Hoy, domingo 17 de noviembre, se celebra la III Jornada Mundial de los Pobres con el lema, «La esperanza de los pobres nunca se frustrará» (Sal 9,19). Unas palabras, explica el papa Francisco en su mensaje para la Jornada, que se «presentan con una actualidad increíble. Ellas expresan una verdad profunda que la fe logra imprimir sobre todo en el corazón de los más pobres: devolver la esperanza perdida a causa de la injusticia, el sufrimiento y la precariedad de la vida».
Puede sorprendernos el título de esta jornada, sobre todo si nos fijamos en todos los casos de pobreza que el Papa nos describe en el mensaje y que llama nuevas esclavitudes:
- Familias que se ven obligadas a abandonar su tierra para buscar formas de subsistencia en otros lugares.
- Huérfanos que han perdido a sus padres o que han sido separados violentamente de ellos a causa de una brutal explotación.
- Jóvenes en busca de una realización profesional a los que se les impide el acceso al trabajo a causa de políticas económicas miopes.
- Víctimas de tantas formas de violencia, desde la prostitución hasta las drogas, y humilladas en lo más profundo de su ser.
- Millones de inmigrantes víctimas de tantos intereses ocultos, tan a menudo instrumentalizados con fines políticos, a los que se les niega la solidaridad y la igualdad.
- Personas marginadas y sin hogar que deambulan por las ciudades.
- Pobres recogiendo en los vertederos el producto del descarte y de lo superfluo para buscar algo que comer o con qué vestirse.
Incluso denuncia en este documento la “arquitectura hostil” de las ciudades para deshacerse de la presencia de los pobres en las calles, últimos lugares de su acogida.
Pobreza en Andalucía
Si además nos ceñimos a Andalucía, al informe dado a conocer hace unos días por la Red Andaluza de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (EPN-A), comprobamos que la pobreza en nuestra tierra aumenta y ya afecta al 38,2% de la población.
Cabe entonces preguntarnos ante este panorama si de verdad la esperanza del pobre nunca se frustrará, porque la esperanza del pobre, sobre todo la de los que responden a la descripción anterior, es que esa situación de opresión cese.
Dios, ante esta situación dice en la Sagrada Escritura que es el que “escucha”, “protege”, “defiende”, “redime”, “salva”… El pobre no dejará nunca a Dios indiferente ante su oración, dice el Papa.
Jesús se identifica con el pobre, con cada uno de ellos, “Cada vez que lo hiciste con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40).
Las Bienaventuranzas empiezan diciendo “Bienaventurados los pobres” (Lc 6,20).
Él nos revela a un Dios que es un Padre generoso, misericordioso, inagotable en su bondad y gracia, que ofrece esperanza sobre todo a los que están desilusionados y privados de futuro.
¿Y nosotros?, ¿tenemos que hacer algo?
El Papa dice que huir de esta identificación, que Jesús hace con el pobre, equivale a falsificar el Evangelio y atenuar la revelación. Jesús ha inaugurado su Reino poniendo en el centro a los pobres y lo que nos pide a sus discípulos es que continuemos con su obra, que llevemos adelante la construcción del Reino, dando esperanza a los pobres. En el momento actual, en el que el número de pobres en todo el mundo aumenta (en Andalucía, según el reciente informe de Cáritas, el 18,6% de la población está en exclusión social) hay que reavivar la esperanza y restaurar la confianza de los más desfavorecidos. De esto depende que sea creíble nuestro anuncio y el testimonio de los cristianos, afirma Francisco.
En otras palabras: nosotros somos los instrumentos de Dios para erradicar la pobreza.
La opción por los últimos, aquellos por los que la sociedad deshecha debería ser una opción prioritaria de todo cristiano para no traicionar la credibilidad de la Iglesia y sobre todo para llevar esperanza a los pobres. No se trata solo de iniciativas de asistencia que, aunque necesarias, deben incrementar en cada uno de nosotros la plena atención a la persona que se encuentra en dificultad.
¿Cómo comunicar esta esperanza?
El Papa nos dice que en este contexto de cultura consumista y de descarte, orientada a acrecentar nuestro bienestar superficial y efímero no es fácil realizar esta acción, pero sugiere distintas cosas:
- Cambio de mentalidad para redescubrir lo esencial y darle cuerpo y efectividad al anuncio del Reino de Dios.
- A través de la consolación que se realiza acompañando a los pobres el tiempo que sea necesario.
- A veces basta con detenerse, sonreír, escuchar.
- Devolviendo al pobre su dignidad plena como imagen de Dios.
- Dejando aparte las estadísticas para iniciar proyectos. No son números, son personas a las que hay que salir a buscar.
- Salir de nuestro individualismo asfixiante, soterrado en segmentos de intimidad espiritual, sin ninguna influencia en la vida social.
- Contribuir, en la medida de nuestras posibilidades a derribar las barreras construidas entre los países por la arrogancia de unos pocos y sustituirlas por puentes por la solidaridad de muchos.
El Papa termina el documento pidiendo que como discípulos de Jesús sembremos signos tangibles de esperanza, que se aumente nuestro compromiso para que nadie se sienta privado de cercanía y solidaridad y así poder hacer realidad las palabras del profeta:
“A vosotros, los que teméis mi nombre, os iluminará un sol de justicia y hallareis salud a su sombra” (Mal 3,20)
Delegación Diocesana de Pastoral Social, Justicia y Paz