Night Shyamalan es uno de los directores más interesantes del panorama actual en Hollywood. Y también de los más polémicos. A comienzos de este siglo, y con éxitos como “El sexto sentido” (1999) o “Señales” (2002), el cineasta de origen indio fue considerado el heredero oficial de Spielberg y Hitchcock, al ofrecer a la audiencia del nuevo milenio obras llenas de suspense y misterio, pero con originales movimientos de cámara y giros finales en sus guiones. Con estos toques personales, Shyamalan consiguió atraer y sorprender a espectadores resabiados, que se jactaban de conocer con anticipación los virajes de las tramas y los finales de las películas de intriga que visionaban.
Tras algunos tropiezos en taquilla con títulos como “La joven del agua” (2006) o “After Earth” (2012), Shyalaman volvió a convencer a crítica y público con sus recientes “La visita (2015) y “Múltiple” (2017). Ahora acaba de estrenar “Glass (Cristal)”, y es previsible que siga ganando adeptos pero que aumenten por igual sus críticos.
Secuela de “Múltiple” y (atención: spoiler) conectada como continuación de “El protegido” (fin del spoiler), “Glass” sigue los pasos de David Dun en su búsqueda del criminal conocido como «La Bestia». En la sombra, Elijah Price emerge como figura clave que conoce los secretos de ambos, pretendiendo crear un caos en la ciudad de Philadelphia. Como ya hizo en “Múltiple”, James McAvoy nos ofrece una masterclass de interpretación al asumir en el filme 23 personalidades diferentes: algunas cómicas, otras terroríficas y todas increíbles. Bruce Willis cumple como el héroe cansado y crepuscular (papel que lleva interpretando desde la década de los 90), y Samuel L Jackson se convierte en un auténtico “genio del mal”, capaz de engañar a todos (incluido el espectador) hasta los créditos finales.
Shyamalan nos presenta una notable película de ¿superhéroes?, con grandes dosis de suspense, detenido estudio de personajes y destacadas escenas de acción. Puede que alguna secuencia en el hospital psiquiátrico llegue a pecar de cansina, pero consigue rematar la faena con un clímax perfecto para cerrar la trilogía. La historia reivindica lo diferente, lo que a cada uno nos hace especiales y únicos. Y, como en anteriores trabajos, vuelve a poner en alza el concepto y el valor de la fe: en lo sobrenatural, en lo fantástico, en la existencia de lo divino; la fe que supone también creer en uno mismo y que nos ayuda a crecer como individuos; la fe y la confianza que depositan otras personas en nosotros, y que nos estimulan a derribar barreras y a alcanzar objetivos jamás soñados.
Juan Carlos Deán Del Junco