La presencia de las comunidades de clausura no siempre es bien entendida por el resto de la sociedad, al menos por una parte de ella, a la que le cuesta admitir la utilidad de otra forma de vida que no sea la vida activa.
De la misma manera que cuando se entra en una biblioteca particular solo se le ocurre preguntar a quien no lee, aquello de si se han leído todos esos libros, los que desconocen la vida en un monasterio bajo una regla, a veces suelen preguntar para qué sirven las comunidades de clausura.
Clausura no es aislamiento
Habitar un monasterio o convento de clausura no es aislarse del resto de la humanidad, sino justamente lo contrario.
De la misma forma que se valoran mejor las cosas desde la distancia, las necesidades del ser humano se entienden mejor cuando se observan desde la perspectiva que proporciona el sentirse ajeno a parámetros como la competitividad, las prisas o el ruido.
La vocación contemplativa supone un acercamiento al resto de la sociedad, aunque parezca una paradoja, aislándose solo parcialmente de ella para favorecer así la búsqueda de Dios en un ambiente de silencio y paz interior. El resultado no puede ser otro que el acercamiento al resto de los hombres a través del encuentro con Dios.
Fuera del mundo pero en el mundo
Las nuevas tecnologías han llegado a los monasterios.
Como decimos, no están alejados del mundo ni ajenos a sus avatares. La presencia de internet, la telefonía móvil o la existencia de una página web son moneda común en muchas clausuras. Es un hecho tan lógico como lo sería en su día la implantación de la luz eléctrica, la existencia de un frigorífico en la cocina o la instalación de un termo para el agua caliente. No obstante, debo resaltar que cuando he accedido al interior de un convento, he podido comprobar que disponen de lo estrictamente necesario, al tiempo que carecen de lo superfluo.
Hacen un justo uso de los adelantos e innovaciones técnicas lo que deberíamos aprender el resto de las personas.
Las clausuras son noticia
La presencia de monjas en los medios de comunicación no es frecuente y nunca es buscada por ellas.
Normalmente, cuando aparecen en las páginas de un periódico, una emisora de radio, o se asoman a una pantalla de televisión, es para informar del mal estado de un edificio que a pesar de estar catalogado como Bien de Interés Cultural amenaza con el derrumbe, o por el abandono de un monasterio habitado durante siglos por falta de vocaciones.
La escasez económica y la estrecheces para el día a día, cosas bastante frecuentes, nunca son esgrimidas por ellas que lo asumen como parte de las privaciones que ofrecen en bien de la humanidad. Si se llegan a conocer sus necesidades es a través de personas cercanas que solicitan que se les ayude, pero ellas callan y aceptan.
Recientemente, ha saltado a los medios de comunicación el confinamiento de alguna comunidad de clausura por haberse detectado en ella algún PCR positivo.
¡Ni que fueran extraterrestres y habitaran otro planeta!
Reciben personas que acuden a la eucaristía, que se acercan al torno a solicitar ayuda o adquirir dulces de su obrador, así como a grupos de oración. Parece que fuese un signo evidente para dar a entender a la sociedad que no están tan ajenas al mundo como algunos piensan.