Este seminarista de quinto curso es un apasionado del mundo audiovisual, tanto que «llegué a confundirlo con mi vocación y por mucho tiempo estuve convencido de que había nacido para ser productor o realizador audiovisual». Sin embargo, el Señor le deparaba otro camino: el sacerdocio.
La vida de fe de Javier surge por tradición religiosa, gracias a una familia con profundas raíces cristianas. Fue durante la Universidad cuando experimentó el salto a la fe adulta, porque «durante este tiempo el joven decide verdaderamente qué clase de persona quiere ser».
Javier reconoce que de niño se planteó vagamente la vocación sacerdotal. Sin embargo, durante su etapa escolar, fue rechazando esta idea: «No me gustaba que me llamaran el ‘curita’ cuando hacía de monaguillo», recuerda. De este modo, aquella llamada quedó pronto silenciada por experiencias más llamativas y emocionantes, hasta que en tercero de carrera llegó al culmen del éxito. «Conseguí una beca para ir a estudiar a Estados Unidos y luego, conseguí trabajo en Chicago, dinero, amigos, planes… » Incluso ganó el premio Emmy de la Academia de Televisión de Estados Unidos en la categoría estudiantil. Se puede decir que vivió en la cresta de la ola, «pero algo me faltaba, no era capaz de sentir plenitud».
Fue entonces cuando, a través de un sacerdote amigo que tuvo la oportunidad de vivir una experiencia misionera en Perú, durante la cual «vi a Dios, lo toqué con mis manos y sentí una extrema alegría; una sensación nueva en mí». Este cambio de mirada le animó a comenzar un proceso de discernimiento vocacional que concluyó con dos hitos en la vida espiritual de Javier: su participación como voluntario en la JMJ de Panamá y su peregrinación a Tierra Santa.
Después de todo aquello «no podía aplazarlo más. Lleno de miedo, pero confiando en que si era de Dios sería mi felicidad, decidí ingresar como seminarista».
Además, este seminarista reflexiona sobre dos instituciones sin las cuales no hubiera dicho sí a su vocación sacerdotal. Se trata de la Hermandad de la Quinta Angustia y de la Universidad Loyola donde trabajó dos años antes de entrar al Seminario.
«En una colaboraba como miembro de la Junta de Oficiales y en la otra trabajaba como productor audiovisual, pero en ambas veía a Dios cara a cara». Una vez en el Seminario todas las aspiraciones mundanas desaparecieron, «solo busco ser feliz y poder entregarme por entero allí donde Dios quiera».