¿Dónde verla?: Disney+
“Master and Commander: Al otro lado del mundo” es un peliculón que cumple ahora 20 años. Inspirada en las novelas de Patrick O’Brian, la trama rezuma caballerosidad, humanidad y dolor. En esta encrucijada se hallan el capitán Aubrey (Russell Crowe) y su médico, Stephen Maturin (Paul Bettany). O lo que es lo mismo, la brillantez de una mente militar y la compasiva humanidad de un doctor naturalista. Visiones antagonistas de dos amigos que se harán mucho bien.
1805, guerras napoleónicas. El campo de batalla se traslada de tierra firme a la inmensidad de los mares y océanos. La Marina Real Británica hace frente a Napoleón. Sorprendido en plena travesía, el capitán Jack Aubrey, “el afortunado”, se repone a duras penas de un feroz ataque francés.
El papel que juega la música es clave para acompañar el excelente guion que escribieron Peter Weir y John Collee. Y no me refiero solo la banda sonora per se, que Iva Davies y Christopher Gordon bordan, sino que además los mismos protagonistas tocan sendos instrumentos de cuerda dando al metraje una musicalidad bellísima. A estos dos sobresalientes apartados cinematográficos se suman los realísimos efectos especiales en alta mar, que son obra de Stefen Fangmeier, y la impactante fotografía de Russell Boyd, que crea un sello visual con enorme personalidad.
En la cinta, dirigida a jóvenes y adultos, se apunta la relevancia de la creatividad, la necesidad de una jerarquía de mando en la que cada uno cumpla con su cometido, e incluso se atisba la conversión de un alma atormentada por los horrores de la guerra, que hallará benevolencia donde solo había autoritarismo. Aparecen jóvenes con mayor madurez que muchos adultos y adultos que se comportan con la humildad de un chiquillo.
Es un filme plagado de ideales: valentía, lealtad, autoridad, honor. La muerte, por otra parte, juega un papel esencial. Ante ella se muestra naturalidad, respeto y aceptación. No trata de ocultarse. No obstante, surgirán supersticiones entre la tripulación con catastróficas consecuencias. Y, ante el dolor, la respuesta natural del hombre es la búsqueda de lo trascendente. Se entiende así que tripulación y capitán tengan muy presente a Dios. Porque donde nosotros no alcanzamos, llega Él.
Guillermo De Lara