Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,13-16):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»
Comentario
¿Con qué la salarán?
Vosotros sois la sal de la tierra. Jesús compara a sus discípulos con ese condimento esencial que potencia los sabores y cura los alimentos. Su esencia es salar. Esa es su función. Pero si deja de cumplir la tarea para la que está hecha, «no sirve más que para tirarla fuera». Sal de la tierra y luz del mundo que alumbre a los hombres. Que lleve la esperanza, esa es la función de los cristianos en el mundo de hoy. ¿Con qué la salarán? No es una pregunta retórica. Hoy, que la Iglesia de Sevilla conmemora el veinticinco aniversario de la segunda visita del Papa San Juan Pablo II a la archidiócesis para clausurar el Congreo Eucarístico Internacional, conviene mirar al Sacramento del Altar para retormar fuerzas. Fuente y culmen de nuestra vida cristiana, guarda el mayor secreto para que la sal de nuestras vidas nunca pierda el sabor que es preciso comunicar a los demás. Así sea.