones generales 13; Observaciones previas 45; CIC 528-530.
[107] CT 64.
[108] DGC 189.
[109] Cf. CIC 777.
[110] Cf. DGC 225.
[111] DGC 190.
[112] Cf. CIC 757.
[113] Cf. OPC 37.
[114] OPC 38.
[115] RICA Observaciones generales 8-9.
[116] RC 5.
[117] CCE 1255.
[118] Cf. CIC 874.
[119] CIC 873.
[120] Cf. RICA Observaciones generales 8-10; RICA Observaciones previas 42-43; RBN 16-20; RC 5-6; CIC 872-874; 892-893.
[121] Cf. RAE 27
[122] DGC 237.
[123] Cf. DGC 239.
[124] Cf DGC 240-245.
[125] Se trata en definitiva de «lograr que el catequista pueda animar eficazmente un itinerario catequético en el que, mediante las necesarias etapas, anuncie a Jesucristo, dé a conocer su vida, enmarcándole en la historia de la salvación, explique los misterios del Hijo de Dios, hecho hombre por nosotros, y ayude, finalmente, al catecúmeno o al catequizando a identificarse con Jesucristo en los sacramentos de Iniciación» DGC 235.
[126] Cf. RICA 48; DGC 232.
[127] RICA 48.
[128] Cf. RICA 308 b; 320; CIC 868, 1.
[129] DGC 159.
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SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA
El Bautismo[130].
El «Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el Espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión. El Bautismo es el sacramento del nuevo nacimiento por el agua y la Palabra»[131]. El Bautismo, «por sí mismo es sólo un principio y un comienzo porque todo él tiende a conseguir la plenitud de la vida en Cristo. Así pues, el Bautismo se ordena a la profesión íntegra de la fe, a la plena incorporación a la economía de la salvación tal como Cristo en persona estableció y, finalmente, a la íntegra incorporación en la comunión eucarística»[132].
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Fundamento de todo el itinerario de la Iniciación.
Para los adultos, la recepción de los Sacramentos de la Iniciación: Bautismo, Confirmación y Eucaristía es la meta de todo el itinerario de Iniciación Cristiana. Para los párvulos y los niños, la celebración del Bautismo señala el comienzo de la Iniciación Cristiana y el principal punto de referencia para todo el itinerario que ha de venir después[133]. En toda celebración del Bautismo la Iglesia confiesa que la participación en la vida divina[134] es un don del amor universal, precedente y gratuito del Padre[135]. Esto es aún más manifiesto en el Bautismo de los párvulos, practicado por la Iglesia desde la antigüedad, ante la petición de unos padres creyentes o favorables a la fe, y abiertos, al menos, a la futura educación cristiana de estos niños. Es, más todavía, signo del amor divino, si cabe, cuando se trata del Bautismo de aquellos párvulos que están en peligro inmediato de muerte, o de aquellas personas con grave discapacidad[136].
A lo largo de todo el itinerario de la Iniciación Cristiana se deberá tener presente este acontecimiento fundamental, obra de Dios, y nada deberá oscurecer este inicio del cual depende la vida en Cristo y en la Iglesia[137]; esto sucedería si se considerara que el hecho de haber sido bautizado como párvulo disminuye el valor del don recibido.
Afrontar pastoralmente este reto: la importancia del Bautismo de párvulos.
En relación con el problema de la dilación de la administración del Bautismo a los párvulos, lo más preocupante es que se llega a un debilitamiento de la conciencia acerca de la necesidad y del significado salvífico del Bautismo, del que con frecuencia se silencia su finalidad de remisión de los pecados. Se trata de un problema que afecta a todos los ámbitos de la pastoral, y repercute especialmente en la conciencia de la necesidad de la Iglesia; en el reconocimiento de cuál es la verdadera dimensión del diálogo interreligioso, y en del carácter único y universal de la salvación de Jesucristo[138].
La Iglesia confiesa «que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados»; por esto procura no descuidar «la misión que ha recibido del Señor de hacer renacer del agua y del Espíritu a todos los que pueden ser bautizados»[139] y no deja de afirmar la urgencia de que los niños reciban cuanto antes la adopción de hijos de Dios[140].
Así justifica el papa Benedicto XVI el Bautismo de párvulos: “La cuestión —la comento brevemente— del Bautismo de los niños. ¿Es justo hacerlo, o sería más necesario hacer primero el camino catecumenal para llegar a un Bautismo verdaderamente realizado? Y la otra cuestión que se plantea siempre es: «¿Podemos nosotros imponer a un niño qué religión quiere vivir, o no? ¿No debemos dejar a ese niño la decisión?». Estas preguntas muestran que ya no vemos en la fe cristiana la vida nueva, la verdadera vida, sino que vemos una opción entre otras, incluso un peso que no se debería imponer sin haber obtenido el asentimiento del sujeto. La realidad es diversa. La vida misma se nos da sin que podamos nosotros elegir si queremos vivir o no; a nadie se le puede preguntar: «¿quieres nacer, o no?». La vida misma se nos da necesariamente sin consentimiento previo; se nos da así y no podemos decidir antes «sí o no, quiero vivir o no». Y, en realidad, la verdadera pregunta es: «¿Es justo dar vida en este mundo sin haber obtenido el consentimiento: quieres vivir o no? ¿Se puede realmente anticipar la vida, dar la vida sin que el sujeto haya tenido la posibilidad de decidir?». Yo diría: sólo es posible y es justo si, con la vida, podemos dar también la garantía de que la vida, con todos los problemas del mundo, es buena, que es un bien vivir, que hay una garantía de que esta vida es buena, que está protegida por Dios y que es un verdadero don. Sólo la anticipación del sentido justifica la anticipación de la vida. Por eso, el Bautismo como garantía del bien de Dios, como anticipación del sentido, del «sí» de Dios que protege esta vida, justifica también la anticipación de la vida. Por lo tanto, el Bautismo de los niños no va contra la libertad; y es necesario darlo, para justificar también el don —de lo contrario discutible— de la vida. Sólo la vida que está en las manos de Dios, en las manos de Cristo, inmersa en el nombre del Dios trinitario, es ciertamente un bien que se puede dar sin escrúpulos. Y así demos gracias a Dios porque nos ha dado este don, que se nos ha dado a sí mismo. Y nuestro desafío es vivir este don, vivir realmente, en un camino post-bautismal, tanto las renuncias como el «sí», y vivir siempre en el gran «sí» de Dios, y así vivir bien”[141].
Desde estas convicciones debemos volver a empeñarnos en animar a los padres a que bauticen a sus hijos recién nacidos.
La preparación de padres y padrinos.
La preparación de los padres y padrinos del niño que va a ser bautizado puede considerarse como un factor de la Iniciación Cristiana de éste y un momento de gracia para los mismos padres y padrinos[142]. Esta preparación constituye hoy una de las mayores y más graves preocupaciones de los pastores ante la carencia de signos de vida cristiana que se observa en un buen número de padres, apenas evangelizados, y que mantienen actitudes de indiferencia y de alejamiento de la comunidad eclesial y de la práctica religiosa.
La formación de los padres y padrinos reviste una gran importancia, y no debe reducirse a una simple preparación ceremonial de la celebración del Bautismo de los niños. Por eso, más adelante se proponen algunas indicaciones para padres y padrinos en la Iniciación Cristiana de sus hijos y ahijados.
La ayuda que necesita hoy la familia aconseja que existan en la comunidad colaboradores efectivos de los padres y, en ocasiones, verdaderos sustitutos de éstos en la educación cristiana de los hijos. En algunos casos, son hoy los abuelos los que realmente hacen esta función. Con este fin se ha de exhortar a los padres y a las familias a que elijan bien a los padrinos, de acuerdo con las condiciones exigidas por la Iglesia como se recordaba al hablar del ministerio de los padrinos.
Atención a las situaciones especiales.
Por otra parte, cada día son más frecuentes los casos de padres que se encuentran en situación eclesialmente irregular y que, no obstante, solicitan el Bautismo para sus hijos. Hay que partir del principio de que la situación moral o legal de los padres no impide, de por sí, el Bautismo de su hijo. Ciertamente, la situación irregular puede ser un motivo para interrogarse sobre la educación cristiana que tales padres puedan dar a sus hijos, aunque no siempre ni necesariamente. El sacerdote deberá prestarles una atención especial en un diálogo sincero y respetuoso. El Bautismo de los hijos puede ser la ocasión para invitarles a una regularización de su situación, poniendo en práctica los principios y pautas pastorales que el papa Juan Pablo II indica en la exhortación apostólica Familiaris consortio[143].
En estos casos y en todos aquellos en los que los padres se muestran indiferentes al Bautismo de su hijo y, sin embargo, no se oponen a él, para proceder a la celebración del Sacramento habrá que contar con algunas garantías de que al niño le será dada una educación católica, exigida por el Sacramento, e impartida por algún miembro de la familia o por el padrino o la madrina, o por algún miembro de la comunidad parroquial, particularmente los catequistas. En este sentido debe estimarse que ante una promesa, que ofrezca una esperanza fundada de educación cristiana, ésta ha de ser considerada como suficiente[144].
Sólo cuando las garantías son insuficientes, será prudente retrasar el Bautismo. Pero los pastores deberán mantenerse en contacto con los padres, de manera que pueda llegarse, si es posible, a las condiciones requeridas para la celebración del Bautismo. Debe quedar bien claro, además, que la eventual demora que pudiera ser necesaria en ausencia absoluta de garantías suficientes no es un medio de presión, sino la ocasión de un diálogo más intenso con la familia[145].
Ahora exponemos algunos criterios.
a) Padres que se niegan a cualquier tipo de preparación.
Si los padres no están dispuestos a ningún tipo de preparación, y no hay esperanza fundada de que el niño vaya a ser educado en la religión católica debe diferirse el Bautismo, haciendo saber la razón a sus padres[146]. Especialmente en estos casos, el sacerdote y los responsables de la preparación prebautismal han de mostrar el rostro maternal de la Iglesia y la sublime dignidad del Bautismo de niños, mediante un cuidadoso diálogo pastoral, evitando cualquier apariencia de inflexibilidad[147].
b) Padres creyentes con poca práctica religiosa.
Es frecuente que pidan el Bautismo para sus hijos padres que se profesan católicos, pero que omiten casi por completo sus deberes religiosos o se sienten desvinculados de la Iglesia, llevados del ambiente secularizado, por dejadez o falta de formación religiosa. En todos estos casos, el sacerdote y el equipo de pastoral de Bautismos, con actitud de acogida, comprensión y diálogo pastoral, procurarán suscitar en los padres su responsabilidad a la hora de cuidar la fe de su hijo una vez bautizado, procurando ofrecerles medios para la revitalización cristiana de sus vidas. En estos casos ha de darse una esperanza fundada[148] de que la educación cristiana estará garantizada, por ellos, por los padrinos, por los abuelos o por los catequistas del equipo de pastoral bautismal de la Parroquia.
c) Padres católicos en situación irregular.
Pueden considerarse dos casos:
1. Padres casados canónicamente anteriormente con otro cónyuge, divorciados y vueltos a casar civilmente.
Éstos están en situación irregular pero, a pesar de todo, se sienten católicos. Por eso piden el Bautismo para sus hijos y tienen voluntad sincera de facilitar su posterior educación en la fe católica. Cuando hay constancia de las disposiciones positivas de los solicitantes y está asegurada la educación católica del bautizado, se puede celebrar el Bautismo[149].
2. Padres casados civilmente o conviviendo habitualmente “more uxorio”.
Ante todo es necesario un diálogo pastoral de los sacerdotes y sus colaboradores con estos padres para conocer las causas concretas de esta situación y, con discreción y respeto, ayudarles a allanar el camino para regularizar su unión[150], haciéndoles ver la incoherencia de pedir el Bautismo para su hijo y negarse a recibir la gracia del sacramento del Matrimonio. Si finalmente decidieran regularizar su situación, no se debe unir en la misma celebración el sacramento del Matrimonio con el Bautismo de su hijo[151].
Si después de este diálogo pastoral, persisten en solicitar el Bautismo de su hijo rechazando el Matrimonio canónico, y no ofrecen garantías suficientes para su educación de la fe, el Bautismo debe ser diferido[152]. Debe quedar claro que no se trata de una sanción por no estar casados canónicamente, ni de una coacción para que se casen y, menos aún, discriminación hacia su hijo, sino consecuencia del valor del Sacramento de la fe y de la necesaria coherencia para educar en esa misma fe.
d) Padres no creyentes o no católicos.
Se impone en este caso un discernimiento mucho más preciso acerca de los motivos de la petición del Bautismo y han de ser mayores las garantías de la futura educación en la fe de su hijo. Si hay una promesa formalmente hecha y unas garantías suficientes, como pueden ser la elección de unos padrinos que se ocuparán seriamente de la educación del bautizado, o por el apoyo cierto de una persona cualificada en la comunidad cristiana, no puede razonablemente rechazarse el Bautismo pues, en definitiva, lo primordial es la salvación del niño. En otro caso no se podría bautizar de infante y habría que diferir el Bautismo hasta que lo pida el propio sujeto.
Puede también darse entre nosotros que padres no católicos, pero cristianos pertenecientes a otras Iglesias o comunidades cristianas en diálogo ecuménico con la Iglesia Católica, soliciten el Bautismo para sus hijos, sobre todo si no tienen relación con ningún ministro de su confesión cristiana. Es una ocasión para establecer un diálogo pastoral con ellos mediante el cual ofrecerles un conocimiento más profundo de la fe católica para poderles ofrecer la plenitud de los medios de salvación[153]. Ante esta petición de Bautismo, se ha de consultar a la Curia diocesana, pues no todos los casos son iguales ni pueden solucionarse del mismo modo.
e) Otras situaciones.
