Hemos comenzado el pasado domingo 17 la fase diocesana del sínodo sobre “sinodalidad” que finalizará en Roma en 2023. En la Eucaristía de inauguración de esta fase, celebrada en la Catedral, estuvimos representados todos, incluyendo las familias cristianas. La Delegación de Familia y Vida se hizo también presente y desde su ámbito de trabajo pastoral, también quiere contribuir para que esta fase diocesana dé muchos frutos.
En este sentido quiere presentar la familia cristiana como un modelo para entender el significado de “sinodalidad”. El Papa Francisco, en la primera audiencia que celebró tras el pasado sínodo sobre la familia en 2015, afirmaba: “La vida de las familias no se detiene (…) estáis siempre en camino…” “Sínodo” significa “caminar juntos” y en esto la familia es un verdadero ejemplo. Padres, hijos, abuelos… caminan juntos y forman parte del Pueblo de Dios, de la Iglesia. De hecho, la familia es el principal camino de la Iglesia; la Iglesia si quiere evangelizar, debe hacerlo con la familia, en la familia y por la familia. La familia se constituye como primer sujeto evangelizador. Los cristianos se forman dentro de una familia y es allí donde se siembra habitualmente la semilla de la fe.
Si nosotros caminamos juntos, si camina la familia, es porque hay una llamada y una meta. Un don y una tarea. La vocación de la familia es formar una comunión de personas. Y solo así una familia puede evangelizar. Comunión, participación y misión son las tres tareas que el camino sinodal nos invita a experimentar y que dentro de la familia se pueden vivir plenamente como modelo para vivirlos dentro de la Iglesia.
Ser hijos, ser hermanos, ser esposos y ser padres. Son las etapas por las que pasan las personas que forman la familia y que ayudan a vivir la presencia de Dios como Padre, la vinculación con Jesucristo como hermano y esposo, y la paternidad de nuevos cristianos en los hijos a los que se les transmite la fe dentro de la familia. La familia recorre un “camino juntos” que pasa por estas etapas y permiten madurar a las personas. Los jóvenes hijos se hacen novios, se comprometen, forman un matrimonio, generan vida y crean la familia. La familia es siempre generativa, fecunda, y la Iglesia también está llamada a pasar estas etapas y ser generativa, capaz de crear vida, de dar vida a nuevos cristianos con el bautismo. La Iglesia en este camino sinodal quiere caer en la cuenta de que no está para buscar la comodidad, quedarse en las sacristías, conformarse con la situación actual… la Iglesia está llamada a grandes tareas, a salir a las periferias, a anunciar el mensaje de Jesucristo y dar una esperanza a este mundo en crisis que tanto lo necesita. La familia ofrece esperanza y es modelo de la Iglesia.
En la familia se vive la verdad del amor: El hombre desea profundamente amar y ser amado. También la Iglesia es el lugar donde se puede dar el amor entre los hermanos. Por eso la señal de que se anuncia a Jesucristo es de que hay amor en nuestras comunidades: “Mirad como se aman” decían de los primeros cristianos; y solo viviendo este amor de comunión en una comunidad, en una familia, se puede evangelizar.
La familia cristiana vive la sinodalidad y está llamada a contagiarla a toda la Iglesia, para que en este mundo del siglo XXI, ésta sea capaz de ser una buena noticia para todos los hombres.
Salvador Alegre