Toda la vida de San José fue un acto continuo de fe y obediencia en las circunstancias más difíciles y oscuras en que le puso Dios. Él es al pie de la letra “el administrador fiel y solícito a quien el Señor ha puesto al frente” de su familia” (Lc 12, 42). Desde tiempo inmemorial, la Iglesia lo ha venido venerando e invocando como continuador en ella de la misión que un día tuviera. En los momentos de noche oscura, el ejemplo de José es un estímulo inquebrantable para la aceptación sin reservas de la voluntad de Dios. Para propiciar esa veneración e imitación y para solicitar su ayuda, ponemos a continuación el siempre actual Ejercicio de los siete Dolores y Gozos.
OFRECIMIENTO
¡Glorioso Patriarca San José! Venimos a consagrarte estos siete domingos, meditando en ellos «tus dolores y gozos». Te ofrecemos nuestro corazón; recíbelo y refórmalo según el tuyo, para que todos los días de nuestra vida te sean agradables y merezcan las bendiciones de Jesús y María. Amén.
Antífona (para todos los días): ¡Oh feliz Varón, bienaventurado José! A quién le fue concedido no sólo ver y oír al Hijo de Dios, a quién muchos quisieron ver y no vieron, oír y no oyeron, sino también abrazarlo, besarlo, vestirlo y custodiarlo.
V: Ruega por nosotros bienaventurado San José.
R: Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén
I DOLOR Y GOZO
Del Evangelio según San Mateo (Mt 1, 18-21)
La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados»
Castísimo Esposo de María, glorioso san José. Así como fue terrible el dolor y la angustia de tu corazón cuando creíste que debías separarte de tu Inmaculada Esposa, experimentaste después un vivo gozo cuando el Ángel te reveló el misterio de la Encarnación.
Por este dolor y gozo, te suplicamos te dignes consolar nuestras almas ahora y en nuestros últimos momentos; alcánzanos la gracia de llevar una vida santa y tener una muerte semejante a la tuya, en compañía de Jesús y de María.
Padre nuestro. Ave María y Gloria.
Final (para todos los días):
Salve, custodio del Redentor
y esposo de la Virgen María.
A ti Dios confió a su Hijo,
en ti María depositó su confianza,
contigo Cristo se forjó como hombre.
Oh, bienaventurado José,
muéstrate padre también a nosotros
y guíanos en el camino de la vida.
Concédenos gracia, misericordia y valentía,
y defiéndenos de todo mal. Amén.
Imagen: San José- Las Teresas