Todo dilecto hijo de Dios se ha significado por su amor a la Virgen María. El fundador de los misioneros y misioneras identes, Fernando Rielo, no es una excepción. Y en este mes de mayo consagrado a María, dentro de este centenario del nacimiento de este fundador español, es buen momento para recordar que desde la infancia experimentó una ternura y devoción singulares por Ella con vivencias profundas, llenas de poesía, que fueron más allá de la emoción. Él mismo narró en sus Leyendas de amor escenas familiares en las que su vida mística se trasluce a través del vínculo establecido con la Santísima Trinidad, con María y José. En su biografía hay páginas bellísimas de ese espíritu filial que le unió a la Virgen a quien dedicó en su juventud el poema: No tengo María, musicado hace unos años.
María fue bajo distintas advocaciones una presencia constante en su vida y quehacer. Sus padres le consagraron a la Virgen de la Paloma, tan venerada por el pueblo de Madrid, su ciudad natal, y en su infancia y adolescencia todos los sábados se emocionaba cantando la Salve Regina ante la Virgen Milagrosa en la Iglesia de los Paúles. Más tarde, destinado profesionalmente en Granada, esa Madre en la que se cobijaba era la Virgen de las Angustias, y en Tenerife cuando ya la fundación idente estaba en marcha la Virgen del Pilar escuchaba sus cuitas. Pero fueron otros muchos los nombres bajo los que percibió a María sin cuyo consejo no daba un paso: Nuestra Señora de la Mística Procesión, Nuestra Señora del Llanto, Nuestra Señora de la Lluvia, Nuestra Señora de la Danza, Nuestra Señora de los Santos entre otras; cada una tenía una vivencia concreta en su vida que sería largo de explicar.
Además, Fernando Rielo legó a la Iglesia una advocación que quienes visiten la catedral de Santa María de la Almudena, de Madrid, podrán conocer: Nuestra Señora de la Vida Mística. Se halla en una de las capillas del templo. La imagen, obra del desaparecido escultor Javier Morales, siguiendo el deseo del fundador muestra a María escoltada por ángeles sentada en la cátedra, togada como doctora de la vida mística, de la vida espiritual, al considerarla Rielo como «doctora de los santos, doctora divina con Cristo, doctor divino». Y así explicó a sus hijos espirituales que María es «Madre nuestra que nos enseña el amor en plenitud. A través de ella en su obediencia al Padre nos ha llegado la Sabiduría: nuestro Redentor y Salvador, el Maestro. María es esposa del Espíritu Santo, por ello simbolizado en una paloma lo sostiene en la mano derecha, y nos lo entrega, mientras que, con la otra mano, la izquierda, está en actitud de la transmisión de la gracia que a través de ella nos alcanza».
Esta imagen de María está escoltada por dos ángeles. Cada una de las piezas pesa unos 1300 kl, y los ángeles miden 3 metros. El simbolismo encerrado en los ángeles lo explicó Javier Morales diciendo: «A la izquierda de esta imagen, un ángel descendente anuncia. Su brazo y mano izquierda están en actitud de requerir nuestra atención a la vez que señala hacia lo alto, hacia el cielo, como queriendo recoger la gracia. Su mano derecha nos indica el centro del mensaje, que a su vez es el centro del grupo escultórico: María. A la derecha de la Virgen, se eleva otro ángel, un ángel ya transformado por la acción de la gracia. La expresión de las formas es de fuerza, de plenitud, de vuelo, con las alas desplegadas, fuerza que conlleva siempre el éxtasis de amor que es la unión con Dios».
Los animo a que, si van por Madrid, se acerquen a visitar en la Almudena esta capilla dedicada a Nuestra Señora de la Vida Mística. Además, en la cripta de esta catedral, capilla de la Virgen del Rosario, descansan los restos de Fernando Rielo bajo su atenta mirada.
En próxima entrega recogeremos la historia de otra advocación mariana legada por él.
Isabel Orellana Vilches