Cada una de las visitas realizadas a Sevilla por Fernando Rielo, el Fundador de los misioneros identes, estuvo jalonada de signos. El 4 abril de 1972 inauguraba la primera residencia de vida común de los misioneros en el barrio de los Remedios. En esa ocasión —habría otras— habló a sus hijos espirituales de María. Y declaró venerable, es decir, le otorgó un signo de honor a san Isidoro de Sevilla poniendo la fundación de los misioneros bajo su protección. Esperaba que este mediador iluminase a todos con su fortaleza y santidad.
El 15 de septiembre de ese mismo año regresó a Sevilla. En sus tres días de estancia, lleno de gozo por ver a los misioneros y misioneras que seguían creciendo en número, se reunió con todos ellos en el colegio de la Sagrada Familia de Urgel y desgranó ante ellos una profunda lección sobre el sentido religioso. En un momento dado les dijo: “Concebid siempre lo absolutamente puro y eso es exactamente el Instituto”.
Tres meses más tarde, el 17 de diciembre tenía lugar su cuarta visita. Y en el mismo colegio en el que pronunció la lección espiritual en la ocasión anterior reiteró su convicción de que Sevilla sería el punto de origen de las fundaciones de América en el caso de las misioneras, y de Oriente en el de los misioneros. Visto retrospectivamente se cumplió tal como dijo, de modo que sus palabras tuvieron carácter profético. En el Estanque de los Lotos había vislumbrado la fundación de Oriente unida a María. Y siempre que viajaba a la capital hispalense recordaba lo sucedido en ese recoleto espacio del Parque de María Luisa.
En 1976 Sevilla fue nuevo destino para él en dos ocasiones. La primera el 10 de enero. Hacía unos años que los misioneros y las misioneras vivían en la entonces denominada calle Oriente (actual Luis Montoto) en edificios colindantes. A la comunidad hispalense se unió la gaditana. Nadie hubiera podido ocultar el gozo que se experimentaba ante su presencia. Era difícil separarse de él; es un hecho que atestiguarían siempre quienes lo conocieron. Uno de los días impartió una lección en el colegio del Buen Pastor teniendo como leitmotiv la Iglesia que definió como una suma de comunidades cuyo fin es la unión mística. Pero hubo otros matices en sus palabras de innegable riqueza: la virtud de la religión, la perseverancia, la oración, el ardor apostólico… En suma, todo lo que conduce a una vida de santidad.
No faltó en este viaje su visita al Estanque de los Lotos. Después, con el ímpetu que poseía, compartió con la comunidad sus sueños, entre otros, la fundación de esas ciudades identes para las que tenía elegido un lugar. Deseaba crear núcleos de población que estarían bajo el amparo de María. Ya entonces aventuró que al Instituto le serían legadas universidades, hecho que efectivamente se produjo.
El 26 de julio de ese año 1976 volvió a pisar el suelo de Sevilla además de regresar al Estanque de los Lotos. Allí erigió la provincia de Huelva. Y camino de esta capital iba el 16 de enero de 1977 cuando de nuevo se detuvo en Sevilla para narrar a todos lo que había deparado su visita a la Casa de María, en Éfeso, otro de los momentos cruciales de su vida y de la Institución religiosa de misioneras y misioneras identes. Y es que cuando se encaminaba a Oriente, hallándose en Roma, en la capilla Barberini de la basílica de San Andrés del Valle, María le había hecho entrega del Trisagio: “El rosario idente”, “rosario de tus hijos”, como Ella le dijo. Cf.
Este sería el último viaje realizado a Sevilla capital. Los siguientes tendrían como escenario la Sierra Morena sevillana (antigua Sierra Norte), como se verá en próxima ocasión, mientras cada vez está más cerca la apertura del centenario de su nacimiento.
Isabel Orellana Vilches