La vida de Mercedes Oropesa (Sevilla, 1997) está marcada por la fe en Cristo, desde su familia, hasta su trabajo, pasando por sus amigos y su tiempo de ocio. Dios lo impregna todo.
Agradece esta fe especialmente a su madre, “que desde el primer momento me ha acercado mucho a Dios llevándome a todo tipo de eventos católicos”, recuerda la joven sevillana. También tiene palabras para sus amigos “con los que he compartido mi etapa universitaria en el grupo Celestino Mutis de la Universidad Pablo de Olavide. Gracias a eso hemos creado un grupo de amigos muy sano, acogedores con los demás y con Dios siempre en el medio. Son mi bastón en los momentos de más fragilidad”, comenta.
De hecho, para Mercedes “mi experiencia de fe en la Universidad ha sido muy fructífera, gracias a mi participación en el Celestino Mutis y en Cáritas Universitaria”, así como al acompañamiento del sacerdote Álvaro Pereira. “El Celestino Mutis es un grupo que se reúne semanalmente para tener reflexiones sobre el catolicismo. En este tuve la oportunidad de conocer a muchas personas, lo que me ayudó a ver con otras perspectivas temas transversales de la sociedad, y sobre todo vi que había diferentes formas de acercarse a Dios y de vivir la fe en comunidad”. Reconoce que al empezar la carrera “me costaba mucho decir que yo era católica”, sin embargo, en el Celestino Mutis “me sentía acogida y podía hablar con tranquilidad de lo que sentía”. “También, a través de este grupo, -continúa- hemos podido sentir el apoyo de muchos profesores de la Universidad, que, como nosotros, vivían la fe en su día a día”.
Su implicación creció, por lo que fue nombrada presidenta del grupo durante dos años. Al respecto, señala cómo “me encantaba poder hacer partícipe a otras personas en las actividades y hacer llegar a Dios a los demás. Es un regalo poder evangelizar y darle la oportunidad a los demás de conocer a Dios, porque muchas veces solo necesitan que alguien les diga ‘vente’”.
Descubrir a Dios en la “vocación social”
Desde hace dos años, Mercedes es trabajadora social de Cáritas Diocesana de Sevilla, donde se dedica a acompañar a los equipos de las Cáritas Parroquiales que pertenecen al arciprestazgo de Utrera, Lebrija y Carmona.
Aunque confiesa que al comenzar la carrera “no estaba muy segura de lo que estaba haciendo”, gracias a su participación como voluntaria en Cáritas Universitaria, en la que tuvo la oportunidad de ayudar a otros estudiantes sin recursos a continuar sus estudios, pudo descubrir a Dios desde “mi vocación social”. Ahí, insiste, “comenzó lo que yo llamo una vocación dual, pues complemento mi profesión con mi fe, lo que hace que me sienta aún más fuerte”. De este modo, realizó tantos sus prácticas como su Trabajo de Fin de Grado sobre esta institución diocesana, y también “participé en todo lo que pude, pues todo lo que vivía era un añadido para la fe y para la experiencia en el servicio a los más pobres”. Poco después la invitaron a formar parte del equipo como técnico del Departamento de Acompañamiento y Formación al Territorio, una oportunidad que le permite conocer de cerca a los voluntarios de Cáritas: “Es muy gratificante, pues ver como ellos se vuelcan en la labor de acción social de su parroquia y de su municipio es realmente alucinante”.
No en vano, asume que “trabajar con colectivos vulnerables no es simple, pues el sistema de protección actual no ofrece las garantías necesarias para cubrir los derechos a todos los ciudadanos”. Por eso, esta experiencia le ayuda a sentirse más afortunada y agradecida por los privilegios de los que disfruta, y anima a colaborar con Cáritas para lograr juntos que ninguna persona quede excluida del sistema.