Recogiendo el concepto del religioso de la Orden de San Camilo, José Carlos Bermejo: “humanización del sufrimiento y del dolor”, se me antoja extrapolarlo a los Centros de Orientación Familiar, que son instituciones, entendidas metafóricamente, como “oasis en el árido desierto de la vida”. Quien entra en este oasis, vivencia una transformación de su corazón.
A estas casas llegan familias con problemáticas de diferente cariz desde el punto de vista psicosocial y de la salud mental. Conflictos de pareja, familias con problemáticas plurales, personas con graves carencias afectivas, patologías psíquicas y mentales.
Muchas de estas personas a las que acompañamos y tratamos, han sido derivadas de Salud Mental Pública, sobre todo, en los casos de duelo no resuelto por fallecimiento de un ser querido. Por ello, el servicio que prestamos se podría entender como esencial desde el punto de vista social, o como una misión eclesial.
Todos los profesionales que colaboramos en los COFs somos voluntarios y realizamos esta labor de manera altruista. Unos llevados por la filantropía, otros por el amor fraternal o compromiso social, y otros, como es mi caso, por amor a Cristo y a estas personas, a las que considero en mi interior como hermanos en Él, porque en mi vida está muy presente la frase de San Juan de la Cruz:
“Al atardecer de la vida seremos examinados en el amor”.
Para mí, esta aseveración tiene una correlación muy directa con el siguiente pasaje del Evangelio:
«Porque tuve hambre y me disteis de comer, (…) estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.» Entonces los justos le contestarán: «Señor, (…) ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?» Y el rey les dirá: «Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.» (Mateo, 25,31-46).
Esta misión de los COFs pudiera interpretarse, también, como una forma de obediencia al mandato de nuestro Papa Francisco, quien nos ha instado a salir a las periferias, y esto es precisamente un modo de hacerlo.
Asimismo, es conveniente tener presente que, en realidad, el misterio del hombre solo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado (Gaudium et Spes).
Por otra parte, los usuarios de los COFs suelen ser personas de humilde condición social. Llegan en situación de vulnerabilidad, con gran sufrimiento a cuestas. En el caso de las parejas, por ejemplo, muchos se verían abocados al divorcio debido a la imposibilidad de costear los gastos de un terapeuta, a pesar de profesar su amor. Sin embargo, tras la orientación terapéutica, aprenden que, en una buena relación de pareja, el amor es imprescindible, pero por sí solo no es suficiente; se requiere el concurso de otras variables (Erich Fromm: “El arte de amar”).
Las personas con problemas psíquicos o metales no logran, por sí mismas, llegar a tener una vida serena y con paz; para otras, su existencia no tiene sentido, el sufrimiento es tan demoledor que no ven otra salida que la autolisis, perdiendo de vista que el existir tiene un sentido per se (Viktor Frankl; “El hombre en busca de sentido”).
La atención brindada en los COFs se fundamenta en la perspectiva del humanismo cristiano, y se lleva a cabo de manera integral. Por ejemplo, en uno de estos Centros en los que colaboro, se atendió a una usuaria que padecía un doble trastorno de la personalidad, unido a otras patologías físicas y psíquicas, que, inexorablemente, hacían que esta persona se viera sin salida y recurrentemente mencionara el suicidio como única opción. Fue derivada al área de salud mental del sistema público de salud, donde se le regularizó su tratamiento farmacológico. Se le invitó (católica practicante) a que se uniera a un grupo de la parroquia, al que acude habitualmente, y, además, colabora en la organización “Caritas” de la misma. También recibe apoyo en alojamiento, cuidados en su alimentación y en sus necesidades básicas (Maslow, A Theory of Human Motivation, 1943). Continúa acudiendo a nuestro centro, donde está siendo acompañada terapéuticamente, habiendo experimentado un cambio exponencial en todas las dimensiones de su vida. De esta forma hemos salvado a una persona y, como dijo, Oskar Schindler, “el que salva una vida, salva al mundo entero”. Ésta es la misión primordial que tenemos los voluntarios en los COFs.
Por otra parte, siempre reporta una gran alegría y satisfacción poder ofrecer nuestro tiempo a aquellas personas que lo necesitan. En la mayoría de las ocasiones, recibimos más de lo que ofrecemos (voluntariado.net).
Doctor Antonio Jesús Yugueros García
Terapeuta de Familia y Mediador Familiar
Diplomado en Ciencias Religiosas (Universidad de Navarra)
Colaborador del COF de Dos Hermanas