Exaltación de la Santa Cruz (B)

Lectura del santo evangelio según san Juan (3,13-17):

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»


Comentario

Tiene que ser elevado

Para que el mundo se salve por él. Aquí está encerrado, como en una almendra, todo el mensaje revelado a los hombres en la persona de Nicodemo, ese judío que no sabe cómo tiene que nacer de nuevo hasta que Jesús le explica que tiene que nacer del agua y del Espíritu. Jesús tiene que ser elevado lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto para sanar a su pueblo de las mordeduras de los reptiles. Es la cruz, cuya Exaltación hoy festejamos, la que nos salva de la mordedura del pecado. La salvación, la tuya y la mía, está en esa cruz en la que Jesús es elevado como un cordero llevado al matadero, como un guiñapo de hombre escarnecido, vituperado y asesinado, pero que es anticipo de la Ascensión con la que vuelve al Padre glorioso y triunfante. Sin esa segunda parte, en la que el Jesús clavado en la cruz vence definitivamente a la muerte, nuestra fe no tiene sentido. No exaltamos el sufrimiento supremo de un ajusticiado en el madero, sino exaltamos el anticipo de su triunfo para siempre que nos salva. A ti y a mí.

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