Caso de que uno de los padres se opusiere a que su hijo fuera bautizado, o realizara los demás sacramentos de la Iniciación, salvo peligro de muerte[154], se consultará con la Curia diocesana, para valorar la conveniencia pastoral de posponer el Bautismo o los otros Sacramentos de la Iniciación[155].
Para cualquier otra situación especial no prevista anteriormente se consultará a la Curia diocesana.
La celebración del Bautismo.
a) El lugar del Bautismo
El lugar propio de la celebración del Bautismo, fuera del caso de necesidad, es el templo que tenga pila bautismal; esto es, en primer lugar la iglesia Catedral, y, en segundo lugar, la iglesia.
Como norma general, el niño debe ser bautizado en la iglesia Parroquial de sus padres, a no ser que una causa justa aconseje otra cosa[156]. Para ello se requerirá la autorización expresa y por escrito del Párroco al que corresponden los padres.
No puede admitirse la celebración del Bautismo en los lugares donde, de acuerdo con el CIC 858[157], no haya pila bautismal.
b) El tiempo del Bautismo.
En cuanto al tiempo de la celebración del Bautismo, si es posible, se administrará en Domingo y en la Vigilia Pascual[158] particularmente el de adultos. Dado el carácter de la Cuaresma como tiempo de preparación al Bautismo de los catecúmenos y de renovación de la conciencia bautismal de los fieles, parece oportuno que durante la misma no se celebre dicho Sacramento, a no ser por causa grave, para que la Vigilia Pascual y Tiempo Pascual aparezcan como el tiempo bautismal por excelencia[159].
La Anotación del Bautismo.
Los párrocos deben anotar, cuidadosamente y sin demora, en el libro de Bautismos de la parroquia la celebración de los Bautismos a tenor de los cánones 535, 877 y 878 del CIC, remitiendo oportunamente a la Curia diocesana la relación de los celebrados en el año.
[130] Cf. RAE 29-33; 41; 45-56. 107-130.
[131] CCE 1213; cf. 1277, 1279.
[132] UR 22.
[133] Cf. IC 69
[134] Cf. 2 P 1,4.
[135] Cf. 1 Tm 2,3-4; 1 Jn 4,10.
[136] Para las situaciones más difíciles ver CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción sobre El Bautismo de los Niños (20 de octubre de 1980).
[137] Cf. CCE 1277. 1279.
[138] Cf. IC 73-75; ICNNB 3-4.
[139] CCE 1257.
[140] Cf. CCE 1250-1252; 1257; 1263-1264.
[141] ASAMBLEA ECLESIAL DE LA DIÓCESIS DE ROMA, «LECTIO DIVINA» DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI, Basílica de San Juan de Letrán (11 de junio de 2012).
[142] Cf. IC 76-78
[143] Cf. FC 81. 84.
[144] “A propósito de garantías, debe estimarse que toda promesa, que ofrezca una esperanza fundada de educación cristiana de los hijos, merece ser considerada como suficiente” CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción sobre El Bautismo de los Niños (20 de octubre de 1980) 31.
[145] Cf. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción sobre El Bautismo de los Niños (20 de octubre de 1980) 30.
[146] Cf. CIC 868.
[147] Cf. IC 81; “Debe quedar bien claro, ante todo, que el rechazo del Bautismo no es un medio de presión. Por lo demás, no se debe hablar de rechazo, y menos aún de discriminación, sino de demora pedagógica, destinada según el caso a hacer progresar la familia en la fe o a hacerle tomar una mayor conciencia de sus responsabilidades” SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción Pastoralis actio (30 de mayo de 1980) 31.
[148] Cf. CIC 868 y SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción Pastoralis actio (30 de mayo de 1980) 31.
[149] Cf. CCE 1650-1651; FC 84.
[150] Cf. FC 81.
[151] En los rituales del Bautismo y del Matrimonio, están previstas las unión del Bautismo o del Matrimonio con la Eucaristía, pero en ninguno está prevista la unión del Bautismo y del Matrimonio o de estos y la Eucaristía.
[152] Cf. CIC 868.
[153] Cf. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Nota doctrinal acerca de algunos aspectos de la evangelización (3 de diciembre de 2007) 12.
[154] Cf. CIC 868,2.
[155] Cf. CIC 867.
[156] Cf. RBN 63 y CIC 857.
[157] Salvo disposición del Ordinario del lugar en los casos de los que tratan los cánones CIC 858,2, 859 y 860.
[158] Cf CIC 856.
[159] Cf. RBN 47.
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La Confirmación[160]
La Confirmación perfecciona la gracia bautismal; es el sacramento que da el Espíritu Santo para enraizarnos más profundamente en la filiación divina, incorporarnos más firmemente a Cristo, hacer más sólido nuestro vínculo con la Iglesia, asociarnos todavía más a su misión y ayudarnos a dar testimonio de la fe cristiana por la palabra acompañada de las obras. La Confirmación, como el Bautismo, imprime en el alma del cristiano un signo espiritual o carácter indeleble; por eso este sacramento sólo se puede recibir una vez en la vida[161].
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Tanto en la preparación catequética como en la celebración del sacramento de la Confirmación, a fin de salvaguardar, en todo momento, la verdadera naturaleza de este sacramento y el lugar propio que le corresponde en la vida de la Iglesia y de los creyentes, se debe tener en cuenta:
- El sacramento de la Confirmación es uno de los tres sacramentos de la Iniciación Cristiana; en consecuencia, «todos los bautizados deberían ser convocados a recibir este sacramento que no puede entenderse como un sacramento de élites o sólo para grupos de selectos»[162]. El sacramento de la Confirmación es para todos los Bautizados.
- El sacramento de la Confirmación ha de entenderse como un don gratuito de Dios, sin reducirlo a una pura y simple ratificación personal del Bautismo recibido y de la fe y compromisos bautismales; por tanto, «el esfuerzo de la preparación no deberá oscurecer nunca sino realzar la primacía del don que Dios otorga con el sacramento. La Confirmación, aunque implica necesariamente la libre respuesta del creyente que tiene uso de razón es, ante todo, un don gratuito de la iniciativa salvadora de Dios»[163]. Por esta razón, son también sujetos del sacramento de la Confirmación aquellas personas que no son conscientes como, por ejemplo, los párvulos, los discapacitados[164], las personas en peligro de muerte, los ancianos, etc.
- La Confirmación no significa minusvaloración del Bautismo de los párvulos. No se puede, pues, partir de cero «como si nada le hubiese ocurrido al candidato en su Bautismo y en su primera catequesis […] Sin embargo éstos pueden encontrarse a veces en tal situación que requiere un proceso previo de evangelización, en el sentido estricto de esta palabra, para que pueda aflorar en ellos el don de Dios que recibieron en el Bautismo y en los otros sacramentos»[165].
- «La Pastoral de la Confirmación tiene como meta, muy en primer término, llevar al confirmando a participar plena y activamente en el banquete eucarístico, ya que, como consideran la Tradición y la liturgia, la Confirmación está específica y directamente ordenada a la Eucaristía»[166]. Por ello, también debe buscarse y exigirse la participación habitual en la Eucaristía dominical de los que se encuentran en el proceso de la Iniciación Cristiana[167].
- La confirmación es prolongación del acontecimiento de Pentecostés, por eso acentúa la dimensión eclesial y misionera de la vocación bautismal, en íntima conexión con el acontecimiento pascual, con el que forma una unidad inescindible. Esta dimensión eclesial presupone que la catequesis preparatoria transmite «la fe íntegra de la Iglesia, sin los silencios ni omisiones» de algunas partes de la confesión de la fe y de la moral evangélica.
- La preparación catequética a este Sacramento, como toda Iniciación Cristiana, debe estar inserta dentro de un proceso de carácter catecumenal.
Por consiguiente habrá de iniciar, entre otras cosas, a la oración, como dimensión fundamental de la existencia cristiana. Deberá transmitir la enseñanza moral de la Iglesia y despertar y fortalecer el sentido de la conciencia moral y de la necesidad de la conversión a lo largo de toda la vida; conversión que tiene su expresión culminante en el sacramento de la reconciliación.
Inseparablemente, ha de disponer también a los confirmandos para el servicio de la Iglesia y del mundo con los dones que Dios les concede. En este sentido, esta pastoral habrá de poner al candidato en disposición de descubrir a qué vocación y servicio determinados Dios lo llama para la edificación de la Iglesia, la evangelización y la impregnación del mundo con los valores evangélicos[168], teniendo en cuenta los talentos que el Señor concede a cada uno.
Cuándo administrar el sacramento de la Confirmación.
La normativa canónica universal señala la administración de la Confirmación «en torno a la edad de la discreción, a no ser que la Conferencia Episcopal determine otra edad»[169]. En España la Conferencia Episcopal Española, por Decreto de 25 de noviembre de 1983, fijó «como edad para recibir el sacramento de la Confirmación la situada en torno a los catorce años, salvo el derecho del obispo diocesano a seguir la edad de la discreción a que hace referencia el canon 891»[170].
En la Archidiócesis de Sevilla se asume lo fijado por la Conferencia Episcopal Española. Por tanto, la edad para recibir el sacramento de la Confirmación queda fijada a los catorce años, o 2º de Educación Secundaria Obligatoria.
Situar la celebración del Sacramento de la Confirmación en torno a los catorce años posibilita que la educación cristiana no se cierre con la Primera Comunión y se prolongue hasta haber recibido los tres sacramentos de la Iniciación Cristiana.
Los católicos que no hayan recibido el sacramento de la Confirmación, deben recibirla antes de ser admitidos al Matrimonio, con el fin de completar la Iniciación Cristiana[171]. Los novios que solicitan el Sacramento del Matrimonio y no están confirmados deberán recibir previamente la Confirmación. La preparación consistirá en una catequesis de adultos apropiada que se desarrollará a lo largo de un curso pastoral y que incluirá la preparación al Matrimonio.
Lugar de la celebración.
La Catedral y el templo Parroquial, por su condición de templo bautismal y sede de la comunidad cristiana es, de ordinario, el lugar propio para la celebración del sacramento de la Confirmación.
En el caso de celebrarse en la escuela católica u otros colegios de inspiración católica, tendrá lugar siempre en un recinto sagrado, prefiriéndose en la medida de lo posible el templo Parroquial como expresión de pertenencia a dicha comunidad de referencia. Cualquier excepción a los supuestos anteriores, deberá contar con la licencia del Párroco del lugar.
El tiempo de la celebración.
En cuanto al tiempo de la celebración, es recomendable que sea en Domingo, en tiempo de Pascua, proximidad de Pentecostés, Visita Pastoral, titularidad de la Parroquia, o alguna otra fecha significativa. Por razón de fuerza mayor se optaría por cualquier otra fecha.
Anotación de la Confirmación.
Los nombres de los confirmados, dejando constancia del ministro, de los padres y padrinos, y del lugar y día de la celebración del sacramento, deben inscribirse en el libro de Confirmaciones que se guarda en el archivo parroquial. Así pues, los rectores de templos -o responsables de los centros- en los que se haya autorizado la celebración de la Confirmación comunicarán oportunamente al párroco los datos citados.
Además, es obligación del Párroco, notificar dichos datos a las Parroquias donde los confirmados fueron bautizados, para que, a tenor de los cánones 535,2 y 895-896 del CIC, se pueda proceder a la anotación en el libro de Bautismo. Asimismo, remitirá oportunamente a la Curia diocesana la relación de los celebrados en el año.
[160] Cf. RAE 34-52; 131-148.
[161] CCE 1319-1317.
[162] COMISIÓN EPISCOPAL PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Sobre algunos aspectos doctrinales del sacramento de la Confirmación (24 de octubre de 1991) 2.
[163] COMISIÓN EPISCOPAL PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Sobre algunos aspectos doctrinales del sacramento de la Confirmación (24 de octubre de 1991) 3.
[164] Se refiere a aquellas personas con discapacidad que presenten dificultades de expresión oral y que no cuenten con algunos de los sistemas de comunicación y/o de apoyo para su libre respuesta como creyente.
[165] COMISIÓN EPISCOPAL PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Sobre algunos aspectos doctrinales del sacramento de la Confirmación (24 de octubre de 1991) 4.
[166] COMISIÓN EPISCOPAL PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Sobre algunos aspectos doctrinales del sacramento de la Confirmación (24 de octubre de 1991) 5.
[167] Cf. JUAN PABLO II, Carta Apostólica Dies Domini (31 de mayo de 1998) 36.
[168] COMISIÓN EPISCOPAL PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Sobre algunos aspectos doctrinales del sacramento de la Confirmación (24 de octubre de 1991) 5. Cf. también JUAN PABLO II, Alocución a los obispos del Sur de Francia en visita “ad limina” (27-X-1987); IC 88-90.
[169] CIC 891.
[170] Decreto (25-XI-1983) art. 10, en Boletín Oficial de la Conferencia Episcopal Española 3 (1984) 102.
[171] Cf. CIC 1065, 1; Ritual del Matrimonio, n. 18.
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La Eucaristía[172]
El tercer sacramento de la Iniciación Cristiana es la Eucaristía; en ella la Iniciación alcanza su culminación. La Eucaristía significa y realiza la comunión de vida con Dios y la unidad de la Iglesia, es pregustación de la vida eterna y compendio y suma de nuestra fe[173]. La Eucaristía es fin y culminación de los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación[174].
Se comprende, pues, la importancia y la necesidad de las debidas disposiciones con que se han de preparar todos los que participan sacramentalmente del banquete eucarístico[175].
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Ahora bien, en la primera participación en la Eucaristía, es muy conveniente que ésta vaya precedida no sólo de la necesaria catequesis de la Iniciación Cristiana, sino también de una verdadera introducción y un hábito de asistencia a la celebración eucarística, sobre todo la del Domingo, tanto con sus padres como con el grupo de catequesis, particularmente los niños y jóvenes.
