Un problema de nuestras ciudades es dónde convive y se sienta la gente en las calles y plazas. La demografía de los barrios no está en equilibrio con los lugares de estancia y reposo en los espacios libres de las ciudades. La cuestión la podemos trasladar a nuestras iglesias.
¿Son suficientemente ergonómicos los bancos de las iglesias? Estoy seguro de que, si se hace una evaluación en este sentido, los resultados no serán malos, pero seguro que existen escenarios de mejora que habría que abordar.
No se trata de proponer, si fuera el caso, cambiar de golpe los bancos de las iglesias, evidentemente tenemos otras necesidades en las parroquias y en el conjunto de la Iglesia Metropolitana que atender. La Iglesia de Sevilla atiende muchas situaciones precarias, en parte con ese dinero que emana de nuestros impuestos y al que los católicos debemos contribuir poniendo la cruz donde hay que ponerla en la declaración de la renta.
Pero volvamos a los bancos de las iglesias. Afortunadamente se siguen construyendo iglesias cuando la ciudad se expande. Estas iglesias cubren muchas necesidades, espirituales y materiales, y deben ser un espacio donde los servicios religiosos o la permanencia en el recogimiento personal se realicen con comodidad. Para ello, necesitamos bancos donde se haya cuidado la ergonomía en el diseño. Una parte sustancial de las personas que acuden a las iglesias tiene más de 60 años, especialmente en el ámbito temporal diario. Este perfil demográfico necesita bancos adecuados.
Por ello, considero que nuestra Iglesia Metropolitana debería hacer una evaluación de la situación actual de la cuestión planteada y, a partir de los resultados obtenidos, establecer una ficha técnica para el tipo de bancos que conviene instalar en las nuevas iglesias que se construyan.
Manuel Enrique Figueroa