No dejo de dar gracias a Dios por lo vivido durante la Peregrinación Europea de Jóvenes (#PEJ22) a Santiago de Compostela. Acompañar a cerca de 300 jóvenes de la archidiócesis de Sevilla ha sido un regalo para mi vocación sacerdotal y para los otros siete sacerdotes de la archidiócesis que formaron parte de la peregrinación. En tiempos de sinodalidad fue un don la presencia de nuestro Arzobispo celebrando la Santa Misa cada tarde. Llenábamos las pequeñas parroquias de esos pequeños pueblos y dejábamos a los feligreses un testimonio inolvidable de evangelio vivo y joven. He celebrado con devoción tanto la Santa Misa diaria como los ratos confesando, mientras se caminaba o en las tardes. Y cómo no recordar el paso por la Puerta Santa y el saludo al Apóstol. He vivido una auténtica “pastoral juvenil de carácter popular” en camino, como la define el papa Francisco en su exhortación Christus Vivit: he conocido a jóvenes de parroquias, hermandades y movimientos con deseo de Dios, de hacerse preguntas mientras se camina y de convocar a otros jóvenes para próximos encuentros, amistad llena de conversaciones inolvidables, seminaristas entusiasmados, fraternidad de sacerdotes que ofrecen un estilo sencillo y cercano de hablar de Dios, celebraciones de los sacramentos con homilías llenas de contenido, especialmente las que nos ofreció D. José Ángel diariamente, alegría en los cantos, catequesis con testimonios de fe y vida, sencillez de vida en las comidas y lugares de descanso, momentos de oración y silencio ante el Santísimo y jóvenes adultos, consagradas junto con familias acompañando a los más pequeños. Ya miro con esperanza el próximo verano con la JMJ en Portugal, mientras resuena con fuerza la estampa del inolvidable canto “No tengo miedo” de Effetá, que los jóvenes abrazados delante del Apóstol Santiago entusiasmados cantaban.
Testimonio de Leonardo Sánchez Acevedo
Sacerdote director de pastoral y capellán de CEU Andalucía