El sacerdote Luis González (Madrilejos, 1985), párroco de San Bartolomé Apóstol, en Aguadulce (Sevilla), fue consciente de su vocación desde muy pequeño, “desde que tengo uso de razón”, afirmó. “Creo recordar que desde que tenía cinco años me gustaba jugar a celebrar la Misa (a la manera de un niño), y con el tiempo se fue acrecentando la llamada del Señor, hasta que con doce años me fui al Seminario Menor de Toledo”. Su ministerio sacerdotal lo ha vivido siempre como “una gracia grande del Señor por saberme elegido por Él, aunque indigno de este ministerio. Cada día que pasa soy más consciente de ello, aun con las dificultades de la tarea pastoral de cada etapa y lugar, de mis limitaciones y defectos”, añadió.
Un momento crucial en su ministerio fue recibir el Bautismo del Espíritu Santo en un Seminario de Vida en el Espíritu, “donde se despertó en mí otra vez el recuerdo de niño, con la inocencia que tenía cuando era pequeño, para volver otra vez a sentir esa humildad que el Señor nos pide a todos. Es como experimentar lo que dice el Señor: En verdad os digo, que si nos os convertís y os hacéis como niños no entrareis en el Reino de los Cielos. Abajarse tanto, con los defectos y faltas, para que brille y sobresalga el Señor. Cuanto más pequeños, más grande hacemos a Dios en nuestra vida y en lo que repercute en los demás”, reconoció.
«El sacerdocio es el amor del corazón de Jesús»
Ser sacerdote en la actualidad “es darse cuenta de esta afirmación del Santo Cura de Ars: El sacerdocio es el amor del corazón de Jesús. Ser conscientes de que hemos sido elegidos por Dios, no por nuestras cualidades, ni por la forma de ser, incluso a pesar de los defectos y miserias. Aun con todo eso hemos sido elegidos por el amor de Jesús, y metidos en su corazón podemos beber de esa preciosa sangre derramada por nosotros. De esa manera podremos expresar a los demás ese amor del corazón de Jesús”, destacó.
En esta línea, el joven sacerdote toledano expresó que “de lo que nos tenemos que dar cuenta es de que no se puede defender la fe cristiana en este mundo con la imposición de los dogmas y de los mandamientos, sino mostrando a Jesucristo vivo y resucitado entre nosotros”. Para acrecentar el amor y la adoración a Jesús en la Eucaristía “que es el rostro de Jesús que podemos ver aquí y ahora, solamente podemos mirarle con ojos de fe; creyendo verdaderamente en su presencia real, contándole verbalmente todo lo que se nos pase por la cabeza, bueno y malo, no porque Él necesite que se lo contemos, sino porque lo necesitamos nosotros, para ser comprendidos y escuchados por Dios”, añadió.
Vocaciones al sacerdocio
Sobre las vocaciones, don Luis afirma que le encanta rezar por el aumento de las vocaciones al sacerdocio, y por la vida de santidad de los seminaristas y los sacerdotes. “Cada día lo pedimos en la Eucaristía, también en el rezo del Santo Rosario, porque la Virgen María es una gran protectora de las vocaciones y de los sacerdotes”, asegura.
“No creo que soy yo nada, sino que es el Señor a través de mí el que actúa. Y eso es fundamental y se nota cada día, que no tengo que ser yo el que hable, con mi esquema, mi discurso… sino que tiene que ser Él el que sobresalga por encima de todo. La clave es la humildad y la oración, que no es tan fácil de practicar, pero con la ayuda de Dios y dejándome abandonar en Él, todo es posible”, expresa.
A doce años de su ordenación sacerdotal, eleva a Dios una “oración sencilla y a la vez muy grande”. Agradece que ha sido Dios el que le “ha hecho saber que el camino hacia el Cielo está basado en la humildad (hacerse como un niño), y en la oración confiada de que Él me ama por encima de todo, que es mi Señor y no hay nadie más que Él. Y también dejarle hacer a Él en mí sin ponerle obstáculo, sin entorpecerle, sin estorbarle, para que vaya renovando las fuerzas para seguir llevándole a Él y solo a Él a los demás”.
Un santo importantísimo en su vida – después de la Santísima Virgen María – es San José, protector de los sacerdotes y vocaciones; también el Santo Cura de Ars, “por su ejemplo sacerdotal al servicio incansable de las almas; santa Teresa de Jesús, por el conocimiento íntimo de Dios y su enseñanza mística; santa Ángela de la Cruz y santa María de la Purísima por su entrega a los pobres y necesitados, por su humildad, entre otros muchos más santos que tengo como protectores e intercesores y otros tantos que aún no están canonizados, explica
En la estampa de recordatorio de su ordenación sacerdotal el Señor le inspiró a elegir: “No seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros”. Esta cita bíblica de san Mateo sigue siendo iluminadora en su vida sacerdotal “después de tanto tiempo. Es como la guía que Dios me puso desde el principio hasta el final de mi vida”, reconoce.
También, “exhortando a las familias a que sean generosas para el Señor. Que está muy bien pedir porque haya sacerdotes, que no nos falten los sacerdotes en ninguna parroquia, pero las vocaciones no vienen de la nada, sino que salen de las familias. Por eso deben ser desprendidos de todo, incluso de si el Señor llama a un hijo a seguirle más de cerca, dar todas las facilidades para que se desarrolle su vocación en el Seminario”.
Ejercicio sacerdotal
Su primer destino fue en tres Parroquias que la diócesis de Toledo tiene en la Provincia de Badajoz: San Pedro, Apóstol de Garbayuela, Santo Toribio de Liébana, de Tamurejo y San Andrés, Apóstol de Baterno, donde estuvo ocho años llevando la pastoral de las parroquias “con la dificultad que conlleva que haya pocos habitantes y con la distancia de unos pueblos a otros. Aun con todo, eso fue una etapa hermosísima, llevar al Señor donde se manifiesta la voluntad de Dios en todos los lugares del mundo, grandes o pequeños. Incluso en los pequeños es donde más personal y más se demuestra la fe de los fieles que con el frío y el calor acuden a los sacramentos, a las celebraciones, al sagrario. Y donde se ve el amor que tienen al sacerdote por ser el que representa al Señor aquí en la tierra”.
Además, durante cinco años le encomendaron dar clase de religión en el Instituto Público de Siruela. “Allí la labor era llevar a los jóvenes al Señor, aunque con la dificultad de la edad y de creer que no escuchan, pero en el fondo si les llega la semilla de la fe y del amor que Dios les tiene. Una labor muy bonita y enriquecedora”.
El segundo destino ha sido la Parroquia de San Bartolomé, Apóstol de Aguadulce (Sevilla), junto con la Pastoral de la Salud en el hospital de la Merced en Osuna, donde lleva tres años. “En el hospital se muestra la cruz de Cristo en cada enfermo que visitamos. Cristo en el momento culmen del máximo dolor y sufrimiento y que aun así están contentos y alegres porque les visite el Señor-Eucaristía para fortalecerlos. O la presencia de Jesús también en el sacramento de la Unción de los Enfermos, que alivia el peso del dolor al enfermo, pero también da paz y serenidad al corazón del familiar que lo acompaña en el lecho del dolor en los últimos instantes de su vida”.