Es un momento muy oportuno para ayudar a los niños a conocer los signos, las respuestas, y las actitudes internas y corporales que requiere la participación litúrgica. La preparación para la Primera Comunión, a pesar de los inconvenientes que provienen de los excesos en la fiesta familiar y social con este motivo, debe orientarse hacia una verdadera integración de los niños y de sus padres en la vida de la comunidad cristiana.
La edad y la preparación para la Primera Comunión.
Desde las disposiciones de San Pío X, se señala la «edad del discernimiento» y «uso de razón» para participar en la comunión eucarística por primera vez. En nuestra diócesis la edad propia para recibir por primera vez la comunión sacramental será a los nueve años o 4º de Educación Primaria.
Si varios hermanos quieren hacer la Primera Comunión, el mayor esperará al menor.
Para ello requiere «que tengan suficiente conocimiento y hayan recibido una preparación cuidadosa, de manera que entiendan el misterio de Cristo en la medida de su capacidad, y puedan recibir el Cuerpo del Señor con fe y devoción»[176].
Por este motivo, «los padres en primer lugar y quienes hacen sus veces, así como también el párroco, tienen obligación de procurar que los niños que han llegado al uso de razón se preparen convenientemente y se nutran cuanto antes, previa confesión sacramental, con este alimento divino»[177]. De este modo la Iglesia ejerce su maternidad, iniciada en el Bautismo, preparando a estos pequeños por la Penitencia según su propia capacidad y conduciéndolos hacia la mesa del Señor, para alimentarlos con la Palabra divina y con el Cuerpo de Cristo en la comunidad de los hermanos[178].
En este sentido es muy importante entender que la preparación para la Primera Comunión ha de comprender también la Iniciación litúrgica y un cierto hábito de asistencia a la Misa dominical[179]. Los padres, padrinos y los catequistas tienen una grave responsabilidad en ir educando este hábito. La asistencia a la Misa dominical, en especial todo durante el periodo catequético, constituirá un elemento de discernimiento importante para ser admitidos a la recepción del sacramento[180].
Por eso, no les exige una preparación superior o unos conocimientos completos de la doctrina cristiana, al considerar que se encuentran y se mantendrán en la etapa básica de formación catequética y de Iniciación en todos los aspectos de la vida cristiana. De hecho será la primera síntesis de fe. Pero en modo alguno la primera participación eucarística clausura la catequesis, sino que debe ser contemplada como una verdadera Iniciación sacramental en el Misterio eucarístico para quienes, hechos ya hijos de Dios por el Bautismo, pueden comenzar a percibir ya las realidades de la salvación, según su capacidad y bajo la acción del Espíritu Santo y llegar a una segunda síntesis de fe conforme vayan avanzando en edad[181].
Una vez celebrada la «Primera Comunión» la participación del niño, del adolescente y del joven en la Eucaristía especialmente la dominical, es parte sustantiva de su proceso de Iniciación Cristiana. Por eso no puede realizarse un proceso de Iniciación Cristiana de niños, adolescentes y jóvenes, si no tiene en la Eucaristía su fuente y su cima[182].
La formación básica de la fe, recibida durante los años de la Iniciación Cristiana, se abre y se prolonga en la educación permanente de esa misma fe en el seno de la comunidad cristiana[183].
La celebración de la Eucaristía en que se comulga por primera vez.
La Iglesia celebra con gozo, en las familias y en las parroquias, la plena incorporación de nuevos hijos a la celebración y participación en la Eucaristía, que significa y realiza la comunión de vida con Dios y la unidad del Pueblo de Dios por las que la Iglesia es ella misma[184]. Sin embargo, el peso social que rodea hoy la celebración de la Primera Comunión es un factor que oculta en no pequeña medida tanto el valor de la Iniciación Cristiana como el de su sentido eclesial. A pesar de los generosos y positivos esfuerzos de muchas comunidades, no siempre se consigue salvar estas dificultades.
Convencidos de la importancia que tiene el cuidado de la celebración en el desarrollo de la catequesis y durante la misma celebración de la primera comunión, se debe poner el énfasis en el desarrollo de una celebración que nunca olvide el sentido cristiano, y sea expresión de la comunidad eclesial que celebra la Eucaristía con sencillez y solemnidad.
Para la celebración de la Eucaristía en la que los niños participan por vez primera pueden seguirse las orientaciones del Directorio para la Misa con niños.[185].
Es tarea de los sacerdotes, catequistas y responsables de la formación, el cuidado de la celebración, que no debe ser improvisada y evitará cualquier posible desorden. Es importante la motivación de toda la comunidad eclesial que se prepara a vivir un acontecimiento importante en el camino de maduración de sus miembros[186].
Tiempo y lugar de la celebración.
En relación al momento de la celebración, el día más apropiado será el Domingo u otro día de suficiente relevancia para la comunidad eclesial, especialmente en tiempo de Pascua.
La celebración de la Primera Comunión se realizará en el templo Parroquial. En el caso de celebrarse en la escuela católica u otros colegios de inspiración católica, tendrá lugar siempre en un recinto sagrado, prefiriéndose en la medida de lo posible el templo Parroquial como expresión de pertenencia a dicha comunidad de referencia. Cualquier excepción a los supuestos anteriores, deberá contar con la licencia del Párroco del lugar.
[172] Cf. RAE 57-63; 149-177.
[173] Cf. CCE 1324-1327.
[174] CCE 1244; cf. 1385-1389.
[175] Cf. CIC, c. 914.
[176] CIC 913, 1.
[177] CIC 914.
[178] Véase la Declaración de la CONGREGACIÓN PARA LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, La Penitencia antes de la Primera Comunión (24 de mayo de 1974), en AAS 65 (1973), 410; y CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO, Directorio para las Misas con Niños, (1 de noviembre de 1973) 12.
[179] Cf. JUAN PABLO II, Carta Apostólica Dies Domini (31 de Mayo de 1998) 36.
[180] Cf. IC 103.
[181] Cf. IC 101-102.
[182] Cf. IC 106.
[183] Cf. DGC 69-72.
[184] Cf. SAGRADA CONGREGACIÓN DE RITOS Y CONSILIUM, Instrucción Eucharisticum mysterium 6.
[185] CIC 932.
[186] Cf. IC 104-105.
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ITINERARIO DE LA INICIACIÓN CRISTIANA DE ADULTOS
Itinerario de la Iniciación Cristiana de adultos[187]
Este itinerario tiene como destinatarios a aquellos adultos, mayores de 18 años, que piden la Iniciación Cristiana y a aquellos adultos, que habiendo recibido el Bautismo de párvulos o niños, no la han completado por no haber recibido la catequesis o no haber recibido los sacramentos de la Confirmación y/o la Eucaristía.
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Iniciación Cristiana de Adultos.
Cuando alguna persona mayor de 18 años pida la Iniciación se comunicará a la Delegación Diocesana para el Catecumenado Bautismal al que le corresponde organizar la pastoral catecumenal en la Archidiócesis de Sevilla, conforme al presente Directorio, teniendo en cuenta las circunstancias de cada caso. En el caso de que presente alguna necesidad de apoyo (discapacidad), esta Delegación lo comunicará al equipo de Catequesis Especial y/o de Apoyo y al Departamento de Pastoral del Sordo con el fin de promover las adaptaciones necesarias y los apoyos que requieran.
Los jóvenes entre 14 y 18 se integrarán en los grupos de pastoral juvenil de la Parroquia. Si en estos grupos hubiera jóvenes que presenten alguna discapacidad serán orientados y acompañados por un catequista responsable de la catequesis especial y/o de apoyo parroquial.
Las etapas y tiempos de la Iniciación Cristiana de los adultos son los siguientes:
El anuncio misionero o precatecumenado.
Todos los cristianos somos misioneros, estamos llamados al anuncio del Evangelio. Aún más en el contexto de nuestra sociedad necesitada de una Nueva Evangelización.
Pues, el primer tiempo es el del anuncio misionero o precatecumenado, que cuando este anuncio es acogido por alguien, acaba con el ingreso de quien se quiere hacer cristiano en el grado de los catecúmenos[188].
Durante este tiempo el acento ha de ponerse en el anuncio del evangelio del que debe brotar la fe y la conversión inicial y ha de madurar la voluntad de seguir a Jesucristo[189]. También se ha de trabajar para suscitar en los catecúmenos la búsqueda de la verdad, el sentido de la vida, y ayudar a discernir el deseo y la motivación que les lleva a la petición del Bautismo.
Son elementos fundamentales en este momento entre el cristiano y el que aún no conoce a Cristo, la acogida, el diálogo, el testimonio de la fe, el servicio de la caridad. En efecto, la predicación evangélica se da en la Iglesia de distintas formas y a través del testimonio y de la palabra de todos los cristianos.
No es de extrañar, pues, que la petición del Bautismo por parte de un adulto se produzca entre nosotros vinculada a una persona concreta, que ha sido el misionero, (novio, cónyuge, amigo…) o en referencia a una situación eclesial determinada que le ha provocado un primer encuentro con Cristo.
El mediador humano principal en el anuncio misionero (cónyuge, amigo…) está llamado a ser el «fiador» del que habla el RICA y su misión será acompañarlo en su relación con la comunidad cristiana.
«La admisión (al «precatecumenado») se hará en una reunión de la comunidad local, con tiempo suficiente para que brote la amistad y el diálogo»[190]. Al no haber tiempo determinado ni programas de contenidos –el contenido es el anuncio explícito con obras y palabras del Evangelio, particularmente del kerigma– en esta etapa «espérese hasta que los candidatos, según su disposición y condición, tengan el tiempo necesario para concebir la fe inicial y para dar los primeros indicios de su conversión»[191]. El acompañante del precatecúmeno determinará con él el momento en que éste pueda ser presentado al párroco o a la comunidad para iniciar la etapa del C.
La entrada en el Catecumenado.
Una vez que alguien se ha decidido por seguir a Cristo en la Iglesia y está dispuesto a realizar el Catecumenado, se hace el rito de la “Entrada en el Catecumenado” [192]. Desde entonces adquiere los derechos y prerrogativas de que se relacionan más adelante.
Este rito es de gran importancia, porque entonces, los que quieren hacerse cristianos, se presentan por primera vez y manifiestan a la Iglesia su deseo, y ésta, cumpliendo su deber apostólico, admite a los que pretenden ser sus miembros. A éstos Dios les otorga su gracia, ya que su deseo se muestra patente en esta celebración, que también es digno de su recepción y primera consagración por parte de la Iglesia[193].
Para dar este paso se requiere en los candidatos una vida espiritual inicial y unos conocimientos rudimentarios de la doctrina cristiana: a saber, la primera fe concebida en el tiempo del “precatecumenado”, la conversión inicial y la voluntad de cambiar de vida y de empezar el trato con Dios en Cristo, y, por tanto, los primeros sentimientos de penitencia y el uso incipiente de invocar a Dios y hacer oración, acompañados de las primeras experiencias en el trato y espiritualidad de los cristianos[194].
De estas disposiciones deben juzgar los pastores con la ayuda de los padrinos de catecumenado (“sponsores”), catequistas y diáconos, según los indicios externos[195].
A partir de este momento los catecúmenos son ya de «la casa de Cristo»: son alimentados por la Iglesia con la palabra de Dios y favorecidos con las ayudas litúrgicas. Por tanto, los catecúmenos han de estimar de todo corazón, la asistencia a la liturgia de la palabra y el recibir bendiciones y sacramentales[196].
Por la signación y la unción catecumenal, entre otros ritos iniciales, el nuevo converso comienza a ser catecúmeno, pero no «fiel», porque no ha recibido aún el sacramento de la fe, el Bautismo.
Una vez realizado el rito, se informará a la Delegación Diocesana para el Catecumenado Bautismal para que inscriba los nombres de los catecúmenos en el Libro que se custodia en la Curia, añadiendo la mención del ministro y de los padrinos, así como la fecha y el lugar de la admisión[197].
Después de este rito comenzará el catecumenado.
El tiempo del Catecumenado.
El catecumenado[198] es un tiempo prolongado en el que la Iglesia transmite su fe y el conocimiento íntegro y vivo del misterio de la salvación mediante una catequesis apropiada, gradual, adaptada, accesible e íntegra, teniendo como referencia el sagrado recuerdo de los misterios de Cristo y de la historia de la salvación en el año litúrgico[199], y acompañada de celebraciones de la Palabra de Dios y de otros ritos y plegarias. De esta manera se les ayuda para que lleguen a la madurez las disposiciones manifestadas en la entrada en el catecumenado.
La duración del período del Catecumenado depende de la gracia de Dios y de varias circunstancias, a saber: de la organización de todo el Catecumenado, de la cooperación de cada catecúmeno, de los medios necesarios para acudir a la catequesis del Catecumenado y permanecer en él y, finalmente, de la ayuda de la comunidad local. Ordinariamente tendrá una duración de un año litúrgico, pero teniendo en cuenta las circunstancias.
Las celebraciones de la palabra de Dios pueden hacerse después de la catequesis, comprendiendo los exorcismos menores; también pueden concluir con las bendiciones.
Para la organización concreta del catecumenado se contará siempre con la ayuda de la Delegación Diocesana para el Catecumenado Bautismal. En caso de catecúmenos con necesidades de apoyo (discapacidad), esta Delegación contará con el asesoramiento del equipo de catequesis especial y/o de apoyo, y el Departamento de Pastoral del Sordo, de la Delegación Diocesana de Catequesis.
El tiempo del catecumenado concluye con el Rito de la Elección o inscripción del nombre[200]. Para ser elegidos se requiere la fe iluminada y la voluntad de recibir los sacramentos.
El rito de la Elección.
