Nuevos modos, nuevas relaciones
Que los modos de relacionarnos las personas están cambiando, es un hecho, pero quizás no estamos siendo conscientes que no son solo los modos, sino que también están cambiando los principios que rigen las relaciones.
Antropológicamente, el hombre se relaciona por necesidad, y es que solo a través de la interacción el hombre evoluciona, crece y madura. Pero más allá de la necesidad, hemos encontrado las relaciones como un espacio de alegría y riqueza. Por desgracia, ya sea por el pecado o por la libertad humana, los hombres no siempre nos hacemos el bien unos a otros.
En este marco de relaciones, la enorme influencia de la economía ha generado un nuevo modelo denominado “homo aeconomicus”. Queriendo y sin querer hemos evolucionado hacia una nueva forma de vinculación, una por la que todo se mide por márgenes de beneficios o perdidas. Así si nuestra relación solo da perdidas abandonaremos ese proyecto en favor de otro que nos de beneficios. Pero del mismo modo, que podemos hacerlo con las relaciones laborales también lo haremos con las afectivas, incluyendo las familiares, o con las políticas, o con los hobbies incluso.
La vida: una empresa
El sociólogo francés Michel Foucalt llega a afirmar que todo lo entendemos y vivimos como una empresa, la familia, los afectos, el estudio y las aficiones. No estudiamos lo que queremos sino lo que nos da más opciones laborales, ni trabajamos donde nos apetece sino donde nos permite ganar el dinero que necesitamos, o incluso nos casamos con quien queremos pero demasiadas veces pensamos que aguantamos porque es lo más fácil o no aguantamos porque es lo más beneficioso. Por todo ello deberíamos preguntarnos si verdaderamente somos libres cuando tomamos decisiones o hay un modelo social que nos ofrece una libertad subjetiva pero nos impide tener márgenes para pensar y ser dueños de nuestra vida en favor de una libertad mucho más integral.
Es como cuando vamos al supermercado y acabamos la compra, si no hemos llevado la lista de lo que queríamos seguramente acabemos llevando lo que no deseamos. No es que no lo hayamos elegido nosotros, sino que todo está enfocado para hacernos creer lo beneficioso que resulta para mí tal o cual producto, aun cuando yo no había pensado en ello.
La libertad personal
Recuerdo cuando se hablaba negativamente de la publicidad subliminal en las películas y lo mal visto que era. Hoy hay publicidad subliminal en la mayoría de las cosas que vemos, poniendo en serio peligro la libertad personal, y la perdida de juicio crítico.
El cristiano, es libre para amar, y se aprovecha de cada medio para lograr su crecimiento personal en el amor desde el ejercicio de su libertad. Por todo ello, quizás deberíamos abandonar el patrón dinero para favorecer el patrón amor en nuestro modo de relacionarnos. Descubrir que no por tener más, seremos más felices. Y desde luego que nada que podamos comprar puede sustituir aquello que surge espontáneamente del corazón, y que solo aparece desde una auténtica libertad interior, y un amor sincero y con-sentido.
Carlos Carrasco Schlatter
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