El siguiente apartado de la Exhortación Apostólica Laudate Deum del papa Francisco lleva por título “Más paradigma tecnocrático”. El papa nos ha hablado de este tema en documentos anteriores, como la Carta Encíclica Laudato Si´ de 2015. En dicho documento anterior se nos ofrecía un texto donde que manifestaba la idea de que el paradigma tecnocrático está detrás del proceso actual de degradación del ambiente. Con ideas como esta se entiende las críticas que recibe el papa Francisco de los sectores económicos y financieros que solo ven la casa común como un objeto de negocio más allá del bien común y el bienestar de las personas. Para el Papa la esencia de este mal global reside en pensar como si la realidad, el bien y la verdad brotaran espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico, y de ahí, esgrimiendo este principio a modo de pilar seguro de interpretación de la realidad, de acuerdo con el Papa, se pasa fácilmente a la idea de un crecimiento infinito o ilimitado que ha entusiasmado tanto a economistas, financistas y tecnólogos. Es evidente que un mundo de realidades finitas no puede mostrar un crecimiento infinito, además incontrolado que genera tantas desigualdades e injusticias a la espera de la mano invisible que arreglará los problemas. El papa Francisco aterriza en la realidad del mundo y el planeta, la casa común, y expresa que este no es el camino de la equidad y la justicia, para la humanidad y para el resto de las criaturas.
Para el Papa, en los últimos años se han confirmado todos los diagnósticos en relación con el avance incontrolado del paradigma tecnológico en manos de poderes avariciosos. Actualmente vivimos dos realidades que coexisten, la Cuarta Revolución Industrial y el avance de la Inteligencia Artificial que parten, para el Papa, de una idea común: un ser humano sin límite alguno cuyas capacidades y posibilidades podrían sr ampliadas hasta el infinito gracias a la tecnología, de esta forma el paradigma tecnocrático se retroalimente de forma monstruosa. Es muy claro que los recursos (litio, silicio) que requiere la tecnología no son ilimitados pero, para el papa Francisco, siendo este un grave problema, lo más grave es la obsesión de acrecentar el poder humano más allá de lo imaginable siendo entonces la realidad humana, el ser humano, un mero recurso. Esta tendencia cosifica a la persona humana, una pieza más de un engranaje económico de crecimiento sin límite al servicio de unos pocos. Dice el Papa que en esta situación todo lo que existe deja de ser un don que se agradece, se valora y se cuida, y se llega a la esclavización víctima del capricho humano.
Manifiesta el Papa en el documento que analizamos, Laudate Deum, que provoca escalofríos advertir que las capacidades ampliadas por la tecnología dan a quienes tiene el conocimiento y sobre todo el poder económico para utilizarlo un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero. Y se pregunta el papa Francisco: ¿En manos de quienes está y puede llegar a estar tanto poder? Y se plantea que es de alto riesgo que el poder puede residir en pocas manos. Nos dice el Papa que hay que repensar el uso del poder. Recuerda cuántas tecnologías han sido utilizadas para diezmar poblaciones, lanzar bombas atómicas o aniquilar etnias.
Existe un grave problema, el desarrollo tecnológico no va acompañado de un desarrollo humano en conciencia, valores y responsabilidad, faltando una ética sólida, una cultura y una responsabilidad que limiten la capacidad de poder descontrolado. Nos recuerda el Papa continuamente el sentido profundo, material y espiritual, de la idea de la casa común, donde lo que nos rodea no es un objeto de aprovechamiento, de uso desenfrenado en n escenario de ambición sin límites. Debemos contemplar la realidad de la casa común, desde dentro y no desde fuera, es una idea trascendente. Estamos muy lejos de la idea de Noosfera de Pierre Teilhard de Chardin.
El papa Francisco insiste en la idea de que somos parte de la Naturaleza. La vida humana forma parte de la Biosfera del planeta, forma parte de la Creación, participando en su equilibrio. El ser humano ha creado ambiente en muchos sitios, ha sido co-creador, generando una vida armónica. La indispensable superación de un paradigma, el dominio tecnocrático alimentado por grupos de poder, dañino y destructivo de acuerdo con el Papa, incluye la interacción de los sistemas naturales con los sistemas sociales. Aquí aparece la necesidad del cambio de paradigma, pasando del paradigma tecnocéntrico al paradigma ecocéntrico, que pone al ser humano y al resto de las criaturas de la Creación en el centro de la acción. Para el Papa hay que repensar, entre todos, la cuestión del poder, su sentido y sus límites, ya que nos hemos convertido en seres peligrosos que ponen en riesgo la vida de muchos seres humanos e incluso la propia supervivencia de la especie.
Cuando el papa Francisco habla del poder, nos recuerda que la decadencia ética del mismo se disfraza gracias al marketing y a información falsa, mecanismos útiles y eficientes en manos de quienes tienen mayores recursos para incidir en la opinión pública. Muchos impactos negativos sobre los pueblos de la Tierra se han llevado a cabo ilusionando a los moradores de regiones enteras con el progreso local y las posibilidades para sus hijos de una determinada intervención. Hay casos relacionados con minas, presas, instalaciones energéticas, depósitos de residuos tóxicos o deforestaciones masivas. Pero, para el papa Francisco, la realidad es que para estos grandes inversores no hay interés en el futuro de las personas sino una realidad de avaricioso incremento económico, que, también de acuerdo con el Papa, dejará una tierra arrasada, regiones desoladas, menos habitable, con condiciones más desfavorables para vivir, sin vida y sin alegría para la convivencia y la esperanza.
La lógica del máximo beneficio al menor coste se impone, disfrazándola de progreso y promesas ilusorias, sin preocupación por la casa común y cualquier inquietud por promover a los descartados de la sociedad, que cada vez son más en el marco de esta globalización, una globalización de la pobreza, el sufrimiento y las diferencias sociales.
Manuel Enrique Figueroa Clemente