Meditaciones de Cuaresma: «Hoy el reto es vivir apasionados con nuestra vida»

A continuación ofrecemos una serie de meditaciones semanales durante la #Cuaresma tituladas “Cuaderno de vida y oración” a cargo del sacerdote diocesano Carlos Carrasco Schlatter, autor del libro “Las conversaciones que tenemos pendientes” y “30 día con Dios de vacaciones”

Introducción

Este proyecto se centra en un objetivo sencillo y sincero, el de tocar el corazón y, que como esas máquinas de hospital, volver a ponerlo a funcionar. Hemos de acompasar nuestra vida no al ritmo que esta sociedad nos logra imponer, sino al ritmo que nosotros deseamos darle, para ello es importante saber dónde queremos ir y así calcular los esfuerzos que hemos de hacer.

No se pretende coger de la manita e ir dirigiendo cada paso, muy al contrario, estas páginas son una experiencia de vida personal, un reto de amor sincero, un compartir honesto para quien quiera ver los pasos que otros dieron.

Por todo esto, no tengas prisa en leer, no es cuestión de averiguar qué viene después, ni de aprender compulsivamente, es cuestión de acompasar y acompasar nuestros pasos a los de Cristo, a los de la vida real. Porque a veces parece que la vida son tres días, pero ciertamente son años y para llegar donde queremos es más fácil si vamos paso a paso.

La dinámica que se propone es simple, el sábado lee esta primera meditación, que durante el domingo profundizamos con la lectura de algún otro texto bíblico que pueda iluminarnos aún más la perspectiva. Posteriormente cada día de la semana tendrá su pequeño punto de oración, su pequeña meditación e interrogación.

Así tendremos por delante cinco semanas, en las que cada una tiene sus propios objetivos, su propia misión y sentido, no pretende ser una cirugía que reabra heridas, ni tampoco un bálsamo que mitigue, tampoco es una vara de medida, ni un látigo que fustigue. Sencillamente son interrogantes y reflexiones que a la luz de Cristo todos hemos de hacernos en algún momento de la vida, o incluso en muchos momentos si reconocemos la torpeza de entendederas y la lentitud en la conversión del corazón.

Al final del camino, no serás otra persona, ni serás mejor o peor, pero el reto está en que todo lo que tenemos en nuestro interior esté mejor ordenado para que de ese modo nos sea más cómodo el viaje y tengamos hueco para nuevas cosas que nos enriquezcan y acompañen.

Llevar la vida a la oración

Una de las grandes realidades de esta sociedad es la de los ritmos tan exigentes que vivimos. Históricamente la sociedad ha vivido en la dualidad trabajo-ocio, parecía que la vida se ceñía a trabajar para tener ocio y a tener ocio para sobrellevar el trabajo. De un tiempo a esta parte estamos introduciendo el entretenimiento en el trabajo como forma de sobrellevarlo mejor y hacerlo más atractivo, pero también como forma de esclavitud o de mantener mayor atracción al trabajo.

El trabajo es como esa piedra que Sísifo está lastrado a subir monte arriba toda la eternidad, por la condena de Zeus. Pero ciertamente el trabajo ha de ser una fuente de desarrollo personal y por tanto debería ser un espacio de encuentro con una parte de nosotros. Pero es que el trabajo no es solo el empleo de donde obtenemos el dinero, sino que el trabajo está siendo también las labores de la casa, los papeles burocráticos, incluso la educación de los hijos se vive como un trabajo, y hasta podríamos decir que las amistades y las relaciones de familia son casi un trabajo. Relegando el ocio a la evasión de todo esto y por tanto al absurdo de la vida.

La oración, a todo esto, ocupaba el espacio del ocio. Y de un tiempo a esta parte es un trabajo que cuesta cada vez más y vamos relegando o posponiendo porque nos supone demasiado. En definitiva: “otra cosa más”.

Pero la oración es mucho más que un trabajo, al igual que la educación de los hijos debería suponerlo y por supuesto que las relaciones personales, pero… ¿Cómo conciliarlo todo? ¿Cómo darle el lugar que se merece cada cosa? ¿Cómo lograrlo cuando todo nos lleva a ese terreno? ¿Cómo?... porque sencillamente a veces no se puede ni queriendo.

Encuentro con Dios

Entonces surge la clave de muchas cosas: la Pasión. Cuando hay Pasión se viven las aficiones de un modo distinto, cuando hay Pasión se vive el amanecer diferente, cuando hay Pasión se vive el matrimonio increíble, cuando hay Pasión se vive a Dios palpitando en nuestro interior.

