Dios te ha acogido en su Reino donde están los que pasaron por esta vida haciendo el bien. Hombre de firmes convicciones, luchador y trabajador; persona de gran corazón y de bondad manifiesta; siempre con su media sonrisa y con mirada que trasparentaba la paz y la felicidad de su corazón.
Me consta que hizo mucho bien. Favor que le pedía, no había problema en concederlo. Y los favores eran muy especiales, como especiales eran los cientos de personas, hombres, mujeres y niños, a los que él acogió en sus casas y los sentaba a la mesa y les daba de comer. Esas personas eran los presos de Sevilla.
Sus restaurantes se convertían en una verdadera «Casa de acogida». Cada salida programada que la Pastoral Penitenciaria organizaba a lo largo del año, en coordinación con los Directivos de los Centros Penitenciarios de Sevilla, para los presos de las cárceles de Sevilla I, de Sevilla II (Morón), del CIS o la Unidad de Madres con sus niños para realizar cualquier visita cultural a la ciudad, siempre estaba nuestro amigo Juan y sus hijos para ofrecerles el regalo de una espléndida comida.
Desde aquí quiero agradecer la generosidad, la bondad y la solidaridad, fruto de su amor cristiano y compasivo, que mi amigo Juan Robles nos dispensó siempre. Y, en nombre de los Directivos de los Centros Penitenciarios de Sevilla, de los presos, así como de todos los miembros de la Pastoral Penitenciaria de Sevilla, proclamo mi acción de gracias a Juan y a toda su familia, a quienes nos unimos de corazón con nuestra amistad y nuestra oración en estos momentos difíciles.
Juan, descansa en la paz de los bienaventurados en el Reino del Padre Dios.
Por Pedro Fernández, delegado diocesano de Pastoral Penitenciaria