Hasta la Carta Encíclica Laudato Si´, de 2015, ningún documento de la Organización de las Naciones Unidas ha hablado de algo tan esencial como la Ecología Integral tal y como la presenta el papa Francisco, con un discernimiento que percibe con claridad que detrás de los datos científicos se esconden dramas humanos y mucho sufrimiento. En la citada Carta Encíclica, precedente de Laudate Deum, el papa Francisco ofreció una devastadora y real descripción, basada en datos objetivos, de lo enfermo que está el planeta y el mundo. Laudate Deum no recuerda el problema ocho años después. Está claro que la envergadura de los problemas que padecemos, con una injusta y desbocada globalización, se debe resolver con medidas globales que implican la política internacional a distintos niveles, favoreciendo el principio de subsidiariedad a la relación entre lo mundial y lo local.
¿Qué se ha hecho en política internacional en estos años? En Laudate Deum el papa Francisco hace un acertado análisis. Ya nos decía en la Encíclica Fratelli tutti sobre la fraternidad y la amistad social, de 2020, el bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre han de ser conquistadas cada día. Por ello, el Papa nos insiste en que los cambios positivos para una humanidad doliente y un planeta herido deben ser favorecidos mediante acuerdo multilaterales entre los Estados, establecidos fundamentalmente a través de las organizaciones que engloban a los grupos de estados, democráticos y libres, en un contexto, dice el Papa, alejado de una autoridad concentrada en una persona o en una élite con excesivo poder que defiende el interés de unos pocos. Nos habla el papa Francisco de organizaciones mundiales más eficaces, dotadas de autoridad para asegurar el bien común mundial, la erradicación del hambre y la miseria, y la defensa cierta de los derechos humanos elementales, asegurando el cumplimiento de algunos principios irrenunciables. Hemos vivido dos crisis, la crisis financiera de 2007-2008 y la crisis de la Covid-19 donde, de acuerdo con el Papa, las estrategias que se desarrollaron en el mundo se orientaron a más individualismo, a más desintegración, a más libertad para los verdaderos poderosos que siempre encuentran la manera de salir indemnes.
El desafío actual está en reconfigurar, propone el papa Francisco, y recrear el multilateralismo, creado fundamentalmente tras la Segunda Guerra Mundial pero que ha devenido caduco y obsoleto. Hay que reconducir la falta de coordinación en situaciones complejas y la falta de atención frente a derechos humanos. Se hace necesario un multilateralismo, una nueva globalización, desde abajo, de las personas hacia arriba, y no simplemente decidido por la élites de poder que gobiernan el mundo. Y dice el papa Francisco, con gran claridad de forma muy atinada, que si los ciudadanos no controlan el poder político (nacional, regional, municipal) no es posible un control sobre dalos ambientales. Recordando de nuevo la Encíclica Fratelli Tutti, manifiesta el papa Francisco, la importancia del primado de la persona humana y la defensa de su dignidad más allá de toda circunstancia, haciendo, en el marco de un nuevo modelo de multilateralismo que resuelva los problemas reales de la humanidad de manera que la ética prime sobre conveniencias personales, individuales o de grupos económicos, financieros o políticos de poder, o coyunturas circunstanciales. Los pequeños también cuentan, las respuestas a los problemas pueden venir de cualquier país, aunque sea pequeño, mostrando al multilateralismo como un camino inevitable, dice el papa Francisco. No se ha logrado generar un modelo de diplomacia multilateral que responda a la nueva configuración del mundo con nuevos retos, que además conserva problemas pasados no resueltos. Pensemos en la guerra de Ucrania o en la guerra entre israelitas y palestinos, que tanto sufrimiento y dolor favorecen.
Para el papa Francisco la situación actual supone la necesidad de generar un nuevo procedimiento de toma de decisiones y de legitimación de decisiones, ya que el modelo que arrastramos desde hace décadas no es suficiente ni eficaz, ya no sirve sostener instituciones para preservar los derechos de los más fuertes sin cuidar los de todos.
