No voy a reflexionar sobre mis años de misionero en el Congo o sobre tantas cosas que aprendí de ellos y por las que tengo que dar gracias.
Hoy quiero hablar sobre los jóvenes misioneros, sobre la alegría que transmiten desde el momento que saben que van a tener una experiencia de misión. Quiero dejarme evangelizar por ellos, por tantos jóvenes que, por primera vez, salen del ambiente monótono de cada día para visitar ambientes de pobreza. Quieren dar todo de sí, aunque todavía no sospechan que recibirán mucho más de lo que ellos van a dar.
De hecho, a la vuelta de la misión, aunque haya sido por pocos días, la alegría que muestran y comparten los jóvenes es contagiosa. Han descubierto situaciones de pobreza que los han enriquecido y les ha hecho sentirse útiles desde su servicio generoso.
Iban dispuesto a dar, a compartir su tiempo y, de pronto, se han dado cuenta que han recibido mucho más de lo que podían soñar. Gracias a lo que han recibido se sienten felices.
Esa es la experiencia de los jóvenes en misión: se sienten más humanos porque han dado su tiempo, su energía; porque han escuchado, se han dejado interpelar por la vida de las gentes sencillas, porque han apreciado la generosidad desde la necesidad y la pobreza, porque han visto la fe sencilla pero profunda. Han descubierto que el “otro” es su “hermano”.
Y tú, ¿estás dispuesto a que Dios te lleve más allá de ti mismo?
Alberto Pereda, SSCC. Párroco de San Marcos y misionero durante más de 30 años