Cuando san Francisco de Asís invitó a la humanidad a reparar en la conexión entre el ser humano y el resto de seres vivos, a la sociedad aún le quedaban siglos para caminar hacia la autodestrucción.
Lo que el Génesis y tantos otros libros y escritos narran sobre la belleza e inexplicable equilibrio de la creación se iba a ver amenazado como nunca antes por la avaricia del ser más completo de dicha creación: el humano.
El humanismo radical ha provocado, entre otras cosas, dos guerras mundiales en el siglo XX y un estado de emergencia climática en el siglo XXI.
Ansiamos crecer por encima de la lógica, tener por encima de lo que necesitamos, dominar por encima de amar. Así, el sistema actual, en el que casi todo está en venta (el tiempo, las personas, los ecosistemas…), devora la sostenibilidad de nuestro mundo.
Para la cristiandad, la vida terrenal es el mayor de los regalos que nos hace el padre. El Papa Francisco, en sus encíclicas Laudato Sí y Fratelli Tutti, nos llama a la conversión. Y lo hace a través de los valores de Jesús.
No habrá un mañana sin este cambio de paradigma. El Santo Padre lo sabe y lo advierte, como también lo hacen otros líderes religiosos mundiales y hasta la comunidad científica.
Armémonos de valores y de valor para seguir a Cristo, hoy más que nunca. Caminemos hacia esta conversión ecológica que resuena tras el eco del grito de las personas empobrecidas y su planeta, nuestro planeta, nuestra casa.
¿En Sevilla también? En todos los rincones. Desde lo individual, consumiendo de cercanía y únicamente lo que necesitamos. Y desde lo colectivo, trabajando por la dignidad de nuestros barrios empobrecidos y contra la desertización de la provincia, revegetando nuestros entornos.
Isaac Sánchez Giménez, comunicador, especialista en conversión ecológica