1999, Sevilla
Intérprete del patrimonio en la Catedral de Sevilla
Vinculado a la Parroquia Sta. Mª de las Flores
Aspirante a salesiano cooperador
Félix Sevillano asegura ser un afortunado. En primer lugar, por “nacer en el seno de una familia muy unida y comprometida tanto en la fe como con la Iglesia”, y por otro, por haber nacido en Sevilla, un hecho que “indudablemente ha marcado mi fe”. No en vano, ha crecido “rodeado de manifestaciones religiosas conectadas con el arte. Especialmente la imaginería religiosa siempre me ha conmovido”, confiesa. Al respecto, opina que ser historiador del arte “quizás me permita ver los entresijos u otras perspectivas, pero creo que lo que realmente me hace ir más allá de ver simples esculturas o pinturas es mi fe. Me atrevería a decir que tener a Dios en el centro de mi vida me hace acercarme mucho más al arte y ser mejor profesional”. Actualmente puede concretar esta estrecha vinculación entre el arte y la fe a través de su trabajo, ya que es auxiliar de turismo e intérprete del patrimonio en las visitas culturales en la Catedral de Sevilla. “La posibilidad de poder recorrer sus naves, sus capillas, el altar mayor, las cubiertas, etc. observando obras que son el culmen de cada estilo y período, las cuales guardan en sí tantísimo valor histórico, artístico y religioso es una sensación que entrecortaría la respiración a cualquiera”, asegura. Y añade que “nunca pensé que pudiera emocionarme preparando las visitas mientras escucho cantos litúrgicos, ni que explicando en inglés a visitantes el dogma de la Inmaculada Concepción con la ‘Cieguecita’ de Montañés se me quiebre la voz o que vea la emoción de algunas personas al hablar del Proverbio 18 y el remate de la Giralda”.
Entrega a Dios a través de los jóvenes
Además de en su faceta como historiador, Félix también sirve a la Iglesia a través de su Parroquia Santa María de las Flores de Sevilla, concretamente como responsable de un grupo de fe de jóvenes confirmados “que quieren seguir su camino junto y hacia Dios”. Este grupo tiene como fin que los jóvenes “se encuentren con Dios y se sientan amados, que encuentren su propio apostolado y, en definitiva, seguir anunciado el Evangelio”. Este voluntariado “me aporta más que lo que yo les pueda aportar a ellos”, explica, porque “cuando entrego mi vida, mi tiempo, mi esfuerzo y mi cansancio a Dios, Él siempre me recompensa con mucho más de lo que podría imaginarme”. Pese a ello, reconoce que es “complejo” involucrar a los jóvenes en la Iglesia, teniendo en cuenta que vivimos en un mundo “donde lo inmediato reina y lo caduco se desecha”. Por eso, “lo mejor que podemos hacer es acompañar y proponer, como dijo Don Bosco, ‘no basta con amar a los jóvenes, es necesario que se sientan amados’”.
Precisamente para lograr esto, desde el grupo de la Pastoral Juvenil de la Parroquia de las Flores, se proponen actividades como torneos deportivos, gymkanas, campamentos de verano u otras actividades de tiempo libre. De esta forma, “los jóvenes del barrio pueden encontrar un lugar sano y que fomente una buena ética”, asegura Félix. A estos encuentros se suman otros de formación, catequesis, retiros y voluntariados.
Carisma salesiano
Estos espacios están “muy influenciados por los oratorios salesianos”, señala Félix, y es que precisamente este historiador sevillano es aspirante a cooperador salesiano. De este carisma destaca “la familiaridad, la cercanía y la alegría como consecuencia de sentirse amado por Dios”. Asimismo, resalta que los grandes pilares para cualquier salesiano son “Jesús Sacramentado y la Virgen María”. Con respecto al primero, confiesa que “por mucho tiempo fue algo que me costaba comprender. Ahora, sin embargo, le encuentro con gran fervor y emoción en la Eucaristía y en adoraciones. La capilla de San Onofre se ha convertido en una parada necesaria si paso cerca del centro. Allí empecé a entender la fuerza de la oración y poco a poco la del Espíritu Santo, muy olvidado, pero que se ha convertido en algo fundamental en mi vida. Y por supuesto, la Virgen María, modelo por excelencia para alcanzar la santidad, quien vivió su vida siempre enfocada a Dios”.
Entre los pilares de su fe también incluye la Iglesia “como madre y maestra”. Así, en el alma del salesiano “tienen que resonar tres ideas: la razón como medio de acompañamiento de los jóvenes, la religión como una relación personal entre Dios y cada uno de nosotros, y Amarevolezza. Este último concepto se refiere al afecto sincero, la paciencia, la dulzura, la alegría y la familiaridad que Jesús nos muestra en el Evangelio, a esto debemos aspirar todo salesiano, que los jóvenes sientan el amor de Dios”.
Ser santos
Este joven sevillano concluye su testimonio destacando “la riqueza que tenemos en la Iglesia: Carismas, movimientos y todas las realidades presentes. Que no exista competición ni rencor, que seamos verdaderamente un solo cuerpo en Cristo. Que el amor de Dios sea el hilo que siempre nos una, a pesar de cualquier desencuentro”.
En este sentido, insiste en que debemos ver a Dios “como la fuente de todo amor y felicidad. Dios nos llama a diario de múltiples formas que le busquemos en las personas, en los momentos de oración e incluso en gestos o situaciones del día a día”. Por eso, exhorta a que «nuestro objetivo principal en el camino de la vida sea ser santos, a pesar de caer una y otra vez. Él nos ama incluso cuando no nos sentimos dignos. Él es el Amor, y el amor es lo que da sentido a nuestro existir”.