El domingo 13 de noviembre la Iglesia celebrará la VI Jornada Mundial de los Pobres, que según los deseos del papa Francisco debe ser una oportunidad para reflexionar sobre nuestro estilo de vida y sobre las muchas pobrezas de nuestro tiempo.
Cuando el mundo está saliendo de la pandemia y empezando una recuperación de la economía, aparece una nueva catástrofe: la guerra en Ucrania que viene a sumarse a otras guerras regionales. Guerras que provocan muchas víctimas, especialmente entre los más pobres. La violencia afecta sobre todo a los niños y niñas que en muchos casos son deportados para imponerles una nueva identidad. Son millones las personas, especialmente menores y ancianos que se han visto obligadas a refugiarse en otros países huyendo de la guerra y los que se quedan viven con el temor diario de las bombas y la escasez de todo.
Ante este panorama mundial el Papa trae la frase del apóstol Pablo «siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza» (2 Co 8,9) y refiere que organizó una colecta el primer día de la semana para ayudar a los pobres de Jerusalén. Los cristianos de Corinto respondieron generosamente.
El Papa cita en este mensaje la solidaridad mostrada en tiempos pasados, citando la carta de San Ambrosio al emperador Antonio Pío (siglo II) y la solidaridad en la actualidad: Oriente Medio, África Central y Ucrania, y nos anima a que sigamos manteniendo la generosidad con estas personas para que no ocurra lo mismo que a la comunidad de Corinto que con el paso del tiempo fue disminuyendo su aportación.
«A los pueblos que acogen les resulta cada vez más difícil dar continuidad a la ayuda; las familias y las comunidades empiezan a sentir el peso de una situación que va más allá de la emergencia. Este es el momento de no ceder y de renovar la motivación inicial. Lo que hemos comenzado necesita ser llevado a cumplimiento con la misma responsabilidad”.
Nos anima el Papa a acrecentar el sentido de comunidad y de comunión porque es de esta manera como aumenta la solidaridad y nos impulsa a que como ciudadanos mantengamos vivo los valores de libertad, responsabilidad, fraternidad y solidaridad y como cristianos fundamentemos nuestras acciones en la caridad, la fe y la esperanza.
El apóstol Pablo no quiere obligar a los cristianos a las obras de caridad sino que quiere que sea un signo de amor como hizo Jesús al hacerse pobre, una expresión concreta y coherente de nuestra fe. Frente a los pobres no se hace retórica, sino que se ponen manos a la obra y se practica la fe involucrándose directamente, sin delegar en nadie.
“Por lo tanto, no se trata de tener un comportamiento asistencialista hacia los pobres, como suele suceder; es necesario, en cambio, hacer un esfuerzo para que a nadie le falte lo necesario. No es el activismo lo que salva, sino la atención sincera y generosa que permite acercarse a un pobre como a un hermano que tiende la mano para que yo me despierte del letargo en el que he caído”.
En el mensaje el papa habla de dos pobrezas:
-Pobreza que mata. Esta es la miseria, fruto de la injusticia, la explotación, la violencia y la injusta distribución de la riqueza.
-Pobreza que libera, que enriquece. Es una pobreza que nos lleva a centrarnos en lo esencial, a practicar un amor verdadero y gratuito hacia las demás personas necesitadas.
Los pobres antes de ser objeto de nuestra limosna, son sujetos que nos ayudan a liberarnos de las ataduras de la inquietud y de la superficialidad.
Si queremos que la vida venza a la muerte y la dignidad sea rescatada de la injusticia, debemos seguir el camino de Jesucristo: compartir la vida por amor, partiendo el pan de la existencia con los hermanos y hermanas, empezando por los que carecen de lo necesario, para que se cree la igualdad y se libere a los pobres de la miseria y a los ricos de la vanidad, ambos sin esperanza.
Termina el papa deseando que la VI Jornada de los Pobres se convierta en una oportunidad de gracia para hacer un examen de conciencia personal y comunitario y así preguntarnos si la pobreza de Jesucristo es nuestra fiel compañera de vida.
Puede leer el mensaje completo aquí.
Isabel Cuenca Anaya