Jesús entre nosotros

Acabamos de celebrar la Navidad, una época que conmemora y revive el nacimiento del Hijo de Dios. Parece oportuno preguntarse acerca de su vigencia: más allá de los deliciosos mercadillos y luces de Adviento; de los belenes más o menos artísticos que provocan colas en nuestras ciudades, ¿qué repercusiones tiene para nosotros, hombres del posmoderno siglo XXI, la conmemoración de ese hecho que marcó y sigue marcando la historia de la humanidad? Soy filóloga y empedernida lectora, e inevitablemente mi pregunta deriva hacia los textos escritos en torno a ese acontecimiento, comenzando por los cuatro Evangelios canónicos que lo consignan y la secuela de apócrifos empeñados en ilustrar con anécdotas ficticias lo que allí no se dice…

Si la Antigüedad grecolatina potenció la escritura de las Vidas ejemplares de los grandes hombres que forjaron la historia al estilo del libro de Plutarco, es lógico que en torno a ese gran hombre que es Jesús incluso para quienes no aceptan el misterio de su divinidad, proliferen vidas ejemplares. Hagiografías, vidas de santos hubo siempre. La crisis finisecular del XIX provocó que libros como la Vida de Jesús (1863), del francés Renan generaran una primera fisura cuestionando que fuera Dios; pero siguen admirando al gran hombre.

En el siglo XX, Guardini (El Señor), Daniel Rops (Jesús en su tiempo), fray Justo de Urbel (Vida de Cristo), Papini (Jesús de Nazareth)… entre otros, se embarcan en la aventura de relatar la vida de Cristo, Dios hecho hombre, con enfoques diversos pero desde la perspectiva del creyente. Por fin Ratzinger (Benedicto XVI) elaboró dos volúmenes. bajo el título Jesús de Nazareth (2007, 2011), al que siguió La infancia de Jesús (2011), más sencillo en apariencia y de fácil lectura, constituido por cuatro capítulos, en cuyo epílogo veremos al Niño entre los doctores enseñando en el templo de Jerusalén. Textos muy sólidos, fruto de conjugar el análisis histórico-crítico (contextualizar al Salvador en su momento) con la exégesis bíblica necesaria para entender y actualizar la Escritura en la tradición viva de la Iglesia. El acercamiento al personaje se ciñe al Evangelio, pero en absoluto imagina, inventa, ficcionaliza.

Leyendo el libro del Papa, he recordado el Jesucristo (2006) de Jean Guitton, una serie de meditaciones que investigan el misterio de Jesús, evaluando el método histórico, el acercamiento mítico y un tercer camino más abarcador. Tal vez más personal que el del Papa citado y con mucha menos documentación y profundidad teológica, no deja de ser un libro todavía interesante hoy. Recordé igualmente El Salvador (y su amor por nosotros), traducido del francés en el 77, un texto del afamado biblista Garrigou-Lagrange que viviera tantos años en Tierra Santa. No es una historia al uso, ni una biografía del caminar de Jesús por la tierra… tampoco un comentario ascético. Sí un documentadísimo trabajo sobre los Evangelios, escrito con humildad y piedad. El autor procura desaparecer para que se alce la figura de Jesucristo. Y así, con sencillez, recuerda la profundidad del misterio del Verbo hecho hombre: la Encarnación, la cercanía de su Humanidad, la muerte en la Cruz y la Resurrección y tantas otras verdades de fe para los cristianos.

Evidentemente, en todos ellos se impone una perspectiva religiosa, cristiana… Con este panorama a sus espaldas, hace unos años Anne Rice (1941) publicó una trilogía que se abre con El Mesías. El niño judío (2005). Producto de una momentánea conversión religiosa, esta autora posmoderna dedicada a vampiros, ficcionaliza a un niño de siete años que, en primera persona evoca su vida desde un momento puntual: el viaje de Alejandría a Nazaret, retorno del exilio forzado de la Sagrada Familia en lo que es una amplificatio de la frase evangélica de Lucas: “Mientras tanto, Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia”. Efectivamente, el muchacho ha crecido, es un niño más de la comunidad palestina, si no fuera por esa fuerza (¡ah, la famosa saga de las Galaxias!) que de vez en cuando sale de quien no entiende nada de lo que pasa. Por lo demás, el libro carece de enfoque o referencias religiosas, es un libro de viajes teñido de violencia (represión romana, levantamientos judíos en territorios ocupados, masacre en el templo de Jerusalén donde se recaló para orar…). No hay apenas contextualización histórica; tampoco mundo interior. Destacan las figuras masculinas: José y un ambiguo Cleofás, hermano de María quien, como buena mujer de su tiempo está desdibujada, sumisa… Algo que no sucede con Sara, la pariente anciana de Nazaret.

Leyéndolo vino a mi memoria el Jesús de Nazaret, de Papini traducido en el 99. Según el cardenal Rouco Varela en el prólogo a la edición de ABC (2004), “un ateo que aspiró a ser Dios y una vez convertido a Cristo, intentó escribir la vida de un Dios que se hizo hombre”. Con el fuego del converso, el amor del arrepentido y la pasión por evangelizar. Apoyado en los Evangelios, a los que no añade lo que no hay, huyendo de planteamientos seudoeruditos o devotos en el sentido peyorativo del término. No quiere hacer literatura, pero el texto tiene la ligereza y a la vez la densidad del buen escritor.

Marita Caballero


Garrigou-Lagrange, R. El Salvador (y su amor por nosotros). Madrid, Rialp, col. Patmos, 2004, ISBN: 8432119156

Guitton, J. Jesucristo. Meditaciones. Barcelona, Belacqua, 2005, ISBN 9788496326514

Papini, G. Jesús de Nazaret. Madrid, ABC, 2004, ISBN 8424499290148

 

 

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