Hace algún tiempo leí un artículo sobre la influencia de las series en la sociedad. Mencionaba la ‘teoría del cultivo’, desarrollada por George Gerbner, de la Universidad de Pensilvania (Estados Unidos). En resumidas cuentas, lo que trataba de demostrar este estudioso de la comunicación es que la manera más eficaz de influir en la vida de los ciudadanos es través de la televisión. No proponía ideas peregrinas ni curiosas tesis conspiratorias, sino que basaba sus conclusiones en estudios científicos realizados durante años.
Gerbner afirmaba en su estudio que la televisión modifica nuestra forma de percibir el mundo de una manera sutil y progresiva, sin levantar sospechas. Para ello se apoyaba en tres premisas: que es gratuita, que es cómoda y que es impactante. Aunque a día de hoy en muchos casos hay que pagar por el uso de plataformas, como Netflix o HBO, esto no supone una especial dificultad, pues nos hemos acostumbrado a hacerlo a cambio de ver series y películas cuándo, cómo y dónde queramos…, y además sin publicidad.
Una vez presentada la teoría, me gustaría aplicar estas ideas al contexto actual. Vivimos una época dorada para las series: “Juego de Tronos”, “Stranger Things” o “Narcos” son solo algunos notorios ejemplos. El éxito de las series ha supuesto un considerable aumento de la inversión y del número de estrellas que participan en ellas, junto a una mejora de la calidad de las producciones.
Si hacemos un cóctel que mezcle la ‘teoría de cultivo’ y la coyuntura actual, vemos que el ‘consumo’ de series ha aumentado exponencialmente en los últimos años, y que las sucesivas temporadas acuden cada vez con mayor frecuencia e intensidad a lo que podríamos denominar ‘tópicos nocivos’; esto es, violencia, drogas y sexo. Llegados a este punto, uno se acuerda de los argumentos de Gebner, al comprobar el masivo desembarco de las series en las pantallas de los hogares (tele, ordenador, iPad…). ¿No estaremos acostumbrándonos poco a poco, sin darnos cuenta, a modos concretos de ver la realidad? Una realidad presentada a veces con sus aspectos positivos, pero aliñada también con elementos nocivos que deberíamos detectar.
Un ejemplo. Un famoso portal de pornografía en internet declaró recientemente que determinada serie, muy en boga hoy día, supuso durante cierto tiempo una caída importante en las visitas a su web; sin embargo, y gracias a la misma serie, posteriormente se produjo un repunte considerable. ‘Dime lo que ves y te diré quién eres’, podríamos concluir. Haríamos bien en preguntarnos qué vemos, por qué lo vemos, qué influencia tiene sobre nosotros y sobre quienes nos rodean. Tal vez descubramos algún hábito que cambiar.
Guillermo de Lara