“La vocación es un regalo de Dios, no tengamos miedo a acogerlo”

Teodomiro Ortega
Dos Hermanas, Sevilla (2001)
Seminarista del 5º curso del Seminario Metropolitano de Sevilla

 “El sacerdote ha de ser hombre de oración, firme en su palabra y ordenado en su trabajo, con los pies en la tierra y los ojos en el cielo”

Durante una visita a la Catedral de Salamanca “concretamente en la sala intermedia que se ubica entre la Catedral nueva y la antigua”, Teodomiro, con diez años, experimentó “una alegría sobrenatural inmensa que me invadió y fue ahí, en ese preciso instante, cuando sentí que Dios me llamaba a ser sacerdote; si antes se lo había negado a los que me lo habían propuesto, a Dios no podía negarlo. Es una experiencia única, inexplicable, hay que vivirla para tratar de entender la verdadera alegría que proviene de Dios”.

Siendo hijo único, sus padres acogieron la noticia “con alegría desde el primer momento. Su compromiso y disponibilidad nunca ha cambiado. Le doy siempre gracias a Dios por los padres que me ha regalado. También por el resto de mi familia cristiana que se alegró de recibir y acompañar una vocación sacerdotal con naturalidad”.

 

Nazareno y deportista

Teodomiro describe su vida antes de entrar en el Seminario Metropolitano de Sevilla. “La de un joven de Dos Hermanas que disfrutaba con el tenis y con el Atlético de Madrid (aficiones que, gracias a Dios, aún perduran). Disfrutaba de la vida en casa y con los amigos, parte de los cuales –y esto lo puedo afirmar con certeza– me los dio la Iglesia. Acudía semanalmente a la primera misa dominical de la mañana, junto con mis padres, y el grupo joven parroquial siempre fue un apoyo, con sus reuniones de cada viernes y sus convivencias y campamentos anuales”.

Acompañamiento, amistad y cercanía

Para Teodomiro, el Seminario de Sevilla no era un lugar desconocido. “Empecé a ir con diez años, poco después de recibir la llamada y hablarlo con mi párroco de entonces (fuerte pilar para mi vocación), asistía a convivencias vocacionales y de monaguillos. Tanto el edificio como algunos seminaristas (entre los que se encontraba un joven de mi parroquia, actualmente sacerdote) ya los conocía. El momento de entrar estuvo acompañado de dudas y miedos, como es normal ante una decisión tan importante, pero las palabras del vicerrector en ese momento y la compañía de mis ahora amigos de curso hizo todo más sencillo. Lo único difícil es la propia debilidad, que se va manifestando poco a poco al ritmo que uno se va descubriendo por medio de la formación, pero al final espera siempre Dios, el mismo que te llamó en el principio”, afirma.

Evangelio de San Mateo 11, 30

«Porque mi yugo es llevadero y mi carga es ligera» (Mt 11, 30). Ésta es la cita que figura al pie de su foto en la página web del Seminario. “Ciertamente me recuerda que la cruz del Señor es dulce, que es Dios el que hace de cireneo con nosotros, y que la estola del sacerdote es objeto de alegría por medio del perdón”. «Porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros» (Mt 10, 20). Este pasaje bíblico también ha ido haciéndose cada vez más presente a lo largo de los años, “pues he ido descubriendo que el Espíritu Santo pone las palabras adecuadas en los momentos oportunos”.

Al ser consultado sobre los principales desafíos a los que se enfrentan los futuros sacerdotes, Teodomiro considera que la Iglesia vive una crisis de vocaciones por falta de compromiso. No sólo en el aspecto sacerdotal sino también matrimonial, y por supuesto en el profesional (el decirse cristiano en cualquier ambiente y estar dispuesto a participar de la vida parroquial sin vergüenza)”. Ante eso, “el sacerdote ha de ser hombre de oración, firme en su palabra y ordenado en su trabajo, con los pies en la tierra y los ojos en el cielo, disponible para todos y abierto a hablar de la fe con naturalidad y serenidad. Si el mundo no cree, habrá que acercar el mensaje, y para eso el sacerdote ha de ser ejemplo”, añade.

En esta línea afirma que “la juventud está hambrienta de Dios, el mundo espera una respuesta, todos estamos necesitados de una esperanza, y ahí ha de estar la Iglesia, por medio de sus laicos y sacerdotes (y si hay que pedir perdón por las incoherencias y los daños, así sea)”.

Soñad y os quedaréis cortos

A un joven que como él llegue a plantearse la vocación sacerdotal le diría: “Formas parte del sueño de Dios. Dios no sueña en vano, te sueña a ti, con tus virtudes y defectos, y te ama por todo ello. Descubrir cuál es el proyecto que Dios tiene para cada uno de nosotros es una tarea de toda la vida, pero por medio de la oración todo se alcanza. No es sencillo, la cruz pesa, pero nunca caminarás solo, Cristo la carga contigo y la hace yugo llevadero. Seguirle, a pesar de las dificultades y con todas las alegrías que también hay en el camino, es lo que garantiza la felicidad verdadera y, aunque parezca una propuesta que no es para ti, Dios siempre te espera, siempre te escucha, siempre te prepara algo mejor: soñad y os quedaréis cortos”.

Sacerdote de fuego

Sobre sus lecturas espirituales preferidas expresa que “las hagiografías son siempre una buena lectura espiritual, pues la vida de los santos son un gran ejemplo de virtud y sacrificio en el camino personal”. Antes de entrar en el Seminario llegó a sus manos un libro sobre la vida del beato belga Eduardo Poppe, “un gran ejemplo de sacerdote joven y entregado, y me sirvió de gran ayuda para decidirme a ser un sacerdote de fuego”.

El ejemplo de entrega también es innegable en la Madre Teresa de Calcuta, “mujer de Dios y modelo de vida en Cristo”. La disposición de san Juan María Vianney “es siempre admirable, tanto que encendió en mí el amor por la confesión y el bien que se puede hacer desde el acompañamiento espiritual, desde la simple escucha, pero siempre al servicio y plena entrega a las personas, a las almas”. Y, por mencionar a un santo español, “San Josemaría Escrivá es para mí un compañero de camino en el proceso de la vocación, desde los primeros albores de la llamada hasta el más pequeño detalle del día a día, pues es un ejemplo de sacerdote santo y entregado por Cristo, con humildad y espíritu de servicio, con oración y alegría”.

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