Con el segundo grado de la Iniciación, comienza el tiempo de la purificación e iluminación, destinado a la preparación intensiva del espíritu y del corazón. En este grado, la Iglesia hace la “elección”, o sea, la selección y admisión de los catecúmenos que por su disposición personal sea idóneos para acercarse a los sacramentos de la Iniciación en la próxima celebración. Se llama “elección” porque la admisión, hecha por la Iglesia, se funda en la elección de Dios, en cuyo nombre actúa la Iglesia; se llama también “inscripción de los nombres”, porque los candidatos, en prenda de fidelidad, escriben su nombre en el libro de los elegidos[201].
Una vez realizado el rito de la Elección se informará a la Delegación Diocesana para el Catecumenado Bautismal para que se asiente el nombre de los elegidos en el Libro que se custodia en la Curia diocesana, además se señalará el ministro, el día y lugar de la Elección.
Este tiempo ha de ayudar a los responsables del itinerario catecumenal a asegurarse de que los candidatos están capacitados para ser admitidos a los sacramentos de Iniciación en las fiestas pascuales. Es el momento en el que hay que valorar la idoneidad del catecúmeno de acuerdo con diversos criterios de discernimiento. El criterio general es el señalado en el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos, “conversión de la mente y de las costumbres, suficiente conocimiento de la doctrina cristiana y sentimientos de fe y caridad”[202]; además se tendrá en cuenta: el amor a Jesucristo y el deseo de conocerle más y seguirle; que el candidato sepa rezar las oraciones básicas del cristiano; la asistencia regular al camino catequético; alguna práctica en obras de caridad y amor al prójimo; y que progresivamente se sienta miembro pleno de la comunidad cristiana a la que ya pertenece.
Con la celebración de la “elección” concluye el catecumenado mismo, y por tanto el largo aprendizaje de la mente y del corazón. Por esta razón, para que alguien pueda ser inscrito entre los “elegidos”, se requiere de él la fe iluminada y la voluntad deliberada de recibir los sacramentos de la Iglesia. Hecha la elección, se le instará a seguir a Cristo con mayor generosidad[203].
En lo que toca a la Iglesia, la elección es como el centro de la atenta solicitud hacia los catecúmenos. El Obispo, los presbíteros, diáconos, catequistas, padrinos y toda la comunidad local, cada uno en su orden y a su modo, después de diligente reflexión, dé su parecer acerca de la instrucción y aprovechamiento de los catecúmenos. Finalmente acójase con la oración a los “elegidos”, para que toda la Iglesia los conduzca consigo al encuentro de Cristo.
Después, durante la celebración del rito, tiene lugar la manifestación de su voluntad y la sentencia del Obispo o de su delegado delante de la comunidad. Así se comprende que la elección, rodeada de tanta solemnidad, sea como el eje de todo el catecumenado[204].
Desde el día de la “elección” y de su admisión los catecúmenos reciben la denominación de “elegidos”. También, se les denomina “competentes”, porque todos juntos pretenden o rivalizan o compiten en recibir los sacramentos de Cristo y el don del Espíritu Santo. Se llaman, también, “iluminados”, ya que el Bautismo mismo recibe, también, el nombre de “iluminación”, y por él los neófitos son inundados con la luz de la fe[205].
Este rito se celebrará, de ordinario, el primer Domingo de la Cuaresma antes de que sean iniciados sacramentalmente y según lo indicado en el RICA[206], presidido por el Obispo o por el Delegado para el Catecumenado Bautismal o, con delegación expresa, por el Párroco.
El tiempo de la purificación y de la iluminación.
La tercera etapa a que da lugar el rito de la elección es el llamado tiempo de la purificación y de la iluminación[207] como disposición inmediata a la celebración de los sacramentos de Iniciación, que constituyen el centro y culmen de todo el catecumenado[208].
La formación en esta etapa tiene preferentemente un carácter espiritual y ascético. Se dirige a los corazones y a las mentes para purificarlas por el examen de la conciencia y por la penitencia, y para iluminarlas por un conocimiento más profundo de Cristo, el Salvador. Es el tiempo en el que, a través del anuncio de la misericordia de Dios, se descubren las propias limitaciones, el reconocimiento de los propios pecados y la llamada al compromiso personal para seguir a Cristo.
Esto se verifica por medio de varios ritos, especialmente por los “escrutinios” y las “entregas”[209].
1) Los “escrutinios”, que se celebran solemnemente en los domingos, se dirigen a estos dos fines: a descubrir en los corazones de los elegidos lo que es débil, morboso o perverso para sanarlo; y lo que es bueno, positivo y santo para asegurarlo. Los escrutinios se ordenan a la liberación del pecado y del diablo, y al fortalecimiento en Cristo, que es el camino, la verdad y la vida de los elegidos.
2) Las “entregas”, por las cuales la Iglesia entrega o confía a los elegidos antiquísimos documentos de la fe y de la oración, principalmente: el Símbolo y la Oración dominical. Estas entregas tienden a la iluminación de los elegidos. En el Símbolo, en el que se recuerdan las grandezas y maravillas de Dios para la salvación de los hombres, se inundan de fe y de gozo los ojos de los elegidos; en la Oración dominical, en cambio, descubren más profundamente el nuevo espíritu de los hijos, gracias al cual, llaman Padre a Dios, sobre todo durante la reunión eucarística.
Los escrutinios tendrán lugar, de ordinario, los Domingos III, IV y V de Cuaresma. Se celebran tres escrutinios. El Símbolo se entrega en la semana que sigue al primer escrutinio y la Oración Dominical después del tercer escrutinio[210]. Donde haya catecúmenos se seguirá, para toda la comunidad, el Ciclo A de las lecturas dominicales.
Si la Iniciación tuviera lugar en la Vigilia Pascual, el Sábado Santo por la mañana pueden hacerse los ritos inmediatamente preparatorios: la recitación del Símbolo; el rito del “Effeta”; el Rito de la elección del nombre cristiano; y la unción con el óleo de los catecúmenos si no se ha hecho antes[211].
Si, por causa justa, la Iniciación no tuviera lugar en la Vigilia Pascual o en el Día de Pascua, los escrutinios y las entregas se harán en el tiempo oportuno, según las indicaciones de la Delegación Diocesana para el Catecumenado Bautismal.
Celebración de los Sacramentos de la Iniciación Cristiana.
La celebración tendrá lugar en la Vigilia pascual, en la Catedral o en la Parroquia, presidiendo el Obispo[212] o un ministro delegado por él, y se seguirá el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos[213]. Si no fuere posible la presidencia del Obispo o su delegado en la Vigilia Pascual, los sacramentos de la Iniciación Cristiana se celebrarán en un Domingo del tiempo pascual. La cincuentena pascual es considerada como «un gran Domingo», y cada eucaristía dominical es la gran celebración del «día en que actuó el Señor»[214]. Por causa justa, la Iniciación puede celebrarse en un tiempo distinto siguiendo las indicaciones de la Delegación Diocesana para el Catecumenado Bautismal.
El tiempo de la mistagogía.
A la celebración de los sacramentos de la Iniciación Cristiana sigue el tiempo de la profundización en los misterios recibidos, o de la mistagogía[215]. La mistagogía es, en primer término, una etapa catequética y sacramental a la vez, delimitada por la octava pascual y que puede extenderse hasta Pentecostés. En ella los iniciados, renovados en su espíritu, asimilan más profundamente los misterios de la fe y los sacramentos en los que se nutre la Iglesia, experimentando cuán suave es el Señor[216]. «La inteligencia más plena y fructuosa de los misterios se adquiere con la renovación de las explicaciones y sobre todo con la recepción continuada de los sacramentos»[217].
Pero la mistagogía configura también toda la trayectoria de la vida cristiana, que progresa y se enriquece día a día en la comprensión más plena de las Sagradas Escrituras y en la frecuencia de los sacramentos. En este sentido la Iniciación Cristiana de los que son bautizados nada más nacer, está definida también por la mistagogía. De ahí la importancia de la celebración del Domingo para todos los fieles cristianos, como día en el que se hace memoria del Bautismo y se nutre la fe con la Palabra de Dios y con la participación eucarística[218].
Adultos ya bautizados que completan su Iniciación Cristiana.
En la medida de lo posible, seguirán el mismo camino, para la plena Iniciación Cristiana, aquellos adultos bautizados de párvulos, que no han recibido la debida catequesis o no están Confirmados o no han participado en la Eucaristía, y viven alejados de la fe y de la comunidad cristiana.
El desarrollo ordinario de la catequesis y las celebraciones litúrgicas (incluidas las bendiciones y entregas propias del catecumenado) para estos bautizados no catequizados seguirán el orden propuesto en el itinerario de Iniciación Cristiana de Adultos; pero al proponerla el sacerdote, el diácono o el catequista, tenga presente la peculiar condición de estos adultos que ya han recibido el Bautismo[219].
Para su Iniciación sacramental se utilizará el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos- Capítulo IV.
Duración y material catequético.
Aunque es muy difícil medir los tiempos en la Iniciación Cristiana, dado que depende de la gracia de Dios y de la respuesta del candidato, es oportuno establecer un tiempo de catequesis (catecumenado) que dure un curso escolar tanto para la Iniciación Cristiana de Adultos, como para aquellos adultos que necesiten completar su Iniciación.
El material para la catequesis de los adultos sin bautizar que piden su Iniciación, como para la de aquellos que necesitan completarla, será el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica. Puede utilizarse como guía la publicación de la Subcomisión Episcopal de Catequesis de la Conferencia Episcopal Española Para dar razón de nuestra fe. Formación en la fe con el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica. También puede utilizarse el Youcat y para los que sólo necesitan completar su Iniciación con el Sacramento de la Confirmación el Youcat Confirmación.
En nuestra Archidiócesis, en el caso de personas con necesidades de apoyo, podrá utilizarse como material adaptado Jesús es nuestro amigo, junto con las orientaciones oportunas del equipo de catequesis especial y/o de apoyo, y el Departamento de Pastoral del Sordo, de la Delegación Diocesana de Catequesis.
Obligaciones y prerrogativas del catecúmeno adulto no bautizado.
Desde que los adultos no bautizados empiezan el catecumenado, la Iglesia acoge ya a los catecúmenos como suyos por la vida de fe, esperanza y caridad que llevan[220], y por ello gozan de un estatuto jurídico peculiar, que comprende una serie de obligaciones y prerrogativas que parten del derecho primero a ser instruidos en la doctrina de la fe y a ser educados en la forma de vida cristiana[221].
Obligaciones[222]:
– Supuesta su inscripción en el Catecumenado, a tenor del Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos, harán los pasos sucesivos de la Iniciación Cristiana en él señalados;
– Participarán en la liturgia de la Palabra semanal, sea con la comunidad cristiana, sea en actos peculiares;
– Y llevarán una vida evangélica propia de su condición.
Prerrogativas:
– Pueden impartírseles sacramentales, a tenor del c. 1170 del Código de Derecho Canónico;
– A cada uno acompañará en su itinerario catecumenal un padrino que le conozca, le ayude y sea testigo de sus costumbres, de su fe y de su voluntad;
– Pueden y aún deben participar en la actividad apostólica de la Iglesia
– Si contraen matrimonio, la comunidad cristiana les acompañará con una peculiar celebración religiosa[223];
Están equiparados a los fieles en materia de exequias[224].
[187] Cf. RAE 10-12. 69-90.
[188] Cf. IC 24; 119-120; OPC 13.
[189] Cf. RICA Observaciones previas 9-11; DGC 88.
[190] RICA Observaciones previas 12.
[191] RICA 50.
[192] Cf. IC 25.
[193] RICA Observaciones previas 14.
[194] RICA Observaciones previas 15.
[195] RICA Observaciones previas 16.
[196] RICA Observaciones previas 18.
[197] Cf. RICA Observaciones previas 17.
[198] Cf. IC 26; 121; OPC 14.
[199] Cf SC 102.
[200] Cf RICA 133-151.
[201] RICA Observaciones previas 22.
[202] RICA 23.
[203] Cf. RICA 133-142.
[204] RICA Observaciones previas 23.
[205] RICA Observaciones previas 24.
[206] RICA 133-151.
[207] Cf RICA Observaciones previas 21-26; 152-207.
[208] Cf. RICA Observaciones previas 21-25; 181; IC 27, 122; OPC 15.
[209] RICA Observaciones previas 25.
[210] Cf. RICA 152-191; Observaciones previas 52-53.
[211] Cf. RICA 193-206; Observaciones previas 54.
[212] A tenor del CIC 863, deberá ofrecerse siempre al Obispo la celebración de los Sacramentos de la Iniciación Cristiana en el caso de los mayores de 14 años.
[213] Cf. RICA 208-234.
[214] Cf. IC 28.
[215] Cf. IC 29-31; OPC 16.
[216] Cf. RICA 235-239.
[217] RICA Observaciones previas 37-40.
[218] Cf. JUAN PABLO II Carta Apostólica Dies Domini (31 de Mayo de 1998).
[219] RICA 297.
[220] Cf. LG 14; CIC 206, 788; CEC 1249.
[221] Cf. CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA Normas complementarias del Nuevo Código de Derecho Canónico, decreto 2, artículo 3 (15 de julio de 1985).
[222] Cf. OPC 32-34.
[223] La celebración está descrita en el Ritual del Matrimonio Capítulo III.
[224] Cf. CIC 1183, 1.
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INICIACIÓN CRISTIANA DE PARVULOS
Iniciación Cristiana de párvulos que se completa a lo largo de la infancia y la adolescencia[225].
Éste que vamos a describir será el itinerario típico y constituirá el proceso ordinario y normativo para la Iniciación Cristiana de infantes, que se completará a lo largo de la niñez y la adolescencia, en la Archidiócesis de Sevilla.
El itinerario se compone de tres etapas consecutivas de duración variable en las que se utilizará un catecismo de la Conferencia Episcopal Española[226]. El itinerario se basa en la evangelización y la catequesis y en la recepción de los Sacramentos de la Iniciación dependiendo de la edad de los candidatos. Los lugares esenciales de la Iniciación son la familia y la parroquia. La formación recibida en el itinerario debe ser complementada en el colegio por la enseñanza religiosa escolar.