Conviene hablar, en relación con el problema global del Cambio Climático, sobre las conferencias sobre el clima, sus avances y fracasos. Desde hace varias décadas representantes políticos y agentes económicos y sociales de más 190 países, una nutrido representación del mundo, se reúnen periódicamente para tratar la cuestión climática. El origen está en la Conferencia de Río de Janeiro de 1992 donde se adoptó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que entró en vigor en 1994. Han pasado casi treinta años. Estos estados se reúnen cada año en la denominad Conferencia de las Partes (COP). En esta historia de reuniones hubo una gran trascendencia por su desarrollo y decisiones tomadas, la COP3 de Kioto de 1997. Nos recuerda el papa Francisco en Laudate Deum que generó un Protocolo, conocido como Protocolo de Kioto, que puso como objetivo reducir las emisiones de gases de efecto invernadero un 5% respecto al nivel de referencia de 1990. El plazo de cumplimiento era de 2012, había entrado en vigor en 2005, pero nunca se cumplió, era demasiado bueno para el planeta y malo para los grupos de poder económico y financiero. Las partes, los países firmantes, se comprometían a implementar programas de adaptación para reducir los efectos el Cambio Climático y una ayuda para cubrir los costos de estas medidas en los países en vías de desarrollo. Pero no se hizo realmente nada, por mucho que viésemos decenas de políticos contentos aplaudiéndose a sí mismos. Nos recuerda el Papa que posteriormente se propuso un mecanismo relativo a las pérdidas y los daños causados por el Cambio Climático, reconociendo como principales responsables a los países más ricos, procurando compensar los daños y pérdidas que el Cambio Climático produce en los países más vulnerables. Pero esta cuestión ha sido debatida la baja en varias COP, nadie se hace responsable.
Todos recordamos la COP21 de París de 2015, el mismo año de la Carta Encíclica Laudato Si´. Se generó un acuerdo que implicaba a todos los países, un acuerdo que entró en vigor en el año 2016. Es un acuerdo teóricamente vinculante, pero en la práctica, no hay obligatoriedad en cuestiones esenciales y no se prevén sanciones por incumplimiento ni instrumentos que garanticen su cumplimiento. De nuevos vimos políticos contentos aplaudiéndose a sí mismos, pero el después nunca existió y si el mantenimiento, quizás aumentado, del sufrimiento de la humanidad en un planeta amenazado por una Emergencia Climática. El Acuerdo de París presentó un gran objetivo, mantener las temperaturas medias globales por debajo de los 2ºC con respecto a los niveles preindustriales, con la intención de que realmente la cifra a alcanzar sea de 1,5ºC. Pero la temperatura sigue aumentando y hay riesgos no solo de alcanzar el no deseable incremento de 2ºC sino que hay predicciones que hablan de un incremento de 3ºC e incluso 3,5ºC teniendo en cuenta las tendencias actuales alejadas de la reducción necesaria, o debida captación, de gases de efecto invernadero.
Tras la COP21 de París, dos decepciones, la COP25 de Madrid y la COP 26 de Glasgow. La COP27 de Sharm El Sheikh de 2022, celebrada en Egipto, celebrada en el marco de la guerra generada por la invasión de Rusia a Ucrania, estuvo influida por el incremento del uso del carbón, poniéndose de manifiesto que los combustibles fósiles proveen, nos recuerda el papa Francisco, el 80% de la energía mundial, siguiendo su uso en aumento fecha de hoy, por mucho que se hable del incremento de las energías renovables. La COP27 de Egipto fue un nuevo fracaso a efectos prácticos reales. El mundo sigue sufriendo y el Cambio Climático avanza.
El papa Francisco insiste en que las negociaciones internacionales no pueden avanzar significativamente por la posiciones de los países que privilegian sus intereses nacionales sobre el bien común global y nos dice también que quienes sufrirán las consecuencias que nosotros intentamos disimular recordarán esta falta de conciencia y de responsabilidad. La próxima reunión es la COP28 a celebrar en los Emiratos Árabes Unidos, u gran exportador de combustibles fósiles. El propio Papa dice que no esperar nada des esta cumbre sería un acto suicida, ya que si no vale para nada los más pobres de la Tierra sufrirán las peores consecuencia del Cambio Climático. Debemos desear que esta COP28 suponga un punto real de inflexión y se inicie un cambio real. Pero a pesar, recuerda el Papa, de tantas reuniones las emisiones globales siguen creciendo. El Papa tiene en la Exhortación Apostólica un punto de optimismo, que comparto porque creo es real. Si no hubiese habido cumbres estaríamos peor, a pesar de que no avanzamos lo suficiente y el mundo, los pobres, los desposeídos y la Tierra siguen gritando.
Corremos el riesgo, expresa el Papa en la Exhortación Apostólica, de quedarnos encerrados en la lógica de colocar remiendos mientras por lo bajo avanza un proceso de deterioro que continuamos alimentando, ya que, manifiesta el papa Francisco, suponer que cualquier problema futuro podrá ser resuelto con nuevas intervenciones técnicas constituye un pragmatismo homicida. Muchos, dice el Papa, tenemos un interés sincero en que la COP28 sea histórica, que no honre y ennoblezca como seres humanos, con medidas que sean eficientes, obligatorias y que sean controlables, es decir que auspicien un cambio que sea drástico, intenso y que comprometa a todos.
Manuel Enrique Figueroa Clemente