Gonzalo Fernández Copete, natural de Écija, es uno de los seminaristas que recientemente han recibido el Diaconado en la Santa Iglesia Catedral: “Soy inmensamente feliz. No niego que tenga algún temor o que haya pasado tiempos regulares en el Seminario; todo es necesario. Pero cuando algo es de Dios, sientes una felicidad verdadera”.
Este joven seminarista, que nos confiesa que no puede leer el pasaje de los discípulos de Emaús sin emocionarse, ante su ordenación como diácono nos describe que se siente “ pequeño para algo tan inmensamente grande como es que el Señor se fije en ti para ponerte a trabajar con Él. Es un paso trascendental para el que nos llevamos preparando mucho tiempo, pero tan inmensamente grande que solo se puede confiando mucho en el que nos ha llamado”.
Gonzalo ingresa en el Seminario poco días antes de cumplir los 27 años de edad. Nos explica cómo toda su vida estuvo marcada por estar cerca de las cosas de Dios: “Desde mi infancia fui miembro muy activo de las actividades pastorales de mi colegio. Ya en mi juventud, por medio de las Hermandades, fui conociendo con más profundidad la vida parroquial a la que me sumé muy intensamente en los años de pre universitario. De hecho, en mis años de Universidad, mi participación en la vida de mi parroquia de Santiago de Écija fue total. Es ahí donde intuí que Dios me pedía algo más. No obstante, aún faltarían algunos años más, muchas vivencias personales, muchos ratos de oración, muchos consejos y mucha confianza para dar el paso al Seminario. ¡Incluso algunos meses de desapego! Pero es que Dios habla misteriosamente por medio de las personas y los acontecimientos, y al final sorprende”.
Dios siempre muy cerca
Los años transcurridos en el Seminario han sido para Gonzalo unos años muy felices, en los que ha encontrado verdaderos hermanos y amigos, se ha podido conocer mejor a sí mismo, ha sentido a Dios siempre muy cerca y ha visto confirmadas sus intuiciones juveniles. Pero si hay algo que destaca de estos años en el Seminario es que ha aumentado su confianza en Dios: “Entré con muchísimos miedos. No sabía qué me iba a encontrar, qué iba a ver, ni siquiera si iba a llegar a término. Pero Dios sorprende y si se empeña en algo lo consigue”.
A lo largo de su vida ha habido personas que Gonzalo considera claves y que le han ayudado de forma especial a hallar su verdadera vocación: “El testimonio de algunos sacerdotes ha sido imprescindible para mí. También el de algunos amigos de toda la vida, que se entusiasmaron creo hasta más que yo. Y ya en el Seminario, donde encontramos a varios sacerdotes íntegramente dedicados a ayudarnos a discernir nuestra vocación. Yo le agradezco a la Iglesia entera, que por medio de la oración constante por las vocaciones, nos acompaña en este proceso formativo”.
Las hermandades son un buen medio para llegar a Dios
En nuestra Archidiócesis de Sevilla tenemos la suerte de que un gran número de seminaristas proceden o tuvieron un inicio en la vida de la parroquia por medio de las hermandades. Este es el caso del propio Gonzalo, quien también nos hace reflexionar: “Las cofradías son un gran freno para la secularización de la sociedad a la que nos estamos tristemente acostumbrando. Ahora bien, esto les supone a las hermandades una gran responsabilidad. El testimonio es importantísimo. Soy muy positivo y creo que las hermandades están haciendo muchísimo bien”.
Cuando ya apenas le quedan unos meses para ordenarse sacerdote nos advierte de la importancia de los laicos en la vida parroquial: “El papel de los laicos es esencial. Podemos decir que son los brazos y los pies de los párrocos. Pero el lugar del párroco es insustituible: él trae a Dios por medio de sus manos, perdona los pecados, está siempre disponible, sin horas y sin prisas, pero necesitamos a los laicos. Juntos se puede hacer un bien inmenso”.
Es también primordial que nuestra fe la vivamos en comunidad: “La fe no se puede vivir en solitario. Se seca. Es imposible. La fe se vive con los hermanos en la fe, ya lo dijo el Señor –Donde dos o más se reúnen en mi nombre allí estaré yo-. Cristo no dijo eso porque sí, lo dijo por algo. La comunidad es un apoyo en todas las dimensiones de la vida. Conforma la familia de Dios”. Y anima a las personas que por alguna razón han dejado de vivir la fe en comunidad a participar en su parroquia: «Las personas podemos fallar, porque somos pecadores. Todos. Pero Dios nunca falla. Dios está siempre ahí, esperando a que nos encontremos con Él por medio de los sacramentos, por medio de la comunidad, por medio de hacer el bien a los demás en su Nombre».
Llamarse “cristiano” sin relacionarse con Dios es un contrasentido
Gonzalo nos explica que en la vida de todo cristiano para mantener viva nuestra fe debe ser fundamental la oración. «Aunque sea unos minutos, pero no podemos sostener nuestra fe sin ella. ¿Quién mantiene una amistad sincera con alguien si no mantiene una conversación con esa persona alguna vez? Pues lo mismo pasa con los cristianos: llamarse cristiano sin relacionarse con Dios es un contrasentido”.
Por último, Gonzalo aconseja a los jóvenes que se encuentren actualmente descubriendo su vocación que confíen y se abandonen en las manos de Dios : “Cuando yo me planteaba entrar en el Seminario y le preguntaba a los sacerdotes y los seminaristas que si estaban contentos, si les iba bien, ¡me daba coraje porque siempre me decían que eran felices! ¡ Nunca me decían nada malo del Seminario! Con lo cual, yo acababa no creyéndome nada. Ahora me pasa eso a mí. Soy inmensamente feliz. No niego que tengo algún temor o que haya pasado tiempos regulares en el Seminario. Todo es necesario. Pero cuando algo es de Dios, sientes una felicidad verdadera. Y yo le agradezco mucho a Dios por vivir en mi Seminario, por mis compañeros y formadores, que siempre me han ayudado a discernir con entera libertad”.