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En esquema:
- Aquellos niños no bautizados que pidan ser iniciados, cuya edad esté comprendida entre los 8 y los 10 años se integrarán en el itinerario de los ya bautizados en el momento del Despertar religioso en la Parroquia con las particularidades que se exponen en el lugar correspondiente.
- Los preadolescente no bautizados cuya edad esté comprendida entre los 11 y los 14 años se integrarán en el itinerario de los ya bautizados en el momento de la Segunda síntesis de fe. Las celebraciones propias se indican en su momento.
Para mayor claridad se indica en esquema:
Primer anuncio del Evangelio a los niños: El despertar religioso (de 0 a 7 años).
Esta etapa abarcaría desde los 0 años hasta los 7 años. Comienza cuando un infante recibe el Bautismo.
Es una etapa dirigida primeramente a los padres y padrinos; ayudar al niño a desarrollar la gracia bautismal redunda en beneficio de los propios educadores; y, en un segundo momento, a los infantes para el despertar religioso[227].
Despertar religioso en la familia (0-6 años).
La etapa del despertar religioso aunque es muy amplia, ya que abarca desde los primeros años de vida, puede situarse en torno a los 6 años o primer curso de Educación Primaria.
Esta etapa es muy importante porque sin ella la catequesis posterior carecerá de los cimientos necesarios para que el mensaje cristiano pueda calar en los niños. Por eso, hay que animar a los padres y padrinos, a los abuelos y a cuantos rodean al niño, para que en la vida diaria y en los acontecimientos familiares, sociales y eclesiales vayan acercando a los pequeños a la fe[228].
La infancia y la niñez, comprendidas y tratadas ambas según sus rasgos peculiares, representan el tiempo de la llamada primera socialización y de la educación humana y cristiana en la familia, en la escuela y en la comunidad cristiana, y por eso hay que considerarlas como un momento decisivo para el futuro de la fe[229].
La finalidad de esta etapa es despertar la dimensión religiosa a través del conocimiento del amor de Dios en el seno de la familia.
Los objetivos generales del despertar religioso para los niños en esta edad son:
– Descubrir la presencia y el amor de Dios Padre y Creador en la vida cotidiana y en el mundo que le rodea.
– Agradecer y alabar a Dios por los regalos que nos hace, en especial por la creación, la vida y la familia.
– Conocer los hechos más importantes de la vida de Jesús y reconocer su amistad.
– Descubrir que la Iglesia es una gran familia formada por muchas y diversas personas, a la que él pertenece.
– Discernir entre el bien y el mal y adquirir actitudes y valores cristianos básicos.
– Aprender las principales oraciones del cristiano.
En caso de discapacidad, se contará con las orientaciones que la Delegación Diocesana de Catequesis transmita a los catequistas a través de cursos y/talleres, así como de reuniones preparatorias.
Despertar religioso en la Parroquia (7 años).
A los 7 años, o 2º curso de Enseñanza Primaria, y para garantizar este primer anuncio del Evangelio, se tendrá el despertar religioso en la Parroquia que tendrá una duración de 1 ciclo litúrgico.
La finalidad de esta etapa es realizar un primer anuncio de Dios en la vida del niño, despertando su capacidad trascendente y dándole a conocer el amor de Dios entregado en su Hijo Jesús.
Los objetivos son los mismos que hemos señalado para el Despertar religioso en la familia y, más directamente, adquirir los rudimentos de la fe, en caso de no haber despertado a ella y realizar una primera y básica profesión de la fe.
Para esta etapa del despertar religioso en la familia se dispone del material Los primeros pasos en la fe de la Conferencia Episcopal Española. En caso de discapacidad, se contará con las orientaciones que la Delegación Diocesana de Catequesis transmita a los catequistas a través de cursos y/talleres, así como de reuniones preparatorias.
Debe organizarse en cada parroquia la entrega del material diocesano a comienzo del curso catequético. Para ello se convocará a los padres y padrinos.
Como celebraciones y ayudas litúrgicas para los padres y padrinos durante toda esta etapa se sugieren:
– La celebración continua del Misterio de Cristo durante el año litúrgico y la santificación del Domingo cristiano. En estas celebraciones es de desear que participen los infantes y los niños con sus familias. En efecto, en virtud de la obligación de conciencia que libremente aceptaron en el Bautismo de sus hijos, los padres deben enseñarles gradualmente a orar, rezando diariamente con ellos y enseñándoles a rezar privadamente. Si los niños, preparados de este modo desde sus tiernos años, participan en la misa con la familia, empezarán con más facilidad a cantar y a orar en la comunidad litúrgica, más aún, presentirán de algún modo ya el misterio eucarístico[230].
– La celebración anual del aniversario del matrimonio con la renovación de las promesas matrimoniales.
– La celebración anual de la fiesta de la Sagrada Familia, con la bendición de las familias.
– La bendición anual de las familias y de sus miembros[231].
– La bendición de los niños ya bautizados[232], anualmente con ocasión del tiempo pascual y del día del Bautismo del Señor y en otras ocasiones.
– Bendición de los niños con ocasión del comienzo de las distintas etapas de la educación: infantil y primaria.
– Bendición de los niños con ocasión del comienzo del curso escolar.
– La presentación de los niños a la Virgen en la Fiesta de la Presentación del Señor y en otras ocasiones.
Primera síntesis de fe (de 8 a 10 años).
En el comienzo de la primera etapa de la infancia adulta, en torno a los 8 años, y una vez concluido el despertar religioso, se inicia también el proceso catequético propiamente hablando con la primera síntesis de fe que dura desde los 8 a los 10 años. Comprende tres años.
Celebración de ingreso en la Iniciación de niños.
Al Inicio del primer año se hace la Celebración de Ingreso en la Iniciación de Niños.
Aquellos niños entre los 8 y 10 años que no estén bautizados realizarán el Rito de Entrada en el Catecumenado descrito en el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos nn. 314-329. Se ha de contar siempre con el permiso por escrito de los padres o tutores[233]. Se escogerá también, para ellos, un padrino o una madrina o uno y una.
Se trata de un paso importante. Por eso, conviene subrayarlo con una celebración en algún domingo[234] en la que estén presentes los padres, los padrinos y los que serán sus catequistas.
En esta celebración se presentan a la comunidad cristiana los niños que comenzarán la catequesis. Los niños expresarán su deseo de recibir la catequesis y la comunidad, representada por los padres, los abuelos, los padrinos y los catequistas se comprometerán a ayudarle en esta tarea. También los niños con discapacidad, según sus capacidades, serán acompañados por su catequista de referencia.
Está celebración significará el comienzo del proceso catequético o Iniciación Cristiana de los Niños y se hará al inicio del curso catequético, después de haber hecho la Celebración de Envío o Bendición de los Catequistas[235].
Catequesis para la Primera Síntesis de Fe.
Es el momento de una catequesis destinada a introducir al niño de manera orgánica en la vida de la Iglesia, incluida también una preparación inmediata a la celebración de los sacramentos: catequesis didáctica, pero encaminada a dar testimonio de la fe; catequesis inicial, mas no fragmentaria, puesto que deberá revelar, si bien de manera elemental, todos los principales misterios de la fe y su repercusión en la vida moral y religiosa del niño; catequesis que da sentido a los sacramentos, pero a la vez recibe de los sacramentos vividos una dimensión vital que le impide quedarse en meramente doctrinal, y comunica al niño la alegría de ser testimonio de Cristo en su ambiente de vida[236]; catequesis adaptada a las necesidades de todos los niños, especialmente de aquellos que requieran de apoyo, ya sea de manera puntual o significativa en su proceso catequético.
La Catequesis tendrá como base el catecismo de la Conferencia Episcopal Española Jesús es el Señor.
La duración es de 2 ciclos litúrgicos.
La finalidad de la catequesis es triple:
– Encuentro personal con el Señor: Propiciar el encuentro personal con Jesucristo e introducir al niño en las cuatro dimensiones de la fe.
– Descubrimiento de Jesús en la Iglesia: Ayudar al niño a profundizar en el conocimiento de Jesucristo y a reconocer su presencia en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía.
– Vida moral: Se le alentará a llevar una vida según los mandamientos.
Los objetivos durante este periodo son:
– Descubrir el amor y la misericordia de Dios a través de la Historia de la Salvación y comenzar a reconocer la propia vida como proyecto de Dios.
– Conocer y valorar la presencia y la acción de Jesucristo hoy entre nosotros a través de los sacramentos, la Palabra y el prójimo.
– Conocer en profundidad los Sacramentos de Iniciación Cristiana y su unidad, y celebrar la Eucaristía y la Penitencia (y el Bautismo para quienes sea necesario).
– Descubrir la acción del Espíritu Santo en la Iglesia y adquirir alguna responsabilidad o misión como miembro de la comunidad.
– Conocer los rasgos de la identidad cristiana, aprender y vivir el mandamiento nuevo del amor de forma concreta e identificarlo en la vida de los santos.
– Conocer las principales oraciones del cristiano, orar de forma habitual y confiada, y tener una relación de amistad con el Señor por medio de la oración en sus distintas formas y expresiones.
Se tendrán peculiares celebraciones de “entregas catecumenales” que oportunamente se ofrecerán. Las celebraciones de la Palabra pueden hacerse después de la catequesis. Las sesiones catequéticas pueden concluir con las bendiciones[237] que podrá hacer el catequista. Estas bendiciones a los catequizandos pueden también ser impartidas por el sacerdote a todo el grupo de catequizandos al finalizar la Eucaristía dominical.
Durante los dos años que dura esta etapa se pueden hacer las celebraciones y entregas siguientes:
– Asistencia a la Eucaristía cada Domingo y fiesta de precepto.
– Primera celebración del Sacramento de la Penitencia (Adviento y Cuaresma).
– Entrega del catecismo Jesús es el Señor.
– Entrega de la cruz y del Evangelio.
– Entrega del Padrenuestro.
– Entrega del Decálogo.
– Entrega del Credo.
– Celebraciones propias de cada núcleo temático.
Este tiempo concluye con la admisión a los Sacramentos de la Penitencia y de la Primera Comunión. Para ser admitidos se requiere la fe iluminada y la voluntad de recibir los Sacramentos.
Como medidas de apoyo a la catequesis de niños con discapacidad, podrá utilizarse como material de referencia Jesús es nuestro amigo. También podrá utilizarse otros materiales, siempre que se adapten a las necesidades de los catequizandos, ya sean niños con sordera y/o discapacidad auditiva, niños con discapacidad intelectual, niños con ceguera y/o discapacidad visual, etc.
Si en un grupo hubiere un niño con discapacidad, en el mismo deberán estar presente dos catequistas: el catequista del grupo y el catequista de apoyo. Este último constituye una referencia importante para el niño con necesidades de apoyo, por cuanto le permitirá adaptar tanto las actividades grupales como promover su participación en la comunidad parroquial. En cada parroquia deberá haber un catequista especial y/o de apoyo.
Admisión al Sacramento de la Penitencia y al Sacramento de la Iniciación Cristiana: la Primera Comunión.
En este grado se hace la selección y admisión de los catequizandos que por su disposición personal sean idóneos para acercarse al Sacramento de la Penitencia y al Sacramento de la Iniciación Cristiana: la Primera Comunión.
Las disposiciones canónicas sobre el Sacramento de la Penitencia señalan que “para recibir el saludable remedio del sacramento de la penitencia, el fiel ha de estar de tal manera dispuesto, que rechazando los pecados cometidos y teniendo propósito de enmienda, se convierta a Dios”[238].
Sobre la participación en la Santísima Eucaristía el Código de Derecho Canónico indica: “Para que pueda administrarse la santísima Eucaristía a los niños, se requiere que tengan suficiente conocimiento y hayan recibido una preparación cuidadosa, de manera que entiendan el misterio de Cristo en la medida de su capacidad, y puedan recibir el Cuerpo del Señor con fe y devoción”[239].
Además: “Los padres en primer lugar, y quienes hacen sus veces, así como también el párroco, tienen obligación de procurar que los niños que han llegado al uso de razón se preparen convenientemente y se nutran cuanto antes, previa confesión sacramental, con este alimento divino[240]. Corresponde también al párroco vigilar para que no reciban la santísima Eucaristía los niños que aún no hayan llegado al uso de razón, o a los que no juzgue suficientemente dispuestos”.
Como criterios de discernimiento pueden servir los siguientes:
– El interés por su Iniciación como cristiano manifestado en la participación periódica y regular en las sesiones de catequesis correspondientes y se indagará también sobre la matriculación en la asignatura de la enseñanza de la religión católica en las escuelas.
– De acuerdo a su edad, el suficiente conocimiento del símbolo de la fe y sentimientos de fe y de caridad.
– La conversión de la mente y de las costumbres expresadas en el esfuerzo por un comportamiento cristiano coherente.
– Estar iniciado en la oración personal y en la participación en la liturgia de la Iglesia, particularmente en la Eucaristía dominical.
– El deseo expreso de recibir el Sacramento de la Penitencia y el Sacramento de la Iniciación Cristiana: la Primera Comunión.
En el itinerario de la Iniciación Cristiana ha de darse suma importancia a la introducción y al hábito de asistencia a la celebración eucarística, sobre todo del Domingo[241].
A este respecto, se ha de recordar que corresponde ante todo a los padres educar a sus hijos para la participación en la Misa dominical.
Los catequistas han de incluir en el proceso formativo de los muchachos que les han sido confiados la Iniciación a la Misa, ilustrando el motivo profundo de la obligatoriedad del precepto[242].
Los niños entre 8 y 10 años que no han sido bautizados serán admitidos también al Bautismo.
Tiempo cercano a la recepción de los Sacramentos: Penitencia y Eucaristía (y en su caso Bautismo).
