Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,32-38):
En aquel tiempo, presentaron a Jesús un endemoniado mudo. Echó al demonio, y el mudo habló. La gente decía admirada: «Nunca se ha visto en Israel cosa igual.»
En cambio, los fariseos decían: «Éste echa los demonios con el poder del jefe de los demonios.»
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor.
Entonces dijo a sus discípulos: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.»
Comentario
La mies es abundante
La actividad “ordinaria” de Jesús se resume en un renglón: enseña en las sinagogas, anuncia el evangelio del Reino y cura enfermedades y dolencias. Pero la mies es mucha y los trabajadores son pocos. En la terrible posguerra y aún hoy, las cuadrillas de segadores -entonces a mano con hoces, hoy en modernas y costosísimas máquinas- empezaban a cosechar el cereal en Sevilla a principios de verano para desplazarse provincia a provincia siempre al norte conforme los trigales de los climas más fríos iban logrando madurez. El ingenio humano encontró una forma paulatina de cosechar los campos con un equipo humano relativamente escaso. Pero el plan de Dios no entiende de tiempos ni de meteorología, ni de latitudes ni de climas. Se dirige a todos porque alcanza a todo el orbe y ahí es donde se revela la falta de trabajadores para espigar la mies. Como dirá San Pablo, hace falta anunciar el Evangelio a tiempo y a destiempo. Todos, tú y yo incluidos, estamos convocados a cosechar esta abundantísima mies.