Reconozcámoslo, falta Pasión en este mundo. Y no una simple pasión de telenovela, sino la Pasión con mayúscula que como Jesús está dispuesta a dar la vida. Esa que mueve montañas cuando hace falta, y que hace que vuelva a la mente constantemente la persona querida, esa que saca canciones sin venir a cuento, y poemas del escritor que llevamos dentro. Esa Pasión que arrasa con todo, esa que lo une y entrelaza eternamente, esa que graba en el corazón tu nombre por siempre, esa que estremece solo con que lo pienses.

Pasión en nuestras vidas, en lo que hacemos, en lo que vivimos, en lo que queremos y en lo que sentimos. Una Pasión que no se busca, sino que se descubre cuando aprendemos a sacar lo mejor de dentro y a compartirlo con quienes nos rodean. Falta Pasión porque faltan personas con quienes compartir lo mejor de nuestro interior, incluso a veces falta compartirlo con nosotros mismos que no acabamos de atrevernos a mirar lo que hay en ese baúl de recuerdos y de intimidades tan lleno de cosas.

Hoy el reto es vivir apasionados con nuestra vida. Dios está ahí en la Pasión, Dios no nos deja indiferentes, Dios nos supera en generosidad, Dios nos colma de grandeza, Dios nos da vida en el corazón herido, Dios nos hace florecer aquello que andaba dormido.

Pasión, ¿Cuándo fue que me sentí así? ¿Qué me hizo vivirlo así? ¿Cómo hacerlo revivir dentro de mí? ¿Con quienes lo viví para hacerlo juntos?

A la luz de la Palabra (Jn 13, 1-20)

Ciertamente si hablamos de la Pasión, pues seguramente buscaríamos todos los textos evangélicos referidos a la Pasión del Señor. Pero personalmente me conmueve mucho, y me colma de Pasión de Amor la escena previa del lavatorio de los pies. “Sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos, y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos, y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido”. Cuando el sacerdote celebra este momento en semana santa suele besar incluso el pie recién lavado. Es un gesto maravilloso, lleno de Pasión de Amor por quienes tiene a su lado, un firme deseo de no ser más que nadie, de no estar por encima de nadie, de ser sencillamente imagen de Cristo.

Quizás nos falte esta Pasión de madre que besa a su hijo antes de que se duerma, Pasión de padre que le besa por la mañana deseándole que le vaya bien en ese día complicado que tiene delante, Pasión de abuelo que da besitos a puñaos llenos de cariño, Pasión de pareja que le brillan los ojos de orgullo al ver al otro disfrutar, Pasión de Dios que siempre lo imagino en el cielo sentado mirando a sus hijos y comentando con Pedro lo orgullosísimo que está de nosotros.

Qué importante es ese momento de saber que no somos nada sin el otro, que necesitamos tanto arrodillarnos ante quienes queremos, porque sentimos por ellos Pasión. Que no es que los necesitemos, pues no son cosas que nos sirven para algo, sino que no entendemos la vida sino es junto a ellos. Ciertamente es Pasión de todo un Dios que te ha mirado a los ojos y te ha dicho “Sígueme” y tu solo piensas en decirle “gracias, te seguiré toda la vida”. Somos unos afortunados, pero demasiadas veces hemos perdido la Pasión de quienes olvidaron lo que tienen sumidos en las tinieblas de la vida.

Llevar la oración a la vida

El calor de los rayos de sol

Al nacer un nuevo día,

surge un deseo:

¡Que este no sea como el anterior!

Surge un anhelo:

que esta luz abra los poros de la piedra de mi corazón.

Saber que el sol siempre ilumina,

da luz a la desesperanza.

 

Perder el calor de la luz,

la hace entrañable, deseable, olvidada, olvidada.

La oscuridad llama a la tristeza,

la luz muchas veces olvida llamar.

Las penumbras del no olvido,

dan fuerza la piedra.

 

A veces recordar la luz

es el reto del ciego.

Olvidamos sentir para no sentir,

olvidamos vivir creyendo que vivimos,

olvidamos amar pues nunca nos atrevimos.

 

En mis manos está

y no en otras.

En mi corazón está,

pues siempre estuvo.

 

El temor atrofia

y no permite ver,

hasta lo que sabemos es…

Amar sin medida

es no levantar rocas y marañas,

es andar con cincel,

destruir lo que no da calor.

 

La vida es vivir, sentir, abrir, abrir.

Descubrir que algo late en el frío

que con calor germina y da luz.

La piedra es fuego en mis manos.

La piedra es vida

al calor de los rayos de sol.

Carlos Carrasco Schlatter, pbro.
Libro: Las conversaciones que tenemos pendientes, Universo de Trapo, p. 125

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