El siguiente tiempo a que da lugar la admisión es el tiempo que dispone a los catequizandos a la celebración de los Sacramentos.
Se trata de iniciar durante este periodo a la Penitencia como virtud y como sacramento.
La formación de la conciencia del niño y la catequesis sobre el Sacramento de la Penitencia son tareas de la máxima importancia tanto en sí mismas como en la perspectiva de una renovación en profundidad de la vida cristiana. Se trata de que el niño pueda ir penetrando conscientemente en el ámbito de las relaciones filiales con Dios, en el amor de Jesucristo y en la experiencia de la comunidad cristiana. Al llegar a la edad de la discreción, el niño podrá ir descubriendo, a través de una catequesis apropiada, el sentido del pecado como crisis de las relaciones personales con Dios y con los demás, y del perdón como reconciliación; ir también ratificando su opción libre y personal por el cumplimiento de la voluntad del Padre[243].
La forma más apropiada de iniciar al niño en el Sacramento de la Reconciliación son las celebraciones penitenciales, adaptadas a su edad y situación.
Durante este periodo se tendrán dos o tres celebraciones penitenciales no sacramentales, que puede presidir el sacerdote o el catequista, durante las cuales se puede hacer “entrega” a los catequizandos de los Actos del Penitente, del Acto de Contrición[244], presentándose de un modo adaptado a los niños con discapacidad, según sean sus necesidades y capacidades.
Los niños no bautizados tendrán los escrutinios o ritos penitenciales tal como se describen en el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos nn. 330-342.
Otra de las dimensiones típicas de este periodo es la iluminación, que no afecta solamente a la celebración del Sacramento de la Penitencia, sino que también es preparación próxima para la celebración del Sacramento de la Iniciación Cristiana: la Eucaristía.
Es fundamental que el niño participe en una celebración que ya debería conocer, porque ha frecuentado la celebración dominical de la Eucaristía, percibe el significado de cuanto se realiza y sabe las respuestas y los gestos que permiten la participación exterior.
Para subrayar la unidad de los Sacramentos es conveniente que a la primera celebración del Sacramento de la Penitencia anteceda la Celebración de la Renovación de las Promesas Bautismales. Así se subraya la relación Bautismo-Penitencia y Bautismo-Eucaristía.
Cuando los niños bautizados renuevan las Promesas Bautismales, los niños no bautizados reciben el Sacramento del Bautismo. También puede hacerse en otra celebración aparte, siempre y cuando no se trate de ocultar la celebración del Bautismo de estos niños ni tampoco dar mayor realce del debido a esta celebración. Para la administración del Sacramento del Bautismo a aquellos niños que no lo estén se utilizará el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos nn. 343-360.
Celebración del Sacramento de la Penitencia.
La celebración del Sacramento de la Penitencia tendrá lugar, si es posible, durante la Cuaresma del segundo año de la catequesis para la Primera Síntesis de Fe.
A la recepción del Sacramento de la Penitencia, por primera vez, es necesario darle el relieve y la solemnidad que tal ocasión merece. Debe ser una celebración que revista un carácter de fiesta tanto en lo interior (el gozo de ser reconciliado con Dios y con la Iglesia) como en lo exterior (vestidos, disposición del lugar de la celebración, cantos, ágape posterior, etc.).
Existen dos formas ordinarias de celebrar este Sacramento[245]:
– El rito para reconciliar a un solo penitente[246]: que conlleva la acogida del penitente, la lectura de la Palabra de Dios, la confesión de los pecados y la aceptación de la satisfacción, la oración del penitente, la imposición de manos y la absolución, y, por último, la acción de gracias y la despedida del penitente. Hay que procurar que cada una de las celebraciones contenga todos los elementos que prevé el ritual. Se hará en el confesionario[247].
– Rito para reconciliar a varios penitentes con confesión y absolución individual[248]: cuyos elementos son el canto, saludo, oración, liturgia de la Palabra con homilía, examen de conciencia, rito de la reconciliación que comprende la confesión general de los pecados, la confesión y absolución individual, la acción de gracias por la misericordia de Dios, la oración final de acción de gracias y, por último, la bendición solemne y la despedida.
Dado el carácter comunitario y festivo que debe revestir, es preferible utilizar la segunda fórmula para acercarse por primera vez al Sacramento de la Penitencia.
No obstante, la educación del sentido penitencial y la introducción correcta de las formas de reconciliación de los penitentes, piden una cierta complementariedad de los dos tipos de celebración que pueden ir alternándose cuando los niños necesiten celebrar el Sacramento de la Penitencia. No hay que olvidar que, en el futuro, el modo más frecuente será la primera forma de celebración de este sacramento: el Rito para reconciliar a un solo penitente. Y, probablemente, tendrán la necesidad de celebrarlo de esta manera justo antes de la Celebración del Sacramento de la Iniciación: Primera Comunión.
Sería deseable que los padres y padrinos de los niños recibieran el Sacramento de la Penitencia al mismo tiempo que los niños.
Celebración del Sacramento de la Iniciación: la Primera Comunión.
La incorporación a Cristo, que tiene lugar por el Bautismo, se renueva y se consolida continuamente con la participación en el Sacrificio eucarístico, sobre todo cuando ésta es plena mediante la comunión sacramental[249].
La Santísima Eucaristía lleva la Iniciación Cristiana a su plenitud y es como el centro y el fin de toda la vida sacramental, por eso la celebración de este Sacramento de la Iniciación Cristiana ha de cuidarse esmeradamente.
La celebración de la Eucaristía en la «primera comunión» no puede quedar reducida a su carácter social, perdiendo su verdadero sentido[250]. Así, es necesario abrir caminos nuevos, no con la fuerza de la imposición, sino con una educación y unas motivaciones adecuadas, y con la colaboración de toda la comunidad.
Por esto, es necesario fomentar encuentros de los responsables de la catequesis con los padres presentándoles además el sentido de la Iniciación cristiana de sus hijos por medio de la participación en la Eucaristía.
La celebración de la primera Comunión no difiere desde el punto de vista ritual de cualquier otra celebración eucarística. Así, se debe cuidar el sentido de la celebración en orden a que ésta pueda adaptarse verdaderamente a los niños. Por esto es importante seguir las sugerencias del Directorio para la Misa con niños, sobre todo «en relación con el canto, el desarrollo de algunos ritos y el uso de las plegarias eucarísticas»[251].
Es tarea de los sacerdotes, catequistas y responsables de la formación, el cuidado de la celebración, que no debe ser improvisada y evitará cualquier posible desorden. Es importante la motivación de toda la comunidad eclesial que se prepara a vivir un acontecimiento importante en el camino de maduración de sus miembros.
En relación al momento de la celebración, el día más apropiado será el Domingo u otro día de suficiente relevancia para la comunidad eclesial, especialmente en tiempo de Pascua.
Sería de desear que los padres y padrinos comulgaran con sus hijos en esta celebración de la Eucaristía, siempre y cuando no se encuentren en situación canónica irregular y tengan las disposiciones personales debidas[252].
Segunda síntesis de fe (de 11 a 14 años).
La segunda etapa o Iniciación cristiana de preadolescentes va desde el tiempo de la primera participación sacramental en la Eucaristía hasta los 14 años. En esta etapa se recibe el último sacramento de la Iniciación: la Confirmación. Es el periodo de la segunda síntesis de fe.
Aquí se integrarán aquellos preadolescentes no bautizados, que pidan la Iniciación Cristiana, en las edades comprendidas entre los 11 y los 13 años.
Para esta etapa se utilizará el segundo catecismo de la Iniciación Cristiana de niños y adolescentes de la Conferencia Episcopal Española Testigos de Jesús, el Señor. Este catecismo tiene como objetivo fundamental promover una mayor profundización en los contenidos de la fe que el catecismo anterior, Jesus es el Señor con el que se trabajó en la primera síntesis de fe. Esto se realizará mediante una catequesis mistagógica sobre los sacramentos ya recibidos o por recibir. Conducirá a una síntesis de fe más completa y a una experiencia cristiana en el seno de la Iglesia.
La duración del periodo es de 4 ciclos litúrgicos.
La finalidad de este periodo es hacer gustar al niño de la gracia recibida en los sacramentos y ayudarle a vivir como cristiano. Ayudarle a acoger la plenitud del don del Espíritu Santo en el sacramento de la Confirmación.
Los objetivos generales de este periodo son:
– Profundizar en la fe de la Iglesia y adquirir una síntesis integral de la fe, fundamento de la vida cristiana en todas sus dimensiones y descubrir lo conveniente de tener fe para tener una vida plena.
– Avanzar en el descubrimiento de Jesucristo para entrar en comunión con él en el seno de la comunidad cristiana y reconocerle como el Salvador que continua vivo y presente entre nosotros en su Palabra, en los sacramentos, en el testimonio de sus discípulos, y en la vida entera de la Iglesia.
– Asimilar los rasgos fundamentales de la identidad cristiana y descubrir la vida moral como una llamada a vivir y a amar de forma buena y verdadera, reconociendo en los mandamientos caminos de vida.
– Conocer y celebrar los sacramentos de la Iglesia, y profundizar especialmente en los ya recibidos.
– Profundizar en el sacramento de la Confirmación, que nos fortalece para ser testigos y miembros de la Iglesia a la que pertenecemos desde el Bautismo.
– Reconocer que la Iglesia vive de la Eucaristía y es lugar de comunión.
– Profundizar en la vida de oración a través de sus fuentes: la Palabra de Dios, la Tradición de la Iglesia, la Liturgia
Estos objetivos podrán ser adaptados según las necesidades de apoyo específico de los niños y preadolescentes con discapacidad. Así, pues, se presentarán los contenidos de la fe de forma completa, sistemática, adaptada, flexible y orgánica que permitan configurar la vida cristiana de los niños y adolescentes en todas sus dimensiones.
Las celebraciones que pueden hacerse durante este tiempo son:
– Al inicio de curso una celebración con la entrega del Catecismo de la Conferencia Episcopal Testigos del Señor.
– Asistencia a la Eucaristía cada Domingo y fiesta de precepto.
– Participación en las celebraciones de todo el año litúrgico.
– Celebración asidua del Sacramento de la Penitencia.
– Entrega de la Biblia.
– Entrega de las Bienaventuranzas.
Aquellos niños entre los 12 y 14 años que no estén bautizados realizarán el Rito de Entrada en el Catecumenado descrito en el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos 314-329. Se ha de contar siempre con el permiso por escrito de los padres o tutores[253]. Se escogerá también, para ellos, un padrino o una madrina, o uno y una.
Se trata de un paso importante. Por eso, conviene subrayarlo con una celebración en la que estén presentes los padres, los padrinos, los que serán sus catequistas y algunos miembros más de la comunidad cristiana[254].
En esta celebración se presentan a la comunidad cristiana los que comenzarán el Catecumenado de preadolescentes. Ellos expresarán su deseo de recibir la catequesis y la comunidad, representada por los padres, los padrinos y los catequistas, se comprometerá a ayudarles en esta tarea.
Admisión a la Confirmación.
En este grado se hace la selección y admisión de los catequizandos que por su disposición personal sean idóneos para acercarse al Sacramento de la Iniciación Cristiana: la Confirmación.
Según el Código de Derecho Canónico, “fuera del peligro de muerte, para que alguien reciba lícitamente la Confirmación se requiere que, si goza de uso de razón, esté convenientemente instruido, bien dispuesto y pueda renovar las promesas del Bautismo”[255].
Por su parte, el Catecismo de la Iglesia Católica añade: “El candidato a la Confirmación que ya ha alcanzado el uso de razón (…), debe profesar la fe, estar en estado de gracia, tener la intención de recibir el sacramento y estar preparado para asumir su papel de discípulo y testigo de Cristo, en la comunidad eclesial y en los asuntos temporales”[256]
Así, pues, antes de admitir a los catequizandos a la celebración del Sacramento la Confirmación, y de los no bautizados a los tres sacramentos de la Iniciación Cristiana, hay que hacer un necesario discernimiento acerca de la asimilación de los aspectos fundamentales de la educación en la fe.
Como criterios de discernimiento pueden servir los siguientes:
– El interés por su Iniciación como cristiano manifestado en la participación periódica y regular en las sesiones de catequesis correspondientes. Se valorará también la matriculación en la asignatura de la enseñanza de la religión católica en las escuelas; si no lo estuviera se indagarán las causas.
– Conocimiento adecuado del contenido de la profesión de fe cristiana y sentimientos de fe y de caridad.
– La conversión de la mente y de las costumbres, expresada en el esfuerzo por un comportamiento cristiano coherente en todos los ámbitos de su vida, expresadas de modo flexible en el caso de jóvenes con discapacidad.
– Cierta práctica de la oración personal y en la participación en la liturgia de la Iglesia, particularmente su asistencia habitual a la Eucaristía dominical.
– El deseo expreso y la petición formal, a la que se acompañará certificación de partida de bautismo actualizada, de recibir este Sacramento de la Iniciación Cristiana: la Confirmación; los no bautizados manifestarán su deseo expreso de recibir los tres sacramentos.
Es necesario insistir que en el itinerario de la Iniciación Cristiana ha de darse suma importancia a la introducción y al hábito de asistencia a la celebración eucarística, sobre todo del Domingo[257].
Tiempo cercano a la recepción de los Sacramentos: Confirmación (y en su caso Bautismo, Confirmación y Eucaristía).
El siguiente tiempo a que da lugar la admisión es el tiempo que dispone a los catequizandos a la celebración del Sacramento de la Iniciación: la Confirmación. Hay que prepararse con una oración más intensa para recibir con docilidad y disponibilidad la fuerza y las gracias del Espíritu Santo”[258].
Este periodo de preparación inmediata se hará a modo de catequesis intensiva en la que se descubrirá el sentido del sacramento y su significado en la vida del cristiano y de la Iglesia.
