(Te recomendamos escuchar ESTA MÚSICA mientras lees la reflexión de J.J. sobre los voluntariados)
Paseo por las calles de Sevilla, ando rápido porque llego tarde a tomarme una cerveza con mis amigos en el Salvador. Mientras escucho a un grupo de música por la Avenida de la Constitución y pienso lo increíble que puede llegar a ser la música, en como transporta.
Justo a 5 metros de los músicos había un señor mirando al grupo de ente. Sentado en el suelo, y entre mantas, un cartel y un perro acostado ese señor sonreía de ver aquel espectáculo.
Quizás porque le recordaba algún momento feliz o simplemente reía de ver a aquella niña pequeña bailando en medio del circulo, feliz y sin vergüenza ninguna. No sé bien el porqué de su muesca, y la verdad es que apenas le dediqué más de 10 segundos a mirarle.
Continué absorto en mi prisa.
Pasaron días y seguí con mi vida como si nada, hasta que una semana después volví a pasar por el mismo lugar y para mi sorpresa entre las mantas ya no había nadie, tan solo un perro. Me paré en seco. Un pensamiento me paralizó, y en mi cabeza solo resonaba, donde estaría ese señor de barba espesa y sonrisa tímida.
Sí, soy rico
Ese hombre me hizo replantearme lo poco que soy y lo mucho que debo agradecer, que tengo una casa, una familia, o puedo comer 3 veces al día o incluso beber agua, cosas insignificantes para mí, pero un mundo para otros. La verdad es que me he dado cuenta de que lo tengo todo, quizás sea prepotente decirlo, pero sí, soy rico.
Tengo unos padres que me quieren, unos amigos que me echan de menos, pero justo lo que me falta es eso, darme, ser más para lo demás, seguir la cadena, entregarme sin recompensa y ser agradecido por naturaleza.
Desde que cumplí los 18 y tras una fuerte experiencia con Miguel de Mañara, comencé a realizar voluntariados. Los he hecho de todo tipo, con personas mayores, niños, inmigrantes, con muchos colectivos que merecen ser escuchados y atendidos.
De todas las experiencias no se olvidan frases que se clavan, y siempre he recibido más de ellos que lo que yo podría aportarles. Es una recompensa, es un tesoro inmenso el que guardo en mí. Así que sí, puedo decir que soy rico.
Echarle huevos a la vida
Acabo mi reflexión como la comencé, hay que echarle huevos a la vida, apostando y poniéndole ganas.
Hay que salir a querer al mundo, regalando el valor más preciado que tenemos, el tiempo.
Como ponía en el cartel de aquel señor:
“Si das un minuto, recibirás dos; si regalas una hora, recibirás cuatro; si entregas tu vida, recibirás el propio cielo”.