También se intensificará la vida espiritual, para ello pueden servir unos días de Ejercicios o de Retiro Espiritual, u otro género de experiencias espirituales e intensas de naturaleza personal y comunitaria.
Por eso este tiempo es también importante para ayudarles a profundizar en su vida cristiana invitándolos a la ascesis, la conversión continua o penitencia como virtud y a frecuentar el Sacramento de la Penitencia, donde junto a la experiencia de la misericordia de Dios, puedan crecer en la recta formación de su conciencia moral.
Los preadolescentes no bautizados pueden tener los escrutinios o ritos penitenciales tal como se describen en el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos nn. 330-342.
Celebración del Sacramento de la Iniciación: la Confirmación.
La celebración litúrgica de la Confirmación posee una esencial dimensión eclesial y evangelizadora. Todo el Pueblo de Dios, representado por los familiares y amigos de los confirmandos y por los miembros de la comunidad local, será invitado a participar en esta celebración, y se esforzará en manifestar su fe con los frutos que ha producido en ellos el Espíritu Santo[259].
La referencia de la Confirmación a Pentecostés y su vinculación ordinaria, en la Iglesia Latina, al Obispo, sucesor de los apóstoles, promotor de la misión y vínculo de comunión, resalta la dimensión específicamente eclesiológica y evangelizadora de la Confirmación. La recepción del Espíritu Santo por el ministerio del Obispo muestra estrechamente el vínculo entre los confirmados y la Iglesia[260].
En aquellos casos que por facultad del Obispo el sacramento sea administrado por personas distintas de él, cuídese destacar y hacer presente el ministerio del Obispo por parte de quienes lo representan[261].
Los ritos y las palabras de la Confirmación deben expresar con claridad las cosas que significan para que, en lo posible, el pueblo cristiano pueda comprenderlas fácilmente y participe plena, activa y comunitariamente. De ahí la importancia de cuidar los aspectos litúrgicos de la celebración, evitando en todo punto la improvisación. Se procurará que la acción sagrada sea festiva y solemne, pues éste es su significado para la Iglesia local. Se cuidará especialmente el canto como expresión de la alegría pentecostal.
Algunas observaciones litúrgicas particulares: hay que procurar que las ofrendas lo sean de verdad para los pobres o para las necesidades de la Iglesia, evitando que la procesión de ofrendas sea un momento de protagonismo de los confirmandos, subrayado por moniciones que no parecen precisas en este momento, que más bien debe ser acompañado por un canto apropiado.
Igualmente, hay que evitar ritos que puedan suponer reiteraciones del rito sacramental, como por ejemplo: la imposición de cruces a los confirmandos por parte del párroco o del responsable de la catequesis diciéndoles que quedan incorporados a la comunidad, manifiestos, etc….
Los preadolescentes no bautizados reciben ahora los tres sacramentos de la Iniciación Cristiana. Para ello se utilizará el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos nn. 343-365.
Profundización y crecimiento en la fe: Pastoral Juvenil.
Este tiempo cierra la segunda síntesis de fe y la Iniciación Cristiana sacramental y catequética, pero abre hacia la Pastoral Juvenil.
Acompañar en la fe y fomentar el continuo crecimiento del confirmado en la comunidad es algo absolutamente necesario, de manera particular cuando las circunstancias sociales y culturales no favorecen el desarrollo de la vocación cristiana. La comunidad cristiana, en sus diversos ámbitos, debe esforzarse en ofrecer espacios y medios pastorales que ayuden a los confirmados a vivir su compromiso cristiano y eclesial y su vinculación comunitaria a la Iglesia.
En cualquier caso, las parroquias deberán contar con una pastoral juvenil que ayude a los ya confirmados a seguir profundizando en su fe y en la vida de la Iglesia, especialmente deberán contar con un animador pastoral que acompañe a aquellos jóvenes con discapacidad que precisen de apoyos en cualquier momento de su participación eclesial.
El final de la Iniciación Cristiana exige, por su propia naturaleza, el comienzo de una nueva etapa en la vida cristiana del bautizado confirmado, que estaría caracterizada por la vocación concreta que cada uno recibe del Espíritu que supone una llamada al servicio desinteresado y generoso al prójimo, ya sea desde el laicado, desde una vocación religiosa específica, o desde el ministerio sacerdotal.
Quien ha recibido la Iniciación Cristiana vive intensamente su condición de renacido por el Bautismo y ungido por el Espíritu en la Vida Eucarística. La familiaridad eucarística se prolonga incesantemente en la celebración del Día del Señor[262].
–
[225] Cf. RAE 91-106.
[226] En la Archidiócesis de Sevilla la versión adaptada del catecismo de la Conferencia Episcopal Española es el material Jesús es nuestro amigo.
[227] Cf. XCVII ASAMBLEA PLENARIA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Orientaciones pastorales para la coordinación de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe (25 de febrero de 2013) 39-51; 88-89.
[228] CT 36: Un momento con frecuencia destacado es aquel en que el niño pequeño recibe de sus padres y del ambiente familiar los primeros rudimentos de la catequesis. Ante los padres cristianos nunca insistiríamos demasiado en esta Iniciación precoz, mediante la cual son integradas las facultades del niño en una relación vital con Dios: obra capital que exige gran amor y profundo respeto al niño, el cual tiene derecho a una presentación sencilla y verdadera de la fe cristiana.
[229] CGC 178.
[230] SECRETARÍA DE ESTADO Y SAGRADA CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO, Directorio para las misas con niños (1 de enero de 1973) 10.
[231] Bendicional 29-37.
[232] Bendicional 68-76.
[233] Véase nº 79 de este Directorio.
[234] RICA 314.
[235] Para esta celebración de envío de los catequistas puede utilizarse la que propone el Bendicional 163-171.
[236] CT 37.
[237] Estas bendiciones están descritas en dos libros litúrgicos: el RICA 121-124; 374 y en el Bendicional 171-176.
[238] CIC 987.
[239] CIC 913,1.
[240] CIC 914.
[241] IC 58
[242] JUAN PABLO II, Carta Apostólica Dies Domini (31 de mayo de 1998) 36.
[243] Ritual de la Penitencia 68.
[244] Estas entregas van dirigidas directamente a la participación activa, consciente y fructuosa en el Sacramento de la Penitencia.
[245] La tercera fórmula es extraordinaria. No se puede usar salvo en los casos previstos. Es el Rito para reconciliar a muchos penitentes con confesión y absolución general (Ritual de la Penitencia-Capítulo III: 148-156). Las exigencias canónicas para la celebración de esta tercera fórmula imposibilitan que, en el contexto de la Iniciación Cristiana, pueda realizarse tal forma. Además su uso, al revestir un carácter extraordinario, sería contraproducente en la Iniciación Cristiana de niños, jóvenes y adultos, fuera de las ocasiones previstas en el mismo derecho. Las normas de aplicación de esta forma extraordinaria se encuentran en: Ritual de la Penitencia, 31-35; 76-81; SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE Normas sobre la absolución sacramental impartida de modo general (16 de junio de 1972); CIC 961; JUAN PABLO II Exhortación Apostólica Reconciliación y Penitencia (2 de diciembre de 1984) 33; CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA Instrucción pastoral sobre el sacramento de la Penitencia. Dejaos reconciliar con Dios (15 de abril de 1989) 73; CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA Criterios acordados para la absolución sacramental colectiva a tenor del canon 961, § 2 (18 de noviembre de 1988); CCE 1483; JUAN PABLO II Carta Apostólica Misericordia Dei (7 de abril de 2002) 4-6.
[246] Ritual de la Penitencia– Capítulo I pp. 83-104.
[247] CIC 964.
[248] Ritual de la Penitencia- Capítulo II pp. 105-147.
[249] JUAN PABLO II Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia (17 de abril de 2003) 22.
[250] IC 104.
[251] IC 104.
[252] Cf. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE Carta sobre la recepción de la comunión eucarística por parte de los fieles divorciados y vueltos a casar (14 septiembre 1994) 6; BENEDICTO XVI Exhortación Apostólica Sacramentum Caritatis (22 de febrero 2007) 29.
[253] Véase nº 79 de este Directorio.
[254] RICA 314.
[255] CIC 889,2.
[256] CCE·1319.
[257] IC 58.
[258] CCE 1310; Ritual de la Confirmación 3. 6; CIC 893, 1-2.
[259] Cf. RC 4.
[260] Cf. RC 7.
[261] Cf. RC 18.
[262] Cf. JUAN PABLO II Carta Apostólica Dies Domini 36.
Ocultar
INICIACIÓN CRISTIANA Y DISCAPACIDAD
Iniciación cristiana y discapacidad: criterios generales.
Las personas con discapacidad, y todos aquellos que viven en exclusión social, son el centro de la acción pastoral de Jesús. Es más, ellos constituyen la razón de ser de su pedagogía de amor y servicio a los demás. En eso consiste el núcleo de su acción evangelizadora. Jesús, el evangelizador por excelencia y el Evangelio en persona, se identifica especialmente con los más pequeños (cf. Mt 25,40).
“Si la Iglesia entera asume este dinamismo misionero, debe llegar a todos, sin excepciones. Pero ¿a quiénes debería privilegiar? Cuando uno lee el Evangelio, se encuentra con una orientación contundente: no tanto a los amigos y vecinos ricos sino sobre todo a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que «no tienen con qué recompensarte» (Lc 14,14). No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, «los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio»[263] y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos.” [264].
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En el presente Directorio, la discapacidad y sus medidas de apoyo se presentan de forma transversal a cada proceso catequético. El Evangelio es el mismo para todos. Por tanto, la acción evangelizadora, el mensaje y su proceso catequético son iguales para todos. No obstante, cualquier niño y adolescente que presente necesidades catequéticas especiales podrá contar con apoyos a lo largo de todo su proceso, ya sea de manera puntual o de carácter permanente. El acompañamiento de un catequista, responsable de acoger, acompañar y de facilitar su accesibilidad, supone un objetivo y un deber irrenunciable para una parroquia con “las puertas abiertas” [265] a todas las personas.
La persona con discapacidad.
La persona con discapacidad es sujeto activo y destinatario de evangelización y de catequesis. “La Iglesia acoge en su seno a las personas con discapacidad como un don de Dios para la manifestación de su gratuidad y de su amor por la humanidad, y reconoce su existencia como lugar teológico donde Dios “obra sus maravillas” [266]
Las personas con discapacidad deben ser consideradas partes activas en la Iglesia. “Ellos están llamados a celebrar sacramentalmente su vida de fe, según los dones recibidos de Dios y el estado en que se encuentran. Así, participando en la catequesis, en la liturgia y en la vida de la Iglesia, podrán cumplir su camino de fe y transformarse en sujetos activos de evangelización, capaces de enriquecer con los propios dones y carismas a la comunidad cristiana” (C.E. de Emilia Romagna, 1981).
La meta final de la catequesis es la santidad. “El amor del Padre hacia estos hijos más débiles y la continua presencia de Jesús con su Espíritu nos dan la seguridad de que toda persona, por más limitada que sea, es capaz de crecer en santidad”[267]. Lleva, por tanto, a las personas con discapacidad a descubrir su vocación eclesial en modo responsable y activo, y a enriquecer al pueblo de Dios con los dones que el Señor les ha confiado.
La parroquia como espacio abierto a todos.
Desde la experiencia pastoral de atención a las personas con capacidades diferentes en la vida de la Iglesia se deduce estas importantes convicciones:
– La parroquia como escuela para la vida.
– La catequesis no debe quedar al margen de la pastoral comunitaria.
– Potenciadoras de experiencias enriquecedoras y de aprendizaje significativo en la vivencia de la fe.
– Espacio de diálogo, respecto y reciprocidad, de comunicación y apertura a la vida.
– La perspectiva de la discapacidad como riqueza para la vida de la parroquia.
La respuesta catequética a las necesidades de las personas con discapacidad.
La dificultad de la catequesis especial y/o de apoyo no está en el contenido, que siempre será el mismo, sino en el método, es decir, en el proceso catequético que tenemos que recorrer para que un niño o preadolescente con discapacidad pueda recibir el mensaje evangélico, y hacerse partícipe en la vida de la Iglesia. Una interrogante que surge constantemente es, si una persona con discapacidad intelectual es sujeto de un proceso educativo en la fe o, si a estas personas con sus necesidades y capacidades, se les puede educar en la fe. En este sentido el Directorio General para la Catequesis indica claramente que “la educación de la fe, que corresponde ante todo a la familia, requiere itinerarios adecuados y personalizados, tiene en cuenta las aportaciones de las ciencias pedagógicas y ha de llevarse a cabo en el contexto de una educación global de la persona”[268].
Desde tiempos del Concilio Vaticano II, la pastoral catequética encuentra en el catecumenado antiguo una fuente de inspiración para su realización y un punto de referencia necesario. De esta manera, la exigencia de incluir la catequesis dentro de la nueva evangelización también debe ser considerada para la catequesis especial y/o de apoyo. Ésta también, y de forma transversal, está en íntima relación con la Iniciación Cristiana y los sacramentos que la acompañan.
El proceso catequético de la discapacidad: criterios generales.
Los criterios a seguir en cualquier proceso catequético con personas con discapacidad son los siguientes:
– Desarrollar una catequesis abierta, adaptada, flexible y accesible.
– Priorizar el corazón sobre la técnica catequética, sin que por ello se excluya. El acto catequético ha de ir en la línea del respeto a cada persona, a sus necesidades y potencialidades.
– Promover el protagonismo en la fe de los catequizandos. Ellos también son miembros activos de la Iglesia, y no meros receptores de compasión.
– Tener amplitud de miras, con el fin de poder abarcar a la persona en toda su dimensión, y a la parroquia como comunidad que lo acoge.
– Detectar las barreras, físicas y mentales, que obstaculizan su participación en la comunidad eclesial, así como para informar, sensibilizar, denunciar (desde la caridad fraterna) y visibilizar la realidad de estas personas.
– Atender al contexto social y familiar de los niños y adolescentes.
– Ofrecer colaboración con la familia.
– Implicar a los miembros de la parroquia en la construcción de una comunidad parroquial accesible, abierta, acogedora, promotora de iniciativas para todos sus miembros.
El catequista especial y/o de apoyo.
“Los características peculiares de esta catequesis, exigen de parte de los catequistas una preparación específica, y hacen que su servicio sea aún más meritorio”[269]. Para una correcta aplicación del Directorio, en cada parroquia deberá haber como mínimo un catequista responsable en catequesis y animación pastoral para niños y adolescentes con discapacidad, el cual necesita de una preparación específica para poder acompañar de manera adecuada y cualificada a todas estas personas.
Esta catequesis exige un equipo de catequistas, preparados y capacitados para realizar este servicio. De ahí que las comunidades cristianas, a través de sus párrocos, diáconos y colaboradores, deban proveer de personas que cuenten con este carisma al servicio de la evangelización desde la perspectiva de la discapacidad y la accesibilidad. Este catequista, entre otras tareas, deberá ser puente entre el equipo y el consejo pastoral, especialmente con el párroco, diácono, o responsable de cada comunidad; que esté atento a los requerimientos físicos y psicológicos que tienen que ver con el desarrollo de las actividades parroquiales; que adapte las sesiones de catequesis a las necesidades específicas de cada catequizando, promoviendo los apoyos necesarios en cada momento; acompañe en su vida parroquial, derribando barreras, ya sean físicas como psicológicas; realice talleres de sensibilización a todos los miembros de la comunidad parroquial; fomente la comunicación y la apertura a la vida en las familias, etc.
Se requiere contar con espacios adecuados a las necesidades de todas las personas. En este sentido, el catequista especial y/o de apoyo desempeña un rol importante para la comunidad, ya que facilita la participación abierta y plena de aquellas que presentan necesidades de apoyo específico.
El catequista responsable de la atención a las personas con discapacidad en su parroquia deberá mantener, a través de los canales de coordinación adecuados, una estrecha comunicación con el equipo de catequesis especial y/o de apoyo, y el Departamento de Pastoral del Sordo, de la Delegación de Catequesis. Es necesario mantener el espíritu de comunión entre la Delegación y los equipos de catequesis de cada vicaría / arciprestazgo / parroquia a través de una comunicación fluida y siempre de servicio y apoyo mutuo, con el fin de “abrir las puertas” de la parroquia a todas las personas.
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[263] Cf. BENEDICTO XVI, Discurso durante el encuentro con el Episcopado brasileño en la Catedral de San Pablo, Brasil (11 mayo 2007), 3: AAS 99 (2007), 428.
[264] Cf. FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangeli Gaudium, 25: 48.
[265] Cf. FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangeli Gaudium, 25: 47.
[266] Cf. Comité para el Jubileo de la comunidad con personas con discapacidad. Ficha de preparación de la Jornada jubilar del 3 de diciembre de 2000.
[267] Cf. DGC 189.
[268] Cf. DGC 189.
[269] DGC 189.
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PREPARACIÓN DE LOS PADRES Y PADRINOS
Preparación de los padres y padrinos para la Iniciación Cristiana.
La Iniciación Cristiana de un hijo, o ser elegido padrino, es una buena ocasión para renovar la fe de muchos padres y padrinos que tal vez viven alejados de la fe. Por eso, para los padres y padrinos el acento se pone en el anuncio del Evangelio del que brotan la fe y la conversión inicial. También se trata de suscitar en ellos el deseo de la búsqueda de la verdad, del sentido de la vida y la motivación que lleva a los padres a pedir la Iniciación Cristiana de sus hijos.
Puede haber personas con necesidades de apoyo específico que sean elegidos padrinos de Bautismo o de Confirmación. En función de sus necesidades y capacidades serán orientados por los catequistas responsables de la atención pastoral a personas con discapacidad de sus parroquias. La preparación es la misma que se indica en el presente Directorio, igual para todos, contando con las adaptaciones precisas y los apoyos necesarios.
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Preparación remota de padres y padrinos.
Además del cotidiano testimonio de los fieles cristianos y de la continua preocupación de los pastores, es clave la pastoral prematrimonial, la propia pastoral matrimonial y la pastoral familiar con quienes hay que coordinar las diversas tareas[270].
Como preparación remota es necesario que en la predicación se instruya a los fieles acerca del significado del Matrimonio y de los deberes de los cónyuges y padres cristianos. No faltará la necesaria referencia a la Iniciación Cristiana de los hijos de los padres cristianos, dado que durante la celebración del sacramento del Matrimonio los contrayentes deberán manifestarse dispuestos a recibir de Dios responsable y amorosamente los hijos, y a educarlos según la ley de Cristo y de su Iglesia. Particulares momentos para esta instrucción son: los Domingos en la homilía cuando la temática de las lecturas lo permita, las homilías en las celebraciones del Matrimonio y del Bautismo, los catecumenados y otras catequesis realizadas durante el noviazgo[271].
Un momento de particular importancia es la preparación próxima e inmediata de aquellos que van a contraer Matrimonio, en la que los novios se disponen para la santidad y obligaciones del nuevo estado. En efecto, en el Matrimonio los cónyuges manifiestan el misterio de la unidad y del amor fecundo entre Cristo y la Iglesia y participan del mismo[272]. Por ello, en la preparación al Matrimonio y en los cursillos prematrimoniales no puede faltar el tema de la Iniciación Crsitiana, porque, al aceptar el sacramento del amor de Cristo a su Iglesia, los contrayentes asumen la misión maternal de la Iglesia[273].
Las celebraciones y ayudas litúrgicas que se proponen, a modo de sugerencias pastorales, para esta etapa pueden ser:
– La celebración continua del Misterio de Cristo durante el año litúrgico y la santificación del Domingo cristiano.
– La bendición de los prometidos[274] que puede tener lugar cuando los futuros cónyuges y padres cristianos piden fecha para el Matrimonio o cuando se comienza el expediente matrimonial. En efecto, los honestos esponsales de los cristianos constituyen para las familias un acontecimiento singular, que conviene celebrar con algún rito especial y con la oración en común, para invocar la bendición divina y llevar a feliz término lo que felizmente comienza.
– La celebración del sacramento del Matrimonio.
Preparación próxima e inmediata de padres y padrinos.
Comienza cuando los matrimonios cristianos esperan un hijo.
Es muy importante la acogida a los padres que piden la Iniciación Cristiana para su hijo, de modo que tenga todas las características de apertura personal y de ofrecimiento evangelizador por parte de la Iglesia. Porque la Iniciación Cristiana de un hijo es una buena ocasión para renovar la fe de muchos padres[275].
Para prepararse adecuadamente al cumplimiento de su misión de modo que vivan plenamente conscientes este acontecimiento de gracia y acepten las obligaciones que conlleva, se hace necesario que los padres y padrinos asistan a:
Las catequesis prebautismales.
Las catequesis prebautismales[276] dirigidas a los padres y padrinos[277], incluidos también a los padres de aquellos niños que solicitan el Bautismo de sus hijos en edad escolar. En esta catequesis, además de en la misión educativa de los padres y en la catequesis sobre el Bautismo, se insistirá en la unidad de los tres sacramentos de la Iniciación Cristiana y en el ministerio eclesial de los padrinos.
El objetivo de estas catequesis prebautismales es netamente evangelizador: proponerles una fe viva en Cristo y su mensaje, un conocimiento básico de la Revelación de Dios y de la Escritura, una experiencia, al menos mínima, de la Iglesia como comunidad de salvación y de amor fraterno, una conciencia de la necesidad de dar testimonio evangélico y un compromiso sincero de que sean, por su palabra y ejemplo, verdaderos iniciadores de los nuevos bautizados en la vida cristiana personal y comunitaria.
La duración de estas catequesis ha de ser suficientemente amplia para que cumpla los objetivos. Se establece un mínimo de tres catequesis, a las que obligatoriamente se deberá asistir.
El lugar idóneo es la parroquia a la que pertenecen los padres, incluso cuando por una causa justa el Bautismo se celebre en otra Parroquia. Para acreditar la catequesis prebautismal realizada el Párroco expedirá un documento en el que se certifique.
El diálogo prebautismal.
El diálogo prebautismal[278] con el sacerdote o los responsables de la pastoral bautismal. Este diálogo pretende:
– Hacerles reflexionar sobre las motivaciones de la petición del Bautismo, ayudándoles a que esta petición sea un verdadero ejercicio de fe.
– Preparar el rito, explicando las intervenciones de los padres y padrinos y su significado, para que se asegure la veracidad de sus respuestas.
– En muchos casos, habrá que realizar una elemental catequesis sobre el sacramento.
– En otros casos, habrá que realizar una catequesis general que busca una educación de la fe y no sólo una mera instrucción sobre la fe.
– Alguna vez, con padres descristianizados, habrá que evangelizar en sentido pleno o sensibilizar para una posterior evangelización.
La solicitud de la Iniciación Cristiana de sus hijos.
Como conclusión del diálogo prebautismal, los padres solicitarán la Iniciación Cristiana para su hijo y se comprometerán a cumplir las exigencias de la misma. La solicitud ha de hacerse por escrito y constará el derecho del niño a ser educado en cristiano que adquiere al recibir el Bautismo, y el compromiso de los padres y padrinos de educarle convenientemente en la fe cristiana y a que reciba los demás sacramentos de la Iniciación. Ha de ser éste un momento importante[279].
Hay que hacer un necesario discernimiento ante aquellos casos especiales que podemos encontrar[280].
Documentos para el Bautismo.
Se instruirá un expediente que contenga:
– Certificado literal actualizado de nacimiento del bautizando.
– Fotocopia del Documento Nacional de Identidad de los padres y padrinos.
– Certificado actualizado de partida de Bautismo y de Confirmación de los padrinos.
– Certificado de cursillos prebautismales.
– Solicitud por escrito del Bautismo y aceptación de los compromisos que hemos indicado más arriba.
Las celebraciones y las ayudas litúrgicas durante este tiempo, para el infante y para los padres y padrinos, a modo de sugerencia, pueden ser:
– La celebración continua del Misterio de Cristo durante el año litúrgico y la santificación del Domingo cristiano.
– Bendición de la mujer antes del parto. Cuando se conozca el embarazo de la mujer puede invocarse sobre ella y sobre el hijo que va a nacer la bendición divina[281].
– Bendición de un niño aún no bautizado[282]. Por ejemplo con ocasión de los cursillos prebautismales o de la petición de fecha para el Bautismo, puede resultar oportuno invocar una peculiar bendición sobre el niño aún no bautizado, igual que sobre un catecúmeno. De este modo, en la práctica pastoral puede proyectarse con más claridad el significado de la cruz que el ministro y los padres trazan sobre el niño: con este gesto se expresa que el niño es protegido con la señal de la salvación, queda consagrado a Dios y se dispone a recibir el Bautismo.
– Bendición de los padrinos[283].
Cooperación de padres y padrinos en la educación cristiana de sus hijos.
La familia cristiana constituye, “a su manera, una imagen y una representación histórica del misterio de la Iglesia”. Por eso está llamada a realizar, a su escala, la misión misma de la Iglesia. Es como una “iglesia en miniatura”, y puede y debe llamarse también “iglesia doméstica”.
Como “iglesia doméstica” se da en la familia una realización verdadera de la misión de la Iglesia. La primera manifestación de esta misión es la transmisión de la fe.
En este tiempo debe continuar la relación pastoral de la comunidad parroquial con la familia del ya bautizado, mediante encuentros con el sacerdote, los catequistas y otros fieles laicos responsables de la pastoral familiar.
En la catequesis y todo el proceso de Iniciación en la fe es esencial la cooperación de los padres para que exista una verdadera transmisión de la fe.
En este punto la familia, como comunión de personas, se ve como el lugar privilegiado para esta transmisión de la fe, en especial en el momento que se denomina “despertar religioso”.
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[270] “El esfuerzo pastoral desplegado en ocasión del Bautismo de los niños debe insertarse en una acción más amplia, extendida a las familias y a toda la comunidad cristiana. En esta perspectiva, es importante intensificar la acción pastoral con los novios durante los encuentros de preparación matrimonial y después con los recién casados. Según las circunstancias, se hará una llamada a toda la comunidad eclesial, particularmente a los educadores, a las familias, a los movimientos de apostolado familiar, a las congregaciones religiosas y a los institutos seculares. En su ministerio, los sacerdotes dedicarán amplio espacio a este apostolado. En particular recordarán a los padres sus responsabilidades en suscitar y educar la fe de sus hijos. Corresponde en efecto a ellos comenzar la Iniciación religiosa del niño, enseñarle a amar a Cristo, como a un amigo íntimo, y en fin formar su conciencia. Esta tarea será tanto más fecunda y fácil en cuanto se apoya en la gracia bautismal presente en el corazón del niño.” SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción Pastoralis Actio (30 de mayo de 1980) 32.
[271] Cf. Ritual del Matrimonio 14.
[272] Cf. Ritual del Matrimonio 14.
[273] Cf. RBN 54-56.
[274] Los formularios se encuentran en el Ritual del Matrimonio 250-255 o en el Bendicional 93-100.
[275] Cf. IC 77.
[276] Cf. RBN 58.
[277] Sobre la obligación de estas catequesis prebautismales para padres y padrinos cf. CIC 851,2.
[278] Cf. RBN 57.
[279] Cf. RBN 59.
[280] Los criterios para el discernimiento respecto de los padres se encuentran en: 6.1.4. Atención a las situaciones especiales.
[281] Cf. Bendicional 101-108.
[282] Cf. Bendicional 77-84.
[283] Para esta celebración puede tomarse como modelo la bendición de las personas destinadas a impartir la catequesis (cf. Bendicional